Laura Soler Pinson

 Alumna de Traducción e Interpretación. Curso 2006/2007 Mitología Clásica

 

LAOCOONTE Y SUS HIJOS

 

LAOCOONTE

 

Muchas han sido las representaciones que se han hecho sobre este episodio de la guerra de Troya: la muerte de Laocoonte y sus hijos. Quizá la más famosa sea el conjunto escultórico realizado por Agesandro, Polidoro y Atenodoro en la época helenística. Sin embargo, hubo un pintor muy famoso en España que también realizó una versión de este mito: el Greco. Su cuadro es quizá más interesante que la famosa escultura, sobre todo si se analiza su contenido: la obra encierra una simbología que, a pesar de todas las teorías que se han formulado, todavía no está clara.

 

 

   Laocoonte y sus hijos, El Greco, 1610

Antes de empezar a hablar del mito, situaré a Laocoonte dentro de la historia de Ilión. Este personaje era el sacerdote de Troya consagrado a Apolo. Como sacerdote, debía en principio respetar los votos de celibato y castidad y, sin embargo, se había casado y había tenido descendencia. Pero, lo que de verdad enojó al dios fue que se unió con su mujer dentro del recinto sagrado delante de una imagen del inmortal. Cometió una falta imperdonable que le costó la vida.

 

EL MITO

Durante la guerra de Troya, Odiseo elabora un plan para vencer a los troyanos de una vez por todas: le encarga al mejor carpintero del campamento, Epeo, que construya un caballo de madera en cuya panza quepan los guerreros griegos más valerosos. Tras terminar la obra, queman el campamento para hacer creer a los troyanos que ya no quieren luchar más y que se vuelven a su tierra, y dejan el caballo en la playa con una inscripción: Con la agradecida esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de nueve años, los griegos dedican esta ofrenda a Atenea. Cuando los teucros ven el animal de madera, no saben muy bien qué hacer con él. Entonces, aparece en escena Laocoonte, quien dirige estas palabras a su pueblo:

 

“¡Oh ciudadanos míseros!-les grita-

¿qué locura es la vuestra?¿o que una dádiva

pueda, si es griega, carecer de dolo?

¿no conocéis a Ulises? O es manida

la de Argivos este leño, o es la máquina

que, salvando los muros, se dispone

a dominar las casas, y se súbito

dar sobre Ilión; en todo caso un fraude.

Mas del caballo no os fiéis, Troyanos:

yo temo al griego, aunque presentes dones.”

                                               (La Eneida, versos 58-67, Libro II )

Y para probar que no deben fiarse de nada que provenga del enemigo, arroja una lanza al animal de madera.

(…) en un alarde de pujanza,

venablo enorme contra el vientre asesta

del monstruo y sus ijares acombados.

                                   (La Eneida, versos 68-70, Libro II )

 

Los atridas, que habían previsto esta desconfianza, inventan una pequeña historia para que su treta salga a la perfección: el griego Sinón, se queda en tierra. Su misión no es otra que introducirse en el campamento para liberar a los guerreros que se encuentran dentro del caballo. Para ello, se deja apresar por unos pastores troyanos y cuenta una triste historia según la cual, sus crueles compatriotas quieren deshacerse de él como sea. Por eso, le han hecho una ofrenda a Atenea y él es el sacrificio humano a la diosa. Los teucros creen esta versión, acogen al intruso como a un troyano más y dejan de dudar de inmediato de la malicia de los aqueos.

Ordena

Príamo al punto desatar sus hierros

y, amigable, la voz: “Ea, quienquiera

que seas tú, le dice consolándolo,

a los Griegos desde hoy echa al olvido;

para ti ya no existen, ya eres nuestro.”

                                             (La Eneida, versos 205-210, Libro II )        

A partir de ese momento, las advertencias de Laocoonte caen en saco roto, sobre todo cuando surgen del mar dos serpientes que lo matan a él y a sus hijos, como le relata Eneas a Dido en La Eneida (versos 284-325, Libro II )

De repente,

por las tranquilas aguas, desde Ténedos

-me estremezco al contarlo-dos dragones

de enormes roscas por el mar se tienden

en marcha hacia la orilla. Juntos irguen

el pecho entre las olas, que dominan

sus crestas sanguinosas. Sigue el cuerpo

reptando sobre el ponto, mole enorme

de tortuosos repliegues. A su paso

brama espumoso el mar. La playa tocan,

y, encarnizados los ardientes ojos,

con las lenguas vibrátiles relamen

los belfos silbadores. Escapamos

de miedo exangües. Y aunque van certeras

contra Laocoonte ambas serpientes, antes

prenden a sus dos hijos y les ciñen

los alcorzados torsos, a mordiscos

cebándose en sus carnes. Arma en mano

acude el padre a la defensa. Cógenle

y entre espiras ingentes le sojuzgan

(…)

Los dragones

reptan juntos en tanto hacia el alcázar:

de la cruel Tritonia en el santuario

se esconden bajo la égida, plegándose

tranquilos a sus pies. Sacude entonces

nunca visto pavor todos los pechos.

Se corre que Laocoonte ha merecido

su pena abominable, por la afrenta

que al sacro leño osó inferir lanzando

su dardo criminal. La imagen, claman

todos a una, debe entrar en Troya,

desagravio a la diosa resentida.

Los troyanos, al ver que las serpientes se esconden bajo la égida de Palas Atenea, deducen que es un castigo que le envía la diosa al adivino por haber dudado de la ofrenda que han hecho los griegos. Nadie se imaginó que era Apolo quien tomaba su venganza porque, como ya he señalado antes, el sacerdote se había unido a su mujer en el recinto consagrado al dios. Nadie podía prever que aquello supondría el fin de la ciudad de Ilión. Lo que parece ser uno más de los castigos de un dios a un mortal tiene esta vez consecuencias más importantes.

 

En este mito hay un hecho que resulta sorprendente: ¿por qué Apolo mandó las serpientes sabiendo que aquello podía conllevar la destrucción de una de sus ciudades preferidas? La explicación más convincente que podría darse es que nadie ni nada puede sustraerse a su destino. La hora de Laocoonte y la de Troya había llegado y, cuando esto sucede, ni siquiera los dioses pueden cambiar el transcurso de los hechos. Así lo demuestra el hijo de Leto. Sin quererlo, provoca la perdición de uno de sus templos más importantes.

 

LA REPRESENTACIÓN DEL MITO SEGÚN EL GRECO

 

El cuadro del Greco sobre el mito de Laocoonte no está ambientado en Troya. A continuación, incluyo una obra de este autor en la que se representa Toledo. Comparando las dos pinturas, se puede observar una más que casual coincidencia entre los dos paisajes.

 El Greco, 1604-1614. Vista de Toledo 

La obra de Laocoonte y sus hijos está dibujada en el contexto toledano, probablemente por la leyenda según la cual esta ciudad fue fundada por dos teucros, Telemón y Bruto. El hecho de insinuar que una población había sido fundada por un pueblo importante (en este caso, el troyano) fue una práctica habitual durante mucho tiempo, pues daba renombre a las urbes.

Uno de los aspectos que más controversia ha generado es la aparición de unos personajes a la derecha del cuadro. Por una parte, no está claro cuál su número exacto, 2 ó 3. Por otra, su identidad es desconocida: no llevan nada que los caracterice, están desnudos. Es sobre todo este segundo aspecto el que más debate ha provocado y sobre el que más teorías se han formulado.

1) Apolo y Ártemis

Esta teoría se sostendría si pensamos que Apolo es el que envía las serpientes. Ártemis aparece como observadora de la escena junto al dios. Así, parece apoyar la decisión del inmortal, pues tienen una unión muy fuerte que deriva del hecho de que son hermanos gemelos y siempre cuidan el uno del otro.

 

2) Posidón y Casandra

Podría pensarse que la figura masculina es Posidón si se tiene en cuenta que en algunas versiones los troyanos piensan que es este dios el que envía el castigo (las serpientes salen del agua). Además, la teoría de que se tratara de Casandra obtendría su explicación en el hecho de que ella, al igual que Laocoonte, sabe que se trata de una treta de los griegos, pero nadie la cree debido a un castigo de Apolo.

 

3) Paris y Helena

También hay una teoría que asegura que dos de esas personas misteriosas son Paris y Helena, que, según la tradición, son el origen de la guerra de Troya.

 

4) Adán y Eva

La opción que ha tenido más aceptación es esta última. Esto tiene su explicación en que el Greco era un pintor de obras mayoritariamente religiosas, por lo que extraña que entre sus cuadros aparezca un tema pagano. La imagen de Adán y Eva supondría otorgar un sentido religioso a la pintura. Tal vez podría trazarse un paralelismo entre Laocoonte y la pareja, pues los tres cometieron un pecado por el cual fueron castigados. Llevando un poco más lejos este razonamiento, podría afirmarse que, entonces, el sentido de esta obra es moralizante: el Greco parece emitir con este cuadro una especie de aviso de las atrocidades que sufren las personas que no obedecen a su dios. La pintura tendría la misma función más o menos que las gárgolas y los relieves tallados en las iglesias de la Edad Media, que mostraban castigos excesivamente crueles a los pecadores. Estas figuras tomaban habitualmente formas horribles, lo que en el cuadro podría asimilarse a los trazos violentos con que el autor delimita los cuerpos y dibuja el ambiente opresor. En definitiva, la opción de que se tratara de Adán y Eva es bastante razonable.

Aunque esta última teoría me parece bastante justificada, me inclino a pensar que si el autor hubiera querido representar a algún personaje conocido, lo habría identificado claramente. Sin embargo, en el cuadro los observadores aparecen casi difuminados y de espaldas. Creo que también debería considerarse la opción de que no se trataran más que de personajes anónimos, troyanos que estaban en el lugar cuando las serpientes emergieron de las profundidades marinas.

 

APOLO

Apolo es involuntariamente el otro gran protagonista de este mito. El dios siempre tuvo un cariño especial a esta ciudad, pues su culto en ella era de los más importantes que se le hacían al inmortal. Sin embargo, cegado por la venganza cuando castiga a Laocoonte, propicia la destrucción de la gran Ilión.

El afecto que Apolo le tenía a esta urbe tenía su origen en los tiempos en los que reinaba Laomedonte. En aquella época, Apolo había sido expulsado del Olimpo por haber matado a los Cíclopes después de que Zeus fulminara a su hijo Esculapio. Desprovisto de sus privilegios, empieza a trabajar en la construcción de la muralla de Troya. Sin embargo, una vez acabada su parte de trabajo, Laomedonte se niega a pagarle y, por tal hecho, cuando Apolo recupera sus poderes, envía una flecha a Ilión que lleva la peste a la ciudad. A pesar de ese incidente, la relación entre el inmortal y los habitantes de Troya era muy buena.

No obstante, hay dos troyanos con los que Apolo tiene algún desencuentro. Uno de ellos, ya lo he comentado anteriormente, es Laocoonte. La otra es Casandra, que recibe el don de la adivinación al aceptar mantener una relación con Apolo, pero una vez conseguido este don, rechaza al dios. Éste la castiga a que nadie crea jamás sus predicciones. Como consecuencia, ningún conciudadano le presta atención cuando vaticina el fin de Ilión.

Hados futuros,

que, como tantas veces, también ésta,

anunciaron los labios de Casandra,

labios que condenara orden divina

a no hacer nunca fe …

                                   (La Eneida, versos 344-348, Libro II )

El hecho de que las dos únicas personas que sospecharon que podía tratarse de una treta de los griegos hubieran enojado con anterioridad a Apolo contribuyó a la caída de Troya.

Con estos castigos se ponen de manifiesto varias cosas:

Los castigos que aplica Apolo son, en algunos casos, desmesurados. Por poner un ejemplo, Apolo desolla a Marsias porque el mortal se había atrevido a retar al dios a una competición de música. Sin ir más lejos, otro ejemplo claro es el mito de Laocoonte. No podemos olvidar que las serpientes se dirigen primero hacia los hijos del sacerdote y éste los ve morir, lo cual es un acto de crueldad extrema.

Este punto está íntimamente ligado al segundo: la actitud de Apolo descubre el lado más terrorífico del dios. A pesar de ser el dios de la belleza y de la armonía, a veces adopta unas formas sombrías, lúgubres, como así lo demuestran algunos de los epítetos que se le asignan:

- Por una parte, a veces se le llama Licio, que deriva de la palabra que en griego significa “lobo”. Esto está en relación, entre otras cosas, con los ritos de iniciación de los jóvenes, que adoptan rasgos animales y a los cuales se llama lobeznos.

- Además, también se le llama Esminteo, “el de los ratones”. Se dice que sus flechas tienen la capacidad de propagar la peste, al igual que los ratones. De hecho, en Rodas se celebraban unas fiestas en las que se invocaba a Apolo para que los ratones no se comieran las viñas. Lo paradójico es que este aspecto contrasta con que el hijo de Leto también es capaz de curar la enfermedad que se transmite por los roedores.

- Por último, este carácter lúgubre también se pone de manifiesto cuando mata a la serpiente Pitón y se apodera de su templo. El inmortal recubre con la piel del animal el trípode sobre el que se sienta la sacerdotisa que pronuncia sus oráculos, llamada pitonisa.

 

CONCLUSIÓN

Probablemente el mito de Laocoonte sea tan importante por lo que simboliza: la inminente destrucción de la gran Ilión. En la obra del Greco, Laoconte es Troya, Laocoonte representa a todos los troyanos. El cielo encapotado sobre Troya (o Toledo) y la expresión de dolor del sacerdote nos da una idea del sufrimiento que se abatirá sobre sus conciudadanos sólo unas horas más tarde, cuando el caballo, que en el cuadro trota alegremente hacia las murallas, abra su panza para liberar a los temidos guerreros griegos, los cuales teñirán de muerte con sus teas la urbe teucra.

 

BIBLIOGRAFÍA

à La Eneida, edición de José Carlos Fernández Corte, traducción de Aurelio Espinosa Pólit

à Diversas páginas de internet:

     - http://es.wikipedia.org

     - http://clasicas.usal.es

     - www.artehistoria.com

     - www.ucm.es

     - www.chironweb.org  

 

Laura Soler Pinson

 Alumna de Traducción e Interpretación. Curso 2006/2007 Mitología Clásica II

 

Prometeo

Peter Paolo Rubens, 1612

La historia de Prometeo es probablemente una de las más conocidas, quizás por el gran número de representaciones que ha generado, por las interpretaciones ulteriores que sobre ella se han realizado o por el hecho de que su personaje principal fue el único inmortal que se ganó el sobrenombre de “benefactor de la humanidad”. En este trabajo comentaré, apoyándome en textos de Hesíodo y Esquilo, la obra que llevó a cabo Rubens en el siglo XVII y la simbología del mito.

 

 

EL MITO

El mito de Prometeo tiene diversas variantes, pero he escogido la de Hesíodo de la Teogonía por ser seguramente la más conocida.

Según este autor, hubo un tiempo en que hombres y dioses convivían en armonía. En uno de los banquetes que solían celebrar juntos, Prometeo, primo de Zeus, conocido como el “benefactor de la humanidad”, decide sacrificar un buey y dividirlo en dos partes: una para los mortales y otra para los Olímpicos. Pero esos dos montones son desiguales:

[…]Prometeo, tratando de engañar al inteligente Zeus, con ánimo resuelto le ofreció un enorme buey que había dividido. Por una parte puso, en la piel, la carne y las entrañas ricas en grasa, ocultándolas en el estómago del buey; por otro lado, colocando bien los blancos huesos del buey con engañoso arte, se los presentó, después de haberlos cubierto con blanca grasa […].

(Hesíodo, Teogonía, 536-542)

 Zeus, conocedor de inmortales designios, se dio cuenta y no ignoró el engaño […]. Levantó con ambas manos la blanca grasa, se irritó en sus entrañas y la cólera le llegó a su ánimo cuando vio los blancos huesos del buey por el pérfido engaño.

(Hesíodo, Teogonía, 550-556)

Zeus se da cuenta del engaño y, como castigo a la burla de Prometeo, les quita el fuego a los humanos y les obliga a realizar sacrificios en honor de los dioses. Estamos, pues, ante un mito etiológico:

Desde entonces en la tierra las estirpes de los hombres queman para los inmortales blancos huesos sobre humeantes altares.

(Hesíodo, Teogonía, 556-558)

Pero el benefactor de la humanidad no tarda en reaccionar. Quizás porque su conciencia le pedía a gritos subsanar el mal que había ocasionado a sus protegidos sin pretenderlo, quizás porque su carácter impulsivo imperó sobre su sabiduría o quizás porque pecaba de hybris, Prometeo robó el fuego del Olimpo para devolvérselo a los hombres:

A su vez, el buen hijo de Jápeto, en hueca férula, lo robó para los hombres al prudente Zeus, que lanza el rayo.

(Hesíodo, Trabajos y días, 50-52; cf. Teogonía 565 s.)

Con este acto, Prometeo no hace más que empeorar la situación, hasta el punto de que Zeus lo castiga de forma ejemplar: durante 30.000 años, permanecerá encadenado a una montaña del Cáucaso mientras que un águila diariamente le roerá el hígado, el cual se regenerará cada noche. Pero los hombres también reciben un pequeño escarmiento:

Estando irritado díjole Zeus, amontonador de nubes:

“Japetónida, conocedor de los designios sobre todas las cosas, te regocijas tras robarme el fuego y engañar mi mente, gran pena habrá para ti mismo y para los hombres venideros. A éstos, en lugar del fuego, les daré un mal con el que todos se regocijen en su corazón al acariciar su mal”.

Así dijo y rompió a carcajadas el padre de dioses y hombres y ordenó al ilustre Hefesto mezclar lo más pronto posible la tierra con el agua, infundir voz y fuerza humana y asemejar en su rostro a las diosas inmortales, a una hermosa y encantadora figura de doncella. Luego dio órdenes a Atenea para que le enseñase sus obras […] y llamó a esta mujer Pandora.

(Hesíodo, Trabajos y días, 53-81)

 

De este mito se desprende una moraleja muy clara, y es que nadie puede sustraerse al poder de Zeus, ni siquiera los propios inmortales.

 

LA REPRESENTACIÓN DEL MITO SEGÚN RUBENS

Rubens ha inmortalizado un instante muy preciso en su obra Prometeo: el momento justo en que el águila va a empezar a devorarle el hígado como cada día. Observando este cuadro, lo mínimo que podemos hacer es empatizar con el Titán. Para conseguir este efecto, el pintor utiliza varias técnicas:

1) Juega con las luces y con las sombras. Lo hace de tal manera que el único rayo de luz que se cuela en la pintura ilumina el cuerpo rígido de Prometeo. Así, resalta la lucha entre el águila y el castigado.

2) También emplea de forma magistral los colores para recalcar el combate entre el ave y el benefactor de la humanidad: negro sobre blanco, fuerte sobre débil, vencedor sobre vencido.

3) Además, dibuja el tormento en las facciones de Prometeo. El Titán está extenuado, pero dedica sus últimas fuerzas a retrasar el momento en que el águila empiece a devorarle el hígado. Su mueca de dolor nos hace pensar en lo que sufre cada día y en lo doloroso que debe de resultar, puesto que, aunque sabe que es inútil forcejear con el ave, Prometeo lucha por ahuyentarla a pesar de sus limitaciones (está encadenado a una montaña).

4) Asimismo, pinta un cielo oscuro que da como resultado una atmósfera agobiante. Rubens juega de nuevo con los colores y con el mito, puesto que, según nos acercamos del fondo del cuadro al primer plano, el cielo se va encapotando cada vez más, hasta adquirir un tono tormentoso en la escena en que el águila le va a devorar el hígado a Prometeo.

5) Por último, el pintor flamenco al retratar un águila insiste en su enorme envergadura, por lo que el ave parece someter sin muchas complicaciones a Prometeo. Esta ave encierra una simbología que detallaré a continuación.

 

LA SIMBOLOGÍA DEL MITO

Prometeo

Recientemente se ha querido ver una alegoría de Cristo en Prometeo. Los que promulgan esta teoría se basan en dos hechos principalmente:

- Por una parte, se les ha comparado por el hecho de que ambos han sido benefactores de la humanidad.

- Por otra, los dos personajes se asemejan en la forma en que son tratados a cambio de sus servicios a los hombres. Reciben castigos injustos y crueles en exceso. Ambos son expuestos, uno en una montaña encadenado con grilletes y otro clavado a una cruz.

A Prometeo, por ser el protector de los hombres, también se le ha asimilado con la humanidad en general, pero detallaré más este punto a continuación.

El águila

En el cuadro de Rubens aparece un águila encima de Prometeo, aunque en algunas versiones se asegura que el animal que le roía el hígado era un buitre. No sabemos si el pintor lo hace de forma consciente, pero al representar un águila (ave que simboliza a Zeus), encierra una doble alegoría en sus trazos:

-En primer lugar, deja claro que ningún inmortal puede sustraerse a la omnipotencia del dios supremo (hay que recordar que Prometeo era primo de Zeus). Cuando el águila somete sin aparente dificultad ese gran cuerpo, el significado latente es que Zeus tiene un poder tan inmenso que no le costaría ningún esfuerzo destruir a un semejante.

-En segundo lugar, algunas veces se ha interpretado a Prometeo como un símbolo de la humanidad, como ya he comentado anteriormente. Si seguimos esta teoría, observamos la segunda alegoría presente en el cuadro: los humanos tampoco pueden zafarse del dominio de Zeus.

El fuego

Aunque no aparece en el cuadro, es interesante recalcar su importancia dentro del mito. Cuando Zeus se lleva el fuego de la Tierra, el mundo parece detenerse, la humanidad se estanca. ¿Por qué es tan necesario para los hombres este elemento? Porque fuego significa progreso, fuego significa civilización. Fuego, en definitiva, significa vida.

 

LOS PERSONAJES

Prometeo

Prometeo es uno de los dos protagonistas de este mito. Su amor hacia los mortales lo conduce a este castigo extremadamente cruel. Lo curioso de su personaje es que, por una parte, se convierte con su actitud rebelde en un héroe para los humanos, pero, por otra parte, también se le utiliza como uno de los paradigmas de castigos ejemplares.

Para justificar de alguna forma la excesiva crueldad de Zeus, los autores clásicos han enfocado el mito desde otro punto de vista. No hacen tanto hincapié en el castigo, sino en el por qué de la tortura. Por ejemplo, en la obra de Esquilo Prometeo encadenado, el Titán aparece como un ser orgulloso. Es decir, peca de hybris, y ésa es la razón que lo ha llevado a estar encadenado en el Cáucaso:

También antes a causa de esta arrogancia te precipitaste en estos sufrimientos.

(Esquilo, Prometeo encadenado, 964-965)

Incluso cuando está engrilletado no deja a un lado su arrogancia y proclama que el fin del reinado de Zeus está cerca y que sólo él sabe cómo impedirlo:

En verdad que aun cuando me encuentre todavía ultrajado con estas terribles ataduras, el jefe de los bienaventurados tendrá necesidad de que le indique su futura decisión, por la cual será despojado de su cetro y sus honores.

(Esquilo, Prometeo encadenado, 168-172)

En verdad que Zeus, aunque de mente soberbia, llegará a ser humilde, porque se prepara a celebrar tal boda que lo hará desaparecer del trono de su poder, y entonces tendrá entero cumplimiento la maldición que su padre Crono profirió cuando caía de su antigua sede. Ninguno de los dioses, a excepción de mí, podrá mostrarle claramente la manera de librarse de estos trabajos. Yo conozco esto y de qué manera ocurrirá.

(Esquilo, Prometeo encadenado, 908-916)

El Titán sabe que quien es arrogante acaba sufriendo la cólera de los Olímpicos, pero no desconoce que Zeus lo necesita, que Zeus no lo dejará allí los 30.000 años que debería durar la condena, según afirman algunos. Por eso, somete al dios a una especie de chantaje: sólo accederá a revelarle el oráculo cuando lo libere de sus cadenas:

No hay ultraje ni maquinación alguna por medio de la cual Zeus me haya de inducir a declarar estas cosas si no me libera antes de estas infamantes ataduras. […] Nada de esto me doblegará para que le diga a manos de quién está determinado que él caiga de su poder.

(Esquilo, Prometeo encadenado, 989-996)

Quizás tengamos aquí la respuesta a una de las muchas preguntas que se plantean con este mito: ¿Por qué Prometeo roba el fuego telúrico sabiendo que lo castigarán por ello? Pues bien, cuando uno conoce el futuro, todo se vuelve mucho más sencillo. El Titán sabía que sus penas no serían eternas  y que llegaría un día en que Zeus lo perdonaría.

 

Zeus

Este dios es el otro gran protagonista de la historia, aunque en el cuadro no sale retratado (salvo si aceptamos que el águila es la alegoría de Zeus). A lo largo de todo el Prometeo encadenado se hace hincapié en el hecho de que el Olímpico acaba de llegar al poder y en que sus días están contados como monarca. Por eso, al cabo de 30, según cuentan algunos, años liberará a Prometeo para que éste le revele quién lo destronará.

El hecho de que espere tanto tiempo se explica si tenemos en cuenta que acaba de hacerse con el cetro y que, por tanto, si no quiere que nadie dude de su valía como rey de los dioses, tiene que mostrarse inflexible al principio.

Pero no sólo ocurren incidentes de este tipo al comienzo de su reinado. A veces Zeus desata su ira y muestra su lado más terrible. Esta crueldad se traduce en unos castigos desmesurados. Como ya hemos visto, Prometeo es una de sus víctimas, pero no es el único. Hay otros ejemplos, como Sísifo, Tántalo o Ixión, personajes que están en el Hades, lo cual implica que sus condenas son eternas. Las penas que el dios impone sacan a la luz su salvajismo y su primitivismo. Estas historias sobre castigos eternos tienen un fin didáctico: se trataba de que la gente cumpliera las reglas básicas de respeto hacia los inmortales.

 

El águila

Esta ave es uno de los numerosos hórridos hijos de los monstruosos Tifón y Equidna. Es reseñable el hecho de que no le roe a Prometeo una parte al azar, sino que siempre devora su hígado, que para los griegos era la sede de las pasiones. Así, es de suponer que lo que pretendía Zeus era acabar con aquellos sentimientos que lo hacían tan parecido a los humanos y que eran tan impropios de inmortales.

Siguiendo un poco más lejos con esta idea, podríamos ver una alegoría: el águila sería Zeus, que devora sin demasiado esfuerzo un hígado que representaría a los hombres, a aquéllos que sienten y padecen sin que nadie, ni siquiera el gran benefactor de la humanidad (Prometeo) pueda hacer nada para impedirlo.

Cabe resaltar que el personaje que matará al águila es Heracles. Zeus consiente que muera el ave para otorgar una mayor gloria (kléos) al héroe y para que Prometeo le revele quién lo destronará.

 

ORIGEN DE LOS HOMBRES

Hay un dato que llama poderosamente la atención en este mito: de lo que cuenta Hesíodo en Trabajos y días se infiere que hubo una época en que hombres y dioses convivían en armonía y compartían mesa. Entonces, ¿quién creó a los hombres? Según el Mito de las Edades de Hesíodo, los dioses iban destruyendo las razas de humanos a medida que éstos iban cometiendo más y más faltas.

Sin embargo, hay otra versión, aunque es más tardía. En el Protágoras de Platón, se afirma que fue Prometeo quien modeló a los hombres, lo cual daría más sentido a las actuaciones del Titán cada vez que intercede a favor de sus creaciones.

Lo curioso es que, en ambos casos, lo que sí se sabe con certeza es quién creó a la mujer y por qué: fue Zeus quien concibió a Pandora para vengarse de las ofensas de Prometeo. El tratamiento que se le da a la figura femenina en este mito tiene mucho que ver con la misoginia tan habitual en el mundo griego.

Por último, hay que mencionar que las obras de Hesíodo se enmarcan dentro de la época arcaica, que se caracterizó por el pesimismo y por el pensamiento de que cualquier tiempo pasado era mejor. Como ya he dicho antes, se supone que, en el momento en que ocurrió el mito de Prometeo, hombres y dioses compartían mesa en los banquetes, por lo que, indirectamente, Hesíodo ensalzó con su obra aquella generación hoy desaparecida y estaría criticando de forma velada aquélla de la que él formaba parte.

 

CONCLUSIÓN

Al igual que todos los mitos griegos, la historia de Prometeo encierra una gran simbología que permite analizar muchos aspectos sociales de la época de la antigua Grecia. Sin embargo, es posible que ésta tenga un interés especial, puesto que versa sobre el único inmortal que demostró una ferviente pasión por los humanos. Esa pasión le costó grandes sufrimientos, pero acabó convertido en un héroe.Y lo fue no sólo en Grecia y, en general, en la Antigüedad, sino incluso siglos después, cuando se empezaron a formular las teorías contrastivas entre Cristo y Prometeo. Y una prueba de ello son las numerosas representaciones que se han llevado a cabo, como, por ejemplo, este lienzo de Rubens.

Desde luego, muchos son los aspectos que podrían tratarse en un trabajo más extenso, como el mito de Pandora y sus peculiaridades, la complejidad de las relaciones entre Zeus y Prometeo o el interés de los griegos por hacerse descendientes de la estirpe divina, pero he intentado recoger al menos los puntos que son esenciales para comprender el mito de Prometeo.

 

BIBLIOGRAFÍA

- Hesíodo, Teogonía, trad. en Alianza Editorial

- Hesíodo, Trabajos y días trad. en Alianza Editorial

- Esquilo, Prometeo encadenado, trad. en Editorial Mendoza

- www.es.wikipedia.org

- http://pintura.aut.org/