Adrijana Jerkic Micic

Alumna de Historia del Arte. Curso 2008/200. Mitología Clásica

 

"Atenea alejando a Marte" por Tintoretto

Este cuadro, del pintor veneciano Tintoretto, estaba destinado para una de las salas del Palacio Ducal de Venecia.

Primero, debemos contemplar que se le encarga una serie de cuatro alegorías, con otros cuadros de historia y de religión. Era, sin duda, un encargo importante, pues el Palacio Ducal era el centro del poder del dux de Venecia.

De todos los cuadros encargados, Tintoretto hace íntegramente de su mano los de las alegorías mitológicas, dejando que los demás cuadros se realicen con la ayuda del taller. Esto nos habla directamente de la importancia de estos cuadros. Eran: “Baco y Ariadna coronada por Venus”; “Las Tres Gracias y Mercurio”, “Atenea y Ares” y “La Fragua de Vulcano”.

Hay varias interpretaciones, pero se suele creer que los temas elegidos quieren representar la unión y la concordia, a la vez que el Buen gobierno del dogo (en un documento de 1578 aparece como tema fundamental y unitario de este ciclo el de la unión y concordia).

Otras teorías, más recientes, tratarían de explicar los cuadros como un complemento a las representaciones de las Estaciones de la estancia. Así, cada cuadro, representaría una alegoría de una estación.

Esta teoría parece ser la menos probable, pues teniendo en cuenta que se hace para el Palacio Ducal, por encargo expreso del dogo Girolamo Priuli, parece tener más sentido la idea del ensalzamiento.

En esta línea de interpretaciones recientes, solamente nos puede parecer más acertada la propuesta intermedia de Tolnay, que lo concibe como una representación que complementa y amplía en sentido cosmológico la alegoría política del dux Girolamo Priuli. En este caso, los frutos maduros que aparecen en el cuadro y el sol serían la alegoría del Verano y del elemento Tierra.

 Baco y Ariadna coronada por Venus

Como bien sabemos, la Paz es una virtud de cualquier buen gobernante y la Abundancia es lo que sigue al período de Paz. En nuestro caso, vemos cómo de la parte izquierda del cuadro se asoma la cabeza de la abundancia, aconsejando que Ares se aleje de la escena. Ella trae consigo una cornucopia, que significa “abundancia” y que se relaciona con Zeus. Él, en agradecimiento a la cabra Amaltea que lo amamantó, hizo que un cuerno suyo fuera el de la abundancia.

Las virtudes, como es habitual, se representan como figuras femeninas desnudas, aunque un tanto pudorosas y prudentes. No debemos olvidar que, en ocasiones, es la propia diosa Venus la que representa la Paz. Algunos lo explican con la afirmación de que solamente el deseo de Ares por ella podría hacerle dominar el furor de la guerra, y a petición de la diosa instaurar la paz. Otros simplemente afirman que al ser ella precisamente la diosa del amor, deseo, alegría, sería el sinónimo de lo que se entendería por la bonanza de la época de la paz.  

Aquí vemos a la Paz coronada con una rama de olivo, símbolo de la diosa Atenea, que apoya su mano en su hombro. La diosa se erige como gran protectora de ciudades y es la protectora por antonomasia de la ciudad de Atenas. El olivo hace alusión al árbol que hizo surgir de la tierra, en su disputa con Posidón para la protección y el favor de la ciudad de Atenas. El dios de las aguas hizo brotar una fuente, pero su agua era salada. Atenea, por su parte, con su regalo, les proporcionó alimento, madera y aceite, todos bienes muy apreciados. Con todo esto, podemos ver que Atenea es una ejemplar protectora de ciudades, pues tiene el ímpetu de una guerrera, pero a la vez es la inteligencia y fidelidad. Con respecto a esto, podemos recordar las famosas Panateneas, fiestas organizadas en honor a la diosa, como manera de agradecerle su protección y renovar su confianza. En otra versión de este mito, se haría una votación de los dioses, y Atenea saldría victoriosa por un voto de una mujer. Supuestamente, esa sería la razón por la que a las mujeres no se les permitiría, a partir de entonces, votar en la democracia, pues Posidón con su enfado inundó la zona y causó grandes males.

A los pies de la Paz están el casco y la armadura de la diosa, pues representa el fin del conflicto.

Por más que la guerra pueda ser necesaria, aquí se le da más importancia a Atenea, dado que ella es la guerra inteligente, frente a Ares, relegado al oscuro y  plano de la derecha envuelto en penumbras.

Ya desde Alberti o Palladio (que retoman la idea de los antiguos) vemos que se aconseja que los dioses protectores de la Paz estén dentro del territorio de la ciudad y los dioses bélicos fuera. Así los templos de Ares solían estar en el exterior.

Podemos recordar varios enfrentamientos entre Ares y Atenea, donde se hace evidente la supremacía de la inteligencia, frente al frenesí del furor bélico sin más.

Diomedes, acompañado de Atenea, se enfrenta a Ares

Un ejemplo es el que nos cuenta Homero en La Ilíada, en el momento en el que Atenea apoya a uno de sus héroes favoritos, a Diomedes. Le da el don de reconocer a los inmortales dioses entre los soldados, pues en un primer momento luchaban todos juntos, cada dios con su pueblo preferido. Así, se enfrenta con Ares que luchaba con los troyanos y que intentaba abatirlo. Atenea, que no quería que éste se enfrentara a los dioses, desvió el ataque y ayudó al héroe a herir a Ares. Éste, de manera casi caricaturesca, va al Monte Olimpo a quejarse ante Zeus. En este caso vemos cómo Atenea, a través de Diomedes, consigue que Ares se retire del enfrentamiento, pues es más fuerte, y hace que éste recurra como un niño herido a la protección del padre supremo.

Otro episodio de La Ilíada nos muestra cómo Atenea es capaz de calmar a Ares y hacerlo razonar. Solamente la fuerza superior a la guerra salvaje, la que usa la inteligencia y el raciocinio, es capaz de parar los pies a Ares:

“Ares, Ares, estrago de mortales, manchado de crímenes, salteador de murallas! ¿No sería mejor dejar a troyanos y aqueos batirse, sean unos u otros a quienes Zeus padre tienda la gloria, y que nosotros nos repleguemos y evitemos la cólera de Zeus?” Tras hablar así, sacó de la lucha al impetuoso Ares. Y lo hizo sentarse sobre el Escamandro, de elevadas orillas, y los dánaos hicieron replegarse a los troyanos.[1]

Volviendo al cuadro, éste se divide en dos partes: la de la izquierda presenta una escena apacible, amable. Los rayos del sol bañan la espalda de las protagonistas. La diosa Atenea actúa de intermediaria entre los dos espacios y su figura apoyada en la lanza de manera sensual, pero decidida, empuja a Ares. La diosa está parcialmente despojada de su armadura y participa del espacio de la Paz de la ciudad.

A la derecha vemos a Ares, solitario y con gesto preocupado, mirando con disgusto la mano de Atenea. Su paisaje lo completa el mar lleno de olas, con un cielo negro amenazador y con la ciudad que se ve lejana, al fondo.

No cabe duda que con el juego del claro-oscuro Tintoretto retrata a las dos deidades de la guerra tal y como son. Atenea, la guerra inteligente que sabe participar de la Paz y Ares belicoso, fogoso guerrero, que no sabe dominarse en la batalla. Así vemos que, a pesar de que la guerra es necesaria para la paz, es imprescindible saber parar e instaurar la paz.

No cabe duda de que el dogo debió quedar satisfecho con su alegoría del buen manejo del gobierno de la ciudad.


 

[1] Homero, Ilíada V, 29-37 (Traducción E. Crespo Güemes) en http://clasicas.usal.es/Mitos/#ares