Mª Teresa Galiano Hernández

Alumno de Filología Clásica. Curso 2007/2008. Mitología Clásica II

 

Glauco frente a Diomedes

 

Texto propuesto en el examen de Junio de 2008                       La Ilíada VI, 144-211 (Traducción de L. Segalá y Estalella)

Respondióle (a Diomedes) el preclaro hijo de Hipóloco (Glauco):


— ¡Magnánimo Tidida! Por qué me interrogas sobre el abolengo? Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece. Pero ya que deseas saberlo, te diré cuál es mi linaje, de muchos conocido. Hay una ciudad llamada
Efira en el riñón de la Argólide, criadora de caballos, y en ella vivía Sísifo Eólida, que fue el más ladino de los hombres. Sísifo engendró a Glauco, y éste al eximio Belerofonte, a quien los dioses concedieron gentileza y envidiable valor. Mas Preto, que era muy poderoso entre los argivos, pues a su cetro los había sometido Zeus, hízole blanco de sus maquinaciones y le echó de la ciudad. La divina Antea, mujer de Preto, había deseado con locura juntarse clandestinamente con Belerofonte; pero no pudo persuadir al prudente héroe, que sólo pensaba en cosas honestas, y mintiendo dijo al rey Preto:

—¡Preto! Muérete o mata a Belerofonte, que ha querido juntarse conmigo sin que yo lo deseara.

—Así habló. El rey se encendió en ira al oírla; y si bien se abstuvo de matar a aquél por el religioso temor que sintió su corazón, le envió a la Licia, y haciendo en un díptico pequeño mortíferas señales, entrególe los perniciosos signos con orden de que los mostrase a su suegro para que éste le hiciera perecer. Belerofonte, poniéndose en camino debajo del fausto patrocinio de los dioses, llegó a la vasta Licia y a la corriente del Janto: el rey recibióle con afabilidad, hospedóle durante nueve días y mandó matar otros tantos bueyes pero al aparecer por décima vez Eos de rosados dedos, le interrogó y quiso ver la nota que de su yerno Preto le traía. Y así que tuvo la funesta nota ordenó a Belerofonte que lo primero de todo matara a la ineluctable Quimera, ser de naturaleza no humana, sino divina, con cabeza de león, cola de dragón y cuerpo de cabra, que respiraba encendidas y horribles llamas; y aquél le dio muerte, alentado por divinales indicaciones. Luego tuvo que luchar con los afamados Solimos, y decía que éste fue el más recio combate que con hombres sostuviera. Más tarde quitó la vida a las varoniles Amazonas. Y cuando regresaba a la ciudad, el rey, urdiendo otra dolosa trama, armóle una celada con los varones más fuertes que halló en la espaciosa Licia; y ninguno de éstos volvió a su casa, porque a todos les dio muerte el eximio Belerofonte. Comprendió el rey que el héroe era vástago ilustre de alguna deidad y le retuvo allí, le casó con su hija y compartió con él la realeza, los licios, a su vez, acotáronle un hermoso campo de frutales y sembradío que a los demás aventajaba, para que pudiese cultivarlo. Tres hijos dio a luz la esposa del aguerrido Belerofonte: Isandro, Hipóloco y Laodamia; y ésta, amada por el próvido Zeus, parió al deiforme Sarpedón, que lleva armadura de bronce. Cuando Belerofonte se atrajo el odio de todas las deidades, vagaba solo por los campos de Ale, royendo su ánimo y apartándose de los hombres; Ares, insaciable de pelea, hizo morir a Isandro en un combate con los afamados Solimos, y Artemis, la que usa riendas de oro, irritada, mató a su hija. A mí me engendró Hipóloco —de éste, pues, soy hijo— y envióme a Troya, recomendándome muy mucho que descollara y sobresaliera entre todos y no deshonrase el linaje de mis antepasados, que fueron los hombres más valientes de Efira y la extensa Licia. Tal alcurnia y tal sangre me glorío de tener.

Así dijo. Alegróse Diomedes, valiente en el combate; y clavando la pica en el almo suelo, respondió con cariñosas palabras al pastor de los hombres:

—Pues eres mi antiguo huésped paterno, porque el divino Eneo hospedó en su palacio al eximio Belerofonte, le tuvo consigo veinte días y ambos se obsequiaron con magníficos presentes de hospitalidad. Eneo dio un vistoso tahalí teñido de púrpura, y Belerofonte una copa doble de oro, que en mi casa quedó cuando me vine. A Tideo no lo recuerdo; dejóme muy niño al salir para Tebas donde pereció el ejército aqueo. Soy por consiguiente, tu caro huésped en el centro de Argos, y tu lo serás mío en la Licia cuando vaya a tu pueblo. En adelante no nos acometamos con la lanza por entre la turba. Muchos troyanos y aliados ilustres me restan para matar a quienes, por la voluntad de un dios, alcance en la carrera; y asimismo te quedan muchos aqueos para quitar la vida a cuantos te sea posible. Y ahora troquemos la armadura, a fin de que sepan todos que de ser huéspedes paternos nos gloriamos.

Dichas estas palabras, descendieron de los carros y se estrecharon la mano en prueba de amistad. Entonces Zeus Cronión hizo perder la razón a Glauco, pues permutó sus armas por las de Diomedes Tidida, las de oro por las de bronce, las valoradas en cien bueyes por las que en nueve se apreciaban.

Diomedes, ca. 430 a.C.

Este texto refleja una escena típica antes de un combate individual entre dos héroes. Ambos héroes refieren al otro su genealogía para asustarle, mostrando que son descendientes a su vez, de otro héroe, y para que ello quede patente, refieren también sus hazañas.

Estos dos héroes encuentran un hueco en La Ilíada, así como muchos otros, porque a raíz de la discusión entre Agamenón y Aquiles, este último abandonó el combate y eso da lugar a que otros héroes puedan destacar.

Habla en primer lugar Glauco. Alude primero a lo efímero de la vida de  un hombre con una comparación entre los hombres y las hojas: mientras unos mueren, otros nacen.

Para empezar se hace descendiente de Sísifo, que vendría a significar “el sabio, sabio”, en otras versiones es Odiseo el descendiente de Sísifo, poniendo en relación la astucia de ambos, pues Sísifo fue capaz de engañar a Perséfone y Hades para que una vez después de muerto le dejaran ascender de allí y volver a la vida.

Cuenta a continuación que es descendiente también de Belerofonte y le cuenta el episodio por el que es expulsado de Efira. Antea, la esposa de su padre, quiso acostarse con él y como él se negó, le dijo a su marido que la había violado. Es el mismo episodio protagonizado por Fedra e Hipólito.

Preto lo expulsa para que vaya con su suegro llevando una nota para que lo mate. La alusión a la nota nos hace ver que ya conocían la escritura cuando esto sucedió. Belerofonte llegó a Licia por la que pasa el rio Janto. Janto es el nombre que le dieron los dioses a este río, y significa rojo, para los mortales es el río Escamandro. Esto hace alusión a la creencia que los antiguos griegos tenían sobre los dioses, puesto que creían que las divinidades tenían otra lengua.

El rey de Licia le recibió amablemente y cumplió con las reglas de hospitalidad de la época, haciendo incluso sacrificios para los dioses y solo al noveno día le preguntó quién era y de dónde y para qué había llegado allí y quiso leer la nota.

Como ocurrió con Pelias y Jasón, al ver el rey la nota de Petro que decía que Belerofonte debía morir, el rey le mandó matar a la Quimera y así no tendría que matarle él, ya lo haría el monstruo. Con la muerte de la Quimera, Belerofonte cumple con la labor civilizadora de un héroe y además siguió los consejos de Atenea, cuando esta le dio unas bridas de oro para poder montar a Pegaso, caballo alado que nació de la sangre de Medusa cuando cayó al suelo, después de que Perseo le cortara la cabeza. Luchó también contra las Amazonas, esta lucha la tienen en común numerosos héroes quizá por lo atrevido de éstas. Eran las amazonas hijas de Ares, el dios de la guerra, y no respetaban las convenciones establecidas para las mujeres: su sociedad estaba formada sólo por mujeres, hacían la guerra, territorio exclusivo de los hombres, a los que además utilizaban para que su sociedad pudiera existir a lo largo de generaciones. También luchan contra ellas Heracles y Teseo, porque por su  modo de vida se las asimila a los bárbaros y a estos héroes, a raíz de su victoria, se le atribuyen valores civilizadores en sus ciudades o regiones de origen.

Resueltos todos los mandatos del rey de Licia, éste se dio cuenta de que por su valía y valor, debía ser hijo de algún dios y le casó con su hija, compartió con él el poder real y los licios le regalaron el campo que más frutos producía.

Glauco prefiere dar los nombres de los monstruos como la Quimera y referir a las Amazonas, antes que dar el nombre del rey de Licia o el de la esposa de Belerofonte. Le interesa recalcar cuales fueron los adversarios, vencidos por su antepasado para darle toda la importancia que pueda.

A continuación sigue con su árbol genealógico, él es el nieto de Belerofonte y el hijo de Hipóloco. Vemos aquí otro paralelo esta vez con la misma Ilíada, pues su padre le aconseja que sobresalga entre todos los guerreros y que no deshonre a sus antepasados. Estas palabras son parecidas a las de Héctor cuando se despide de su hijo y le dice que sea valiente y que tenga mejor suerte que él, y lo mismo pasa, aunque no se refleje en la Ilíada, con Peleo y su hijo Aquiles.

Intercambio de armas entre Glauco y Diomedes, ca. 420 a.C.

Diomedes se alegró de oír eso porque se da cuenta de que sus antepasados tuvieron lazos de hospitalidad, esos lazos son sagrados y no deben romperse nunca. A continuación Diomedes se lo refiere todo: Eneo tuvo como huésped a Belerofonte y entre ambos hubo un intercambio de regalos: Le dice después que ambos son huéspedes, el uno del otro, y que tienen otros muchos troyanos y aqueos que matar. Luego ambos cambian sus armaduras a modo de regalo como ocurrió con sus antepasados, para que todos sepan que presumen de ser huéspedes paternos.

Como otros héroes, Diomedes contaba con la ayuda de la diosa Atenea. Dentro del combate hirió de muerte al héroe troyano Eneas, que pudo salvarse gracias a al intervención de su madre, la diosa Afrodita. Inmediatamente después Diomedes hirió a Afrodita, porque sabía que aunque era una diosa, era una divinidad menor que no intervenía dentro de una guerra como Atenea; Afrodita incluso tuvo que pedir ayuda a Ares. Pero como sabemos por otros muchos casos, la ofensa a un dios nunca queda impune y Diomedes recibe su castigo cuando descubre al llegar a casa que su esposa le engaña con otro hombre, así se vengó la diosa del amor.

El aedo nos cuenta como Zeus perturbó a Glauco, pues cambió sus armas de oro por las de Diomedes que eran de bronce y a continuación nos dice cuántos bueyes valen cada una, es uno de los datos que nos ofrece el aedo sobre la vida cotidiana y se alude a una época en la que no conocían la moneda y los negocios se hacían a través del trueque.