Los Dioses Olímpicos

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Zeus

 

  Zeus con el cetro y el rayo en una ánfora panatenaica, ca. 480 a.C.

Hesíodo, Teogonía 881 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)
  

"Luego que los dioses bienaventurados terminaron sus fatigas y por la fuerza decidieron con los Titanes sus privilegios, ya entonces por indicación de Gea animaron a Zeus Olímpico de amplia mirada para que reinara y fuera soberano de los Inmortales. Y él les distribuyó bien las dignidades"

 

 

 

 

 

Homero, Ilíada XV, 187 ss. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)

(Habla Posidón:) "Tres somos los hermanos nacidos de Rea y de Cronos: Zeus, yo y el tercero Hades, que reina en los infiernos. El universo se dividió en tres partes para que cada cual imperase en la suya. Yo obtuve por suerte habitar siempre en el espumoso y agitado mar, tocáronle a Hades las tinieblas sombrías, correspondió a Zeus el anchuroso cielo en medio del éter y las nubes; pero la tierra y el alto Olimpo son de todos. Por tanto, no obraré según lo decida Zeus; y éste, aunque sea poderoso, permanezca tranquilo en la tercia parte que le pertenece. No pretenda asustarme con sus manos como si tratase con un cobarde. Mejor fuera que con esas vehementes palabras riñese a los hijos e hijas que engendró, pues éstos tendrían que obedecer necesariamente lo que les ordenare."

 

Caravaggio, Júpiter,Neptuno y Plutón, ca. 1599

 

 

Estatua de Zeus en Olimpia, obra de Fidias, templo de Olimpia ca. 433 a.C.

  Pausanias, Descripción de Grecia V, 11, 1-11
(trad. Mª C. Herrero Ingelmo, Madrid, Gredos, 1994)

"El  dios está sentado sobre un trono y está hecho de oro y marfil. Sobre su cabeza hay una corona que imita ramas de olivo. En la mano derecha lleva una Nike, también ésta de marfil y oro, que tiene una cinta y una corona en la cabeza. En la mano izquierda del dios hay un cetro adornado con toda clase de metales, y el pájaro que está sobre el cetro es el águila. Las sandalias del dios también son de oro e igualmente su túnica...

El trono está artísticamente trabajado... Hay cuatro Nikes bailando, una en cada pie del trono, y otras dos están en el extremo de cada pie. En cada uno de los pies de delante están niños tebanos raptados por esfinges y, bajo las esfinges, Apolo y Ártemis están disparando flechas a los hijos de Níobe....

El trono es sostenido no solamente por los pies, sino también por igual número de columnas colocadas entre ellos... hay construidas barreras a modo de muros [entre dichas columnas]... En ellas está Atlas sosteniendo el cielo y la tierra, y Heracles está a su lado queriendo recibir el peso de Atlas, y además Teseo, Pirítoo, Hélade y Salamina, teniendo en su mano el mascarón de proa de un barco. También está el trabajo de heracles contra el león de Nemea, el ultraje de Áyax a Casandra, Hipodamía, la hija de Enómao, con su madre, Prometeo, todavía sujeto por las cadenas y Heracles que se ha elevado hasta él, pues también hay una leyenda sobre que Heracles dio muerte al águila que atormentaba a Prometeo en el Cáucaso y quitó al propio Prometeo las cadenas. Finalmente, en la pintura está Pentesilea exhalando su alma y Aquiles sosteniéndola. Dos Hespérides llevan los rebaños cuya vigilancia se dice que les fue encomendada....

En la parte más alta del trono, Fidias hizo, encima de la cabeza de la imagen, a un lado, tres Cárites, y a otro tres Horas. En la poesía épica se dice, en efecto, que éstas también eran hijas de Zeus. Homero en la Ilíada dice que a las Horas se les confió el cielo como guardias de un palacio real. El escabel bajo los pies de Zeus llamado thraníon en el Ática, tienes leones de oro y en relieve la batalla de Teseo contra las Amazonas, la primera acción valiente de los atenienses contra hombres de distinta raza.

En la basa que sostiene el trono y en todos los adornos en torno a Zeus hay trabajos de oro: Helio subido a un carro, Hera, Hefesto y, junto a él, una Cárite. A continuación está Hermes, y después Hestia. Después de Hestia está Eros, acogiendo a Afrodita cuando sale del mar, y Peito [Persuasión] corona a Afrodita. En relieve está Apolo con Ártemis, Atenea y Heracles, y en el extremo de la basa Anfitrite, Posidón y Selene, que conduce, en mi opinión, un caballo. Algunos han dicho que la diosa iba sobre un mulo y no un caballo...

Dicen que el propio dios ha sido testigo del arte de Fidias. En efecto, cuando la imagen estaba terminada, Fidias rogó al dios que diera señales acerca de si la obra era a su gusto. Y dicen que inmediatamente cayó un rayo en la parte del suelo donde, todavía en mi tiempo, estaba colocada la hidria de bronce...


   
Zeus manejando el rayo con la mano derecha y un águila en la izquierda, ánfora ca. 470 a.C.

Homero, Ilíada XII, 251 ss. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)

Zeus, que se complace en lanzar rayos, enviando desde los montes ideos un viento borrascoso, levantó gran polvareda en las naves, abatió el ánimo de los aqueos, y dio gloria a los teucros y a Héctor, que fiados en las prodigiosas señales del dios y en su propio valor, intentaban romper la gran muralla aquea...

Cuan espesos caen los copos de nieve cuando en el invierno Zeus decide nevar, mostrando sus armas a los hombres, y adormeciendo a los vientos, nieva incesantemente hasta que cubre las cimas y los riscos de los montes más altos, las praderas cubiertas de loto y los fértiles campos cultivados por el hombre, y la nieve se extiende por los puertos y playas del espumoso mar, y únicamente la detienen las olas, pues todo lo restante queda cubierto cuando arrecia la nevada de Zeus: así, tan espesas, volaban las piedras por ambos lados, las unas hacia los teucros y las otras de éstos a los aqueos y el estrépito se elevaba sobre todo el muro.
 

 

Zeus en la asamblea de los dioses, crátera ca. 550-530 a.C.

 

Homero, Ilíada VIII, 1 ss.
((Traducción de Luis Segalá y Estalella)

"Eos [Aurora], de azafranado velo, se esparcía por toda la tierra, cuando Zeus, que se complace en lanzar rayos, reunió la junta de dioses en la más alta de las muchas cumbres del Olimpo. Y así les habló, mientras ellos atentamente le escuchaban:

-¡Oídme todos, dioses y diosas, para que os manifieste lo que en el pecho mi corazón me dicta! Ninguno de vosotros, sea varón o hembra, se atreva a transgredir mi mandato, antes bien, asentid todos, a fin de que cuanto antes lleve al cabo lo que me propongo. El dios que intente separarse de los demás y socorrer a los teucros o a los dánaos, como yo lo vea, volverá afrentosamente golpeado al Olimpo; o cogiéndole, lo arrojaré al tenebroso Tártaro, muy lejos en lo más progundo del báratro debajo de la tierra -sus puertas son de hierro y el umbral, de bronce, y su profundidad desde el Hades como del cielo a la tierra- y conocerá enseguida cuánto aventaja mi poder al de las demás deidades. Y si queréis, haced esta prueba, oh diosees, para que os convenzáis. Suspended del cielo áurea cadena, asíos todos, dioses y diosas, de la misma, y no os será posible arrastrar del cielo a la tierra a Zeus, árbitro supremo, por mucho que os fatiguéis, mas si yo me resolviese a tirar de aquella os levantaría con la tierra y el mar, ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo, y todo quedaría en el aire. Tan superior soy a los dioses y a los hombres."

 

  Ingres, Jean-Auguste-Dominique "Júpiter y Tetis", 1811

Homero, Ilíada I, 493 ss.
((Traducción de Luis Segalá y Estalella)

Cuando, después de aquel día, apareció la duodécima aurora, los sempiternos dioses volvieron al Olimpo con Zeus a la cabeza. Tetis no olvidó entonces el encargo de su hijo: saliendo de entre las olas del mar, subió muy de mañana al gran cielo y al Olimpo, y halló al longividente Cronión sentado aparte de los demás dioses en la más alta de las muchas cumbres del monte. Acomodóse junto a él, abrazó sus rodillas con la mano izquierda, tocóle la barba con la diestra y dirigió esta súplica al soberano Jove Cronión:

—¡Padre Zeus! Si alguna vez te fui útil entre los inmortales con palabras u obras, cúmpleme este voto: Honra a mi hijo, el héroe de más breve vida, pues el rey de hombres Agamemnón le ha ultrajado, arrebatándole la recompensa que todavía retiene. Véngale tú, próvido Zeus Olímpico, concediendo la victoria a los teucros hasta que los aqueos den satisfacción a mi hijo y le colmen de honores.

De tal suerte habló Zeus, que amontona las nubes, nada contestó, guardando silencio un buen rato. Pero Tetis, que seguía como cuando abrazó sus rodillas, le suplicó de nuevo:

—Prométemelo claramente asintiendo, o niégamelo —pues en ti no cabe el temor— para que sepa cuán despreciada soy entre todas las deidades.

Zeus, que amontona las nubes, respondió afligidísimo:
— ¡Funestas acciones! Pues harás que me malquiste con Hera cuando me zahiera con injuriosas palabras. Sin motivo me riñe siempre ante los inmortales dioses, porque dice que en las batallas favorezco a los teucros. Pero ahora vete, no sea que Hera advierta algo; yo me cuidaré de que esto se cumpla. Y si lo deseas, te haré con la cabeza la señal de asentimiento para que tengas confianza. Este es el signo más seguro, irrevocable y veraz para los inmortales; y no deja de efectuarse aquello a que asiento con la cabeza.

Dijo el Cronión, y bajó las negras cejas en señal de asentimiento; los divinos cabellos se agitaron en la cabeza del soberano inmortal, y a su influjo estremecióse el dilatado Olimpo.

cf. Esquilo, Suplicantes 382-387 (Traducción Grupo Tempe)

(Las Danaides suplican al rey de Argos en nombre de Zeus): "Atiende al que mira desde arriba -custodios de mortales doloridos- al que ve a quien, al buscar en su prójimo una ayuda, no logra la justicia que es legal. El encono de Zeus protector del suplicante aguarda a los que no se ablandan con las súplicas, cuando él ya ha sufrido con sus lamentos.

Nike, Hera y Zeus. Friso del Partenón, 438-432 a.C.

 

Homero, Ilíada I, 531 ss.
((Traducción de Luis Segalá y Estalella)

"Después de deliberar así, se separaron [Zeus y Tetis]; ella saltó al profundo mar desde el resplandeciente Olimpo, y Zeus volvió a su palacio. Los dioses se levantaron al ver a su padre, y ninguno aguardó a que llegase, sino que todos salieron a su encuentro. Sentóse Zeus en el trono; y Hera, que, por haberlo visto no ignoraba que Tetis, la de argentados pies, hija del anciano del mar con él departiera, dirigió enseguida injuriosas palabras a Jove Cronión:

-¿Cuál de las deidades, oh doloso, ha conversado contigo? Siempre te es grato, cuando estás lejo de mi, pensar y reolver algo clandestinamente, y jamás te has dignado decirme una sola palabra de lo que acuerdas.

Respondió el padre de los hombres y los dioses. -¡Hera! ¡No esperes conocer todas mis decisiones, pues te resultará difícil aun siendo mi esposa. Lo que pueda decirse, ningún dios ni hombre lo sabrá antes que tú; pero lo que quiera resolver sin contar con los dioses no lo preguntes ni procures averiguarlo."

 

Temis y Egeo, Kylix de figuras rojas ca. 430 a.C.

 

Hesíodo, Teogonía 901 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

  "En segundo lugar, [Zeus, después de haber tomado a Metis, madre de Atentea], se llevó a la brillante Temis que parió a las Horas, Eunomía, Dike y la floreciente Eirene, las cuales protegen las cosechas de los hombres mortales, y a las Moiras, a quienes el prudente Zeus otorgó la mayor distinción, a Cloto, Láquesis y Átropo, que conceden a los hombres mortales el ser felices y desgraciados"

 

 

 

 

 

Temis sentada sobre una piedra aconseja a Zeus, flanqueado por Hermes y Atenea, mientras Nike (Victoria) revolotea sobre su cabeza. Pelike de época clásica

 

Hesíodo, Trabajos y Días 256 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

"Y he aquí que existe una virgen, Dike [Justicia], hija de Zeus, digna y respetable para los dioses que habitan el Olimpo y siempre que alguien la ultraja injuriándola arbitrariamente, sentándose al punto junto a su padre Zeus Cronión, proclama a voces el propósito de los hombres injustos para que el pueblo pague la loca presunción de los reyes que, tramando mezquindades, desvían en mal sentido su veredictos con retorcidos parlamentos."

 

 

 

Zeus con el cetro y una copa atendido por una figura alada, ca. 460 a.C.

 

Hesíodo, Trabajos y Días 3 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)
  

"A él [Zeus] se debe que los mortales sean oscuros y célebres; y por voluntad del poderoso Zeus son famosos y desconocidos. Pues Zeus altitonante que habita encumbradas mansiones fácilmente confiere el poder, fácilmente hunde al poderoso, fácilmente rebaja al ilustres y engrandece al ignorado y fácilmente endereza al torcido y humilla al orgulloso."

Homero, Ilíada II, 100 ss. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)

"Entonces se levantó el rey Agamemnón, empuñando el cetro que Hefesto hiciera para el soberano Jove Cronión —éste lo dio al mensajero Argifontes; Hermes lo regaló al excelente jinete Pélope, quien, a su vez, lo entregó a Atreo, pastor de hombres; Atreo al morir lo legó a Tiestes, rico en ganado, y Tiestes lo dejó a Agamemnón para que reinara en muchas islas y en todo el país de Argos."

 

 

Las Moiras en el Frontón del Partenón, obra de Fidias, s. V a.C.

Fragmento anónimo (PMG 1018) (Trad. Fco. Rodríguez Adrados, Lírica, Madrid, Gredos, 1982 p. 470)

"Escuchad, Moiras, vosotas que, sentadas junto al trono de Zeus más cerca que ninguno de los dioses, tejéis con vuestras lanzaderas de acero santos e inesquivables pensamientos con toda clase de secretos.

Esa, Cloto y Láquesis, hijas de bellos brazos de la Noche, oíd a los que os suplican, oh diosas celestes y subterráneas muy temibles: enviadnos a Eunomía [Buen gobierno] de seno de rosas y a sus hermanas de trono esplendente, Dike [Justicia] e Irene [Paz] coronada, y a esta ciudad hacedla olvidar sus desgracias que causan pesadumbre".

 

Hipno [Sueño] y Tánato [Muerte] guiados por Hermes conducen el cuerpo de Sarpedón, crátera ca. 515 a.C.

Homero, Ilíada XVI, 426 ss.
((Traducción de Luis Segalá y Estalella)

[Sarpedón] saltó del carro al suelo sin dejar las armas. A su vez Patroclo, al verlo, se apeó del suyo. Como dos buitres de corvas uñas y combado pico riñen, dando chillidos, sobre elevada roca, así aquellos se acometieron vociferando. Viólos el hijo del artero Cronos, y compadecido, dijo a Hera, su hermana y esposa: —¡Ay de mi! El hado dispone que Sarpedón, a quien amo sobre todos los hombres, sea muerto por Patroclo Menetíada. Entre dos propósitos vacila en mi pecho el corazón: ¿lo arrebataré vivo de la luctuosa batalla, para dejarlo en el opulento pueblo de la Licia, o dejaré que sucumba a manos del Menetíada?

Respondióle Hera veneranda, la de los ojos grandes:
—¡Terribilísimo Cronión, qué palabras proferiste! ¿Una vez más quieres librar de la muerte horrísona a ese hombre mortal, a quien tiempo ha que el hado condenó a morir? Hazlo, pero no todos los dioses te lo aprobaremos. Otra cosa voy a decirte que fijarás en la memoria: Piensa que si a Sarpedón le mandas vivo a su palacio, algún otro dios querrá sacar a su hijo del duro combate pues muchos hijos de los inmortales pelean en torno de la gran ciudad de Príamo, y harás que sus padres se enciendan en terrible ira. Pero si Sarpedón te es caro y tu corazón le compadece, deja que muera a manos de Patroclo en reñido combate; y cuando el alma y la vida le abandonen, ordena a la Muerte y al dulce Hipno que lo lleven a la vasta Licia, para que sus hermanos y amigos le hagan exequias y le erijan un túmulo y un cipo, que tales son los honores debidos a los muertos.Así dijo. El padre de los hombres y de los dioses no desobedeció, e hizo caer sobre la tierra sanguinolentas gotas para honrar al hijo amado, a quien Patroclo había de matar en la fértil Troya, lejos de su patria.

Hera, Zeus sobre cuya cabeza sobrevuela Nike, Atenea y Heracles, crátera ca. 400 a.C.

 

Homero, Ilíada XXII, 167 ss.
((Traducción de Luis Segalá y Estalella)

Y Zeus, padre de los hombres y de los dioses, comenzó a decir:

-¡Oh dioses! Con mis ojos veo a un caro varón perseguido en torno del muro. Mi corazón se compadece de Héctor que tantos muslos de buey ha quemado en mi obsequio en las cumbres del Ida, en valles abundoso, y en la ciudadela de Troya; y ahora el divino Aquileo le persigue con sus ligeros pies en derredor de la ciudad de Príamo. Ea, deliberar, oh dioses, y decidid si le salvaremos de la muerte o dejaremos que, a pesar de ser esforzado, sucumba a manos del Pelida Aquileo.

Respondióle Atenea, la diosa de los brillantes ojos: -¡Oh padre, que lanzas el ardiente rayo y amontonas las nubes! ¿Qué dijiste? ¿De nuevo quieres librar de la muerte horrísona a ese hombre mortal, a quien tiempo ha que el hado condenó a morir? Hazlo, pero no todos los dioses te lo aprobaremos."

 

Detalle de Zeus con el cetro, crátera, ca. 340 a.C.

 

Tito Livio, Historia de Roma I 12, 5-7

(Traducción Grupo Tempe)

(Súplica de Rómulo a Júpiter en la guerra contra los sabinos)

"Pero tú, padre de los dioses y de los hombres, al menos de aquí aparta al enemigo; libera del pánico a los romanos y detén esta huida vergonzosa. Yo prometo levantar en este lugar un templo a Júpiter Stator [que detiene], que recuerde a la posteridad que Roma se salvó gracias a tu ayuda protectora."

 

 

 

  Zeus y Hera en el cortejo de las Bodas de Tetis y Peleo, detalle del Vaso François ca. 570 a.C.

Apolodoro, Biblioteca III, 13, 5
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)

[Peleo] más tarde se casó con Tetis, hija de Nereo; Zeus y Posidón habían rivalizado por ella, pero cuando Temis vaticinó que el hijo de Tetis sería más fuerte que su padre, desistieron. Algunos afirman que cuando Zeus iba a unirse a ella, Prometeo había declarado que el hijo que naciera reinaría en el cielo; otro, en cambio, que Tetis no quiso yacer con Zeus por haber sido criada por Hera, y que Zeus, indignado, la obligó a convivir con un mortal... Peleo se casó con ella en el Pelión, y allí los dioses celebraron la boda con banquetes y cantos. Quirón regaló a Peleo una lanza de fresno, y Posidón los caballos Balio y Janto, que eran inmortales.

 

Amoríos de Zeus

Zeus e Ío

Antonio Allegri, il Corregio, Júpiter e Io, 1531 

 

Ovidio, Metamorfosis I, 582 ss. (trad. E. Leonetti Jungl, Madrid, Espasa Calpe, 199417)

 

...El (río) Ínaco.., retirado en lo más profundo de su cueva, acrece con sus lágrimas el caudal de sus aguas y llora la pérdida de su hija Ío; no sabe si está viva o si se encuentra entre los muertos, pero al no encontrarla en ningún sitio piensa que no está en ninguna parte, y en su corazón teme lo peor.

   Júpiter la había visto cuando regresaba desde el río de su padre, y le había dicho: "Oh virgen digna de Júpiter, que harás dichoso con tus nupcias a no sé qué mortal, busca la sombra de aquellos profundos bosques (y le había mostrado las sombras de los bosques) ahora que el calor aprieta y el sol se encuentra en su punto más alto, en mitad de su recorrido. Y si acaso temes encaminarte tú sola entre las guaridas de las fieras, piensa que cuando penetres en los lugares recónditos del bosque estarás a salvo, protegida por un dios; y no un dios plebeyo, sino yo, que llevo en mi poderosa mano el cetro del cielo y arrojo los errantes rayos. ¡No huyas de mí!". En efecto, ella huía. Y ya había dejado atrás los pastos de Lerna y los campos del Lirceo plantados de árboles, cuando el dios, extendiendo un vasto manto de niebla que recubrió la región, puso fin a su fuga y le robó la virginidad.

    Entretanto, Juno había dirigido su mirada hacia el centro de la Argólida, y sorprndiéndose de que una niebla voladora hubiese traído en pleno día la oscuridad de la noche, comprendio que no se trataba de la niebla de un río ni de la humedad que se desprende del suelo. Así que miró a su alrededor, puesto que conocía bien las tretas de su marido, al que tantas veces había sorprendido ya.

 

Zeus, Hera, Ío convertida en vaca, Argos el de los múltiples ojos, Hermes, hidria ática, ca. 460 a.C.

Ovidio, Metamorfosis I, 609 ss. (Traducción Ana Pérez Vega)

(Júpiter) de su esposa la llegada había presentido, y en una lustrosa novilla la apariencia de la Ináquida había mutado él -de res también hermosa es-: la belleza la Saturnia (Juno) de la vaca aunque contrariada aprueba, y de quién, y de dónde, o de qué manada era, de la verdad como desconocedora, no deja de preguntar. Júpiter de la tierra engendrada la miente, para que su autor deje de averiguar: la pide a ella la Saturnia de regalo.. Su rival ya regalada no en seguida se despojó la divina de todo miedo, y temió de Júpiter, y estuvo ansiosa de su hurto hasta que al Arestórida para ser custodiada la entregó a Argos.

De cien luces ceñida su cabeza Argos tenía, de donde por sus turnos tomaban, de dos en dos, descanso, los demás vigilaban y en posta se mantenían. Como quiera que se apostara miraba hacia Ío...

(Júpiter) a su hijo llama (a Hermes), al que la lúcida Pléyade de su vientre había parido, y que a la muerte dé, le impera, a Argos. Pequeña la demora es la de las alas para sus pies, y la vara somnífera para su potente mano tomar, y el cobertor para sus cabellos.

 

Dánae y la lluvia de Oro

Dánae y la lluvia de oro, detalle de una vasija ateniense, ca. 500-450 a.C. St. Petersburg, State Hermitage Museum ST1723 © State Hermitage Museum

Crátera, ca. 450-425 a.C. Museo del Louvre

 

 

 

 

 

 

 

Ovidio, Metamorfosis VI, 110 ss. (Trad. Grupo Tempe)

(Acrisio) tampoco admitía, por cierto que fuese hijo de Júpiter Perseo, a quien Dánae había concebido de oro de lluvia.

 

 

 

Tiziano, Dánae 1545 (Museo del Prado) y 1554 (Museo del Hermitage, San Petersburgo).

 

 Rembrandt, Dánae,1636

Dánae (ca. 1531)  Antonio Allegri called Correggio. Galleria Borghese

 

 

 

Sir Edward Burne-Jones - 1887-1888, "Danae and the Brazen Tower"

 

 

Apolodoro, Biblioteca II, 4, 1
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)

Cuando Acrisio preguntó al oráculo cómo tendría hijos varones, el dios le contestó que de su hija había de nacer un hijo que lo mataría. Acrisio, temiendo esto, construyó una cámara subterránea de bronce y allí encerró a Dánae. Pero, según algunos, la sedujo Preto, a causa de lo cual se suscitó una reyerta entre ambos hermanos;

  Danae, Sir E. Burne-Jones 

G. Klimt, Dánae, 1907-1908

 

según otros, Zeus, transformado en lluvia de oro, se unió a ella, cayendo hasta el seno de Dánae a través del techo. Cuando más tarde Acrisio supo que había dado a luz a Perseo, no creyendo que hubiera sido poseída por Zeus, puso a su hija y al niño en un arca y la arrojó al mar; al arribar el barco a Sérifos, Dictis recogió y crió al niño.

 

 

 

 

 

Detalle de una vasija de figuras rojas, ca. 450-440 a.C. © Boston, Museum of Fine Arts

 

Simónides, PMG 543 (trad. Fco. Rodríguez Adrados, Lírica. Poemas corales y monódicos, 700-300 A.C., Madrid, 2006 p. 267 s.)

 

... en el arca trabajada con arte el viento que soplaba y el agitado mar, la (?) sacudían; y con mejillas no sin humedecer ceñía en torno a Perseo en su mano maternal y dijo:

"¡Hijo, qué sufrimiento tengo!; y tú duermes en tanto y con tu ser de niño que mama aún sigues dormido en este leño inhóspito de broncíneos clavos, brillante dentro de la noche - tendido tú en esta negra oscuridad; y no te cuidas de la espuma profunda sobre tu pelo de la ola que pasa, ni del sonar del viento, recostado con tu ropa de púrpura, bello rostro. Pero si para ti fuera terrible lo que es terrible, tu oreja delicada aplicarías a mis palabras. Yo te lo pido, duerme, niño, y duerma el mar y duerma la desgracia sin medida; y venga un cambio, padre Zeus, de ti. Y la palabra que o demasiado audaz o fuera de justicia yo pronuncio, perdóname por ella."

 

 

 

 

 

 

  J. W. Waterhouse, Danae, 1888

 

La posibilidad alegórico-cristiana: prefiguración de La Anunciación. GOSSAERT, Jan (Mabuse), Dánae, 1527

 

 

©  Henar Velasco López

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