Estatua de Posidón (o Zeus)
encontrada en el Cabo Artemision, 460-450 a.C.
Apolodoro, Biblioteca I 2, 1
(Traducción: Grupo Tempe)
Los Cíclopes entregaron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo, a Plutón el yelmo y a Posidón el tridente. Así armados vencen a los Titanes. Ellos echaron a suertes el poder y a Zeus le correspondió el dominio del cielo, a Posidón el del mar y a Plutón el del Hades.
Himnos Homéricos II, a Posidón (Trad. Grupo Tempe)
"Por Posidón, el gran dios, comienzo a cantar, el que agita la tierra y el límpido mar, el marino. Doble fue el honor que los dioses te atribuyeron: de los corceles ser el domador y, a la vez, salvador de naves. ¡Salve, Posidón conductor del carro subterráneo, el de oscura cabellera! y, feliz, con corazón benévolo, ampara a los navegantes.
Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica V, 55 (Trad. Grupo Tempe)
La isla llamada Rodas la habitaron los Telquines, que eran hijos del mar, y que en compañia de una hija del mar llamada Cafira criaron a Posidón, a quien Rea había puesto a su cuidado.
Anfitrite, Nike (Victoria) y Posidón
Posidón y Anfitrite, detalle de la procesión nupcial de las Bodas de Tetis y Peleo, ca. 580 a.C.
Apolodoro, Biblioteca I, 1, 5-7
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda,
Madrid, Gredos, 1985)
"Posidón se unió a Anfitrite, hija de Oceáno, y nacieron Tritón y Rode, a la que desposó Helios"
G. Bernini, "Neptuno y Tritón", 1620.
Hesíodo, Teogonía 454 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)
"De Anfitrite y del resonante Ennosigeo nació el fornido y enorme Tritón que, en las profundidades del mar, junto a su madre y soberando padre, habita palacios de oro, terrible dios."
Pausanias IX 21, 1
(trad. Mª C. Herrero Ingelmo,
Madrid, Gredos, 1985)
"... Los Tritones presentan este aspecto: tienen en la cabeza pelo como las ranas de las lagunas y no sólo en cuanto al color, sino también en que no se puede separar un pelo de los otros. El resto de su cuerpo está erizado con finas escamas como el pez lija. Tienen branquias bajo las orejas y nariz de hombre, pero una boca más ancha y dientes de animal. Sus ojos, según creo, son claros, y tienen manos, dedos y uñas parecidas a las conchas marinas. Debajo del pecho y del vientre tienen una cola como la de los delfines en lugar de pies."
N. Poussin, "Triunfo de Neptuno y Anfitrite", 1634
Fragmento lírico anónimo, PMG 939 (trad. Fco. Rodríguez Adrados, Lírica. Poemas corales y monódicos, 700-300 A.C., Madrid, 2006 p. 462 s.)
Oh el más excelso de los dioses, marinero, tridente de oro, Posidón que abrazas la tierra... con tus branquias, en torno a ti estas bestias acuáticas danzan en círculo, saltando ligeras con el rápido movimiento de sus pies, chatos cachorros rápidos de cuello áspero, delfines amantes de las Musas, ganado marino de las doncellas Nereidas, las diosas que dio a luz Anfitrita; vosotros que me llevasteis a la tierra de Pélope, al cabo Ténaro, a mí que erraba por el mar de Sicilia, transportándome en vuestros lomos redondos cortandos el surco de la llanura de Nereo, camino nunca hollado; cuando unos hombres traicioneros me arrojaron desde la lisa nave que surca el mar al agua espumante del ponto.
Higino, Fábulas 188, 1-4
(Traducción: Grupo Tempe)
Neptuno tomó [a Teófane] y se la llevó a la isla de Crumisa. Al saber los pretendientes [de aquélla] que vivía allí, botaron una nave y se dirigieron a Crumisa. Neptuno para engañarlos transformó a Teófane en una hermosísima oveja, así mismo en un carnero y a los habitantes de Crumisa en un rebaño. Cuando los pretendientes llegaron allí y no encontraron ningún ser humano, comenzaron a sacrificar ovejas y a comer su carne. Cuando Neptuno vio que los que habían sido transformados en ovejas eran devorados, convirtió a los pretendientes en lobos. Él mismo, como era un carnero, se unió a Teófane y de ellos nació un carnero de vellón dorado, que llevó a Frixo a la Cólquide y cuya piel depositó Eetes en el santuario de Marte y hurtó Jasón.
Francesco Xanto Avelli, Neptuno raptando a Teófane, 1532
Posidón persigue a Amimone. Lebes gamikos, ca 480 - 460 BC
Apolodoro, Biblioteca II, 1, 4-5 (Trad. Grupo Tempe)
Desde aquí (Dánao) se dirigió a Argos. Pero, como careciera de agua la comarca, ya que Posidón había desecado incluso las fuentes, envió (Dánao) a sus hijas a buscar agua. Entonces una e ellas, Amimone, cuando andaba buscando agua disparó una flecha contra un ciervo y fue a dar a un sátiro que se hallaba durmiendo, y éste al despertarse pretendió violarla. Sin embargo, al aparecer Posidón el sátiro se dio a la fuga. Entonces Amimone hizo el amor con el dios y éste le reveló las fuentes de Lerna. Amimone concibió de Posidón a Nauplio.
Fuente de Neptuno. Jardines de La Granja (Segovia)
Esquilo, Los Siete contra Tebas 304-11 (Trad. Grupo Tempe)
¿Qué asiento de la tierra vais a tomar a cambio que éste mejor, al enemigo este suelo dejando de hondas glebas y el agua de la fuente Dirce, que es el más nutricio de entre los licores cuantos hace que broten Posidón, esposo sacro de la Tierra, y las hijas de Tetis?
J. Jordaens, "Neptuno crea el caballo", 1640-1650.
Apolodoro, Biblioteca III, 6, 8 (Trad. Grupo Tempe)
Tan sólo a Adrasto lo salvó su caballo Arión, al que había engendrado Deméter, cuando ella durante el coito había tomado la apariencia de una Erinia.
Lecito atribuido al pintor Diosphos, ca 500 - 450 a.C.:
Perseo escapa después de haber cortado la cabeza a Medusa, de cuya herida nace el caballo alado, Pegaso.
Higino, Fábulas 151, 2 (Trad. Grupo Tempe)
De Medusa, hija de Górgona, y de Neptuno, nacieron Crisaor y el caballo Pegaso.
Neptune's Horses por Walter Crane (1845-1915)
Aristófanes, Los caballeros 561-569
(Traducción Grupo Tempe)
"¡Soberano hípico Posidón, a quien el retumbar de los caballos de broncíneo galope y sus relinchos regocija, y las trirremes de azulado espolón, ven aquí al coro, dios del áureo tridente"
Neptuno calmando la tempestad, P.P. Rubens, 1635
Homero, Odisea
I, 60 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
(Habla Atenea)
¿Y a ti, Zeus Olímpico? ¿No se te conmueve el corazón? ¿No te era grato Odiseo cuando sacrificaba junto a las naves de los argivos? ¿Por que así te has airado contra él, Zeus?
Contestóle
Zeus, que amontona las nubes:
—¡Hija mía! ¡Qué palabras se te escaparon del cerco de los dientes? ¿ Cómo
quieres que ponga en olvido al divinal Odiseo, que por su inteligencia se señala
sobre los demás mortales y siempre ofreció muchos sacrificios a los inmortales
dioses que poseen el anchuroso cielo? Pero Poseidón, que ciñe la tierra, le
guarda vivo y constante rencor porque cegó al ciclope, al deiforme Polifemo; que
es el más fuerte de todos los ciclopes y nació de la ninfa Toosa, hija de Forcis,
que impera en el mar estéril, después que esta se unió con Poseidón en honda
cueva. Desde entonces Poseidón, que sacude la tierra, si bien no intenta matar a
Odiseo, hace que vaya errante lejos de su patria. Mas ¡ea! tratemos todos
nosotros de la vuelta del mismo y del modo como haya de llegar a su patria; y
Poseidón depondrá la cólera, que no le fuera posible contender, solo y contra la
voluntad de los dioses, con los inmortales todos.
Polifemo cegado por Ulises. Detalle de un vaso ático, mediados s.VII a.C.
© Archeological Receipts Fund, Athens.
Homero, Odisea IX 375 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
Entonces metí la estaca debajo del abundante rescoldo, para calentarla, y animé con mis palabras a todos los compañeros: no fuera que alguno, poseído de miedo, se retirase. Mas cuando la estaca de olivo, con ser verde, estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, fui y la saqué del fuego; rodeáronme mis compañeros, y una deidad nos infundió gran audacia. Ellos, tomando la estaca de olivo, hincáronla por la aguzada punta en el ojo del Cíclope; y yo, alzándome, hacíala girar por arriba. De la suerte que cuando un hombre taladra con el barreno el mástil de un navío, otros lo mueven por debajo con una correa, que asen por ambas extremidades, y aquél da vueltas continuamente: así nosotros, asiendo la estaca de ígnea punta, la hacíamos girar en el ojo del Ciclope y la sangre brotaba alrededor del ardiente palo. Quemóle el ardoroso vapor párpados y cejas, en cuanto la pupila estaba ardiendo y sus raíces crepitaban por la acción del fuego. Así como el broncista, para dar el temple que es la fuerza del hierro, sumerge en agua fría una gran segur o un hacha que rechina grandemente, de igual manera rechinaba el ojo del Ciclope en torno de la estaca de olivo. Dió el Ciclope un fuerte y horrendo gemido, retumbó la roca, y nosotros, amedrentados, huimos prestamente; mas él se arrancó la estaca, toda manchada de sangre, arrojóla furioso lejos de sí y se puso a llamar con altos gritos a los Ciclopes que habitaban a su alrededor, dentro de cuevas, en los ventosos promontorios.
Detalle de un oinocoe ático ca. 510-490 a.C.
Ulises escapa de Polifemo. Detalle de stamnos ático c. 490 BC. New York, Market (Sotheby's) © Sotheby's
Homero, Odisea IX 420 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
Mas yo
meditaba cómo pudiera aquel lance acabar mejor y si hallaría algún arbitrio para
librar de la muerte a mis compañeros y a mí mismo. Revolví toda clase de engaños
y de artificios, como que se trataba de la vida y un gran mal era inminente, y
al fin parecióme la mejor resolución la que voy a decir. Había unos carneros
bien alimentados, hermosos, grandes, de espesa y obscura lana; y, sin desplegar
los labios, los até de tres en tres, entrelazando mimbres de aquellos sobre los
cuales dormía el monstruoso e injusto Cíclope: y así el del centro llevaba a un
hombre y los otros dos iban a entre ambos lados para que salvaran a mis
compañeros.
Tres carneros llevaban por tanto, a cada varón; mas yo viendo que había otro
carnero que sobresalía entre todas las reses, lo así por la espalda, me deslicé
al vedijudo vientre y me quedé agarrado con ambas manos a la abundantísima lana,
manteniéndome en esta postura con ánimo paciente. Así, profiriendo suspiros,
aguardamos la aparición de la divina Aurora.
Neptuno calma la tempestad, L. S. Adam, 1737
Homero, Odisea V 282 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
El
poderoso Poseidón, que sacude la tierra, regresaba entonces del país de los
etíopes y vio a Odiseo de lejos, desde los montes Solimos, pues se le apareció
navegando por el ponto. Encendióse en ira la deidad y, sacudiendo la cabeza,
habló entre sí de semejante modo:
—¡Oh dioses! Sin duda cambiaron las deidades sus propósitos en orden a Odiseo,
mientras yo me hallaba entre los etíopes. Ya está junto a la tierra de los
feacios, donde es fatal que se libre del cúmulo de desgracias que le han
alcanzado. Creo, no obstante, que aún habrán de cargar sobre él no pocos males.
Dijo; y, echando mano al tridente, congregó las nube, y turbó el mar; suscitó
grandes torbellinos de toda clase de vientos; cubrió de nubes la tierra y el
ponto, y la noche cayó del cielo. Soplaron a la vez el Euro, el Noto, el
impetuoso Céfiro y el Bóreas que, nacido en el éter, levanta grandes olas.
Entonces desfallecieron las rodillas y el corazón de Odiseo.
Ulises y Polifemo. J. M. W. Turner
Homero, Odisea IX 507 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
(Cíclope).—¡Oh dioses! Cumpliéronse los antiguos pronósticos. Hubo aquí un adivino excelente y grande, Telémaco Aurímida, el cual descollaba en el arte adivinatoria y llegó a la senectud profetizando entre los ciclopes; éste, pues, me vaticinó lo que hoy sucede: que sería privado de la vista por mano de Odiseo. Mas esperaba yo que llegase un varón de gran estatura, gallardo, de mucha fuerza; y es un hombre pequeño, despreciable y menguado quien me cegó el ojo, subyugándome con el vino. Pero, ea, vuelve, Odiseo, para que te ofrezca los dones de la hospitalidad y exhorte al ínclito dios que bate la tierra, a que te conduzca a la patria; que soy su hijo y él se gloria de ser mi padre. Y será él, si te place, quien me curará y no otro alguno de los bienaventurados dioses ni de los mortales hombres.
Habló, pues, de esta suerte; y le contesté (Ulises) diciendo:
—¡Así pudiera quitarte el alma y la vida, y enviarte a la morada de Hades, como ni el mismo dios que sacude la tierra te curará el ojo!
Así dije. Y el Ciclope oró en seguida al soberano Poseidón alzando las manos al estrellado cielo:
—¡Oyeme, Poseidón que ciñes la tierra, dios de cerúlea cabellera! Si en verdad soy tuyo y tú te glorias de ser mi padre, concédeme que Odiseo, asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Itaca, no vuelva nunca a su palacio. Mas si le está destinado que ha de ver a los suyos y volver a su bien construida casa y a su patria, sea tarde y mal, en nave ajena, después de perder todos los compañeros, y se encuentre con nuevas cuitas en su morada!
Así dijo rogando, y le oyó el dios de cerúlea cabellera. Acto seguido tomó el Ciclope un peñasco mucho mayor que el de antes, lo despidió, haciendo voltear con fuerza inmensa, arrojóse detrás de nuestro bajel de azulada proa, y poco faltó para que no diese en la extremidad del gobernalle. Agitóse el mar por la caída del peñasco, y las olas, empujando la embarcación hacia adelante, hiciéronla llegar a tierra firme.
Neptuno en su carro guiado por hipocampos. Mosaico romano. Época Imperial. Túnez
Luciano, Diálogos de los dioses del mar 2, 1, 2-4 (trad. Grupo Tempe)
Cíclope. -Padre, ¡qué sufrimiento he padecido por culpa de ese maldito extranjero! Me emborrachó y luego me cegó, atacándome mientras dormía.
Posidón.- ¿Y quién fue el que tuvo tal atrevimiento, Polifemo?
Cíclope.-Al principio se llamaba Nadie; pero una vez que huyó y estuvo fuera de tiro, dijo llamarse Odiseo. Y lo que más me indignó fue que me insultaba por mi desgracia, diciéndome: Ni tu padre, Posidón, podrá curarte.
Posidón.-Ánimo, hijo mío, que yo lo castigaré, para que sepa que, si para mí es imposible curar la privación de la vista, al menos en mis manos está la suerte de los navegantes, el salvarlos o el perderlos, y él navega todavía.
Posidón rodeado de seres marinos. Ostia. Roma
Homero, Odisea XIII, 128 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
Posidón. —¡Padre Zeus! Ya no seré honrado nunca entre los inmortales dioses, puesto que no me honran en lo más mínimo ni tan siquiera los mortales, los feacios, que son de mi propia estirpe. No dejaba de figurarme que Odiseo tornaría a su patria, aunque a costa de multitud de infortunios, pues nunca le quité del todo que volviese, por considerar que con tu asentimiento se lo habías prometido; mas los feacios, llevándole por el ponto en velera nave, lo han dejado en Itaca, dormido, después de hacerle innumerables regalos: bronce, oro en abundancia vestiduras tejidas, y tantas cosas como nunca sacara de Troya si volviese indemne y después de lograr la parte que del botín le correspondiera.
Respondióle Zeus, que amontona las nubes:
—¡Ah, poderoso dios que bates la tierra! ¡Qué dijiste! No te desprecian los dioses, que sería difícil herir con el desprecio al más antiguo y más ilustre. Pero si deja de honrarte alguno de los hombres, por confiar en sus fuerzas y en su poder, está en tu mano tomar venganza. Obra, pues, como quieras y a tu ánimo le agrade.
Contestóle Poseidón, que sacude la tierra:
—Al punto hubiera obrado como me aconsejas, oh dios de las sombrías nubes, pero me espanta tu cólera y procuro evitarla. Ahora quiero que naufrague en el obscuro ponto la bellísima nave de los feacios que vuelve de conducir a aquél -con el fin de que en adelante se abstengan y cesen de llevar a los hombres- y cubrir luego la vista de la ciudad con una gran montaña.
Repuso Zeus, que amontona las nubes:
—¡Oh querido! Tengo para mi que lo mejor será que, cuando los ciudadanos están mirando desde la población cómo el barco llega, lo tornes un Peñasco, junto a la costa, de suerte que guarde la semejanza de una velera nave, para que todos los hombres se maravillen, y cubras luego la vista de la ciudad con una gran montaña.
Apenas lo oyó Poseidón, que sacude la tierra, fuese a Esqueria, donde viven los feacios, y allí se detuvo. La nave, surcadora del ponto, se acercó con rápido impulso, y el que sacude la tierra, saliéndole al encuentro, la tornó un peñasco y de un puñetazo hizo que echara raíces en el suelo, después de lo cual fuése a otra parte.
J. S. Copley, El retorno de Neptuno
Virgilio, Eneida I, 133ss. (trad. Grupo Tempe)
¿Ya revolvéis el cielo y la tierra sin mi permiso, vientos, y os atrevéis a levantar moles tan grandes? Marchaos ya de aquí y decid esto a vuestro rey: el gobierno del mar y el cruel tridente no a él, sino a mí los confió la suerte; que se jacte Éolo en la cerrada cárcel de los vientos.
Así habla, y antes de decirlo aplaca el mar hinchado y dispersa el montón de nubes y vuelve a traer el sol, serena el mar y recorre la cresta de las olas con sus ruedas ligeras.
DOMENICHINO and assistants, 'Apollo and Neptune advising Laomedon on the Building of Troy', 1616-18.
The National Gallery of London
Higino (Fábulas 89, 1-2). Trad. Grupo Tempe
"Se dice que Neptuno y Apolo rodearon Troya con una muralla. El rey Laomedonte prometió solemnemente que inmolaría en su honor todo el ganado que naciese ese año en su reino. No cumplió esa promesa por avaricia. Por este motivo. Neptuno envió un monstruo marino que arruinara Troya, a causa de lo cual el rey envió a consultar el oráculo de Apolo. Apolo, irritado, respondió que la epidemia tendría fin si las doncellas de los troyanos eran ofrendadas al monstruo marino.
Posidón, Apolo y Ártemis, friso este del Partenón. 448–429 a.C. Museo de la Acrópolis
Homero,
Ilíada
7, 445-463
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
Los dioses sentados a la vera de Zeus fulminador contemplaban la grande obra de los aqueos de broncíneas corazas: y Poseidón que sacude la tierra, empezó a decirles:
—¡Padre Zeus! ¿Cuál de los mortales de la vasta tierra consultará con los dioses sus pensamientos y proyectos? ¿No ves que los aqueos, de larga cabellera, han construido delante de las naves un muro con su foso, sin ofrecer a los dioses hecatombes perfectas? La fama de este muro se extenderá tanto como la luz de la aurora; y se echará en olvido el que labramos Febo Apolo y yo, cuando con gran fatiga construimos la ciudad para el héroe Laomedonte.
Zeus, que amontona las nubes, respondió indignado:
— ¡Oh dioses! ¡Tú, prepotente batidor de la tierra, qué palabras proferiste! A
un dios muy inferior en fuerza, y ánimo podría asustarle tal pensamiento; pero
no a ti, cuya fama se extenderá tanto como la luz de la aurora. Ea, cuando los
aqueos, de larga cabellera, regresen en las naves a su patria, derriba el muro,
arrójalo entero al mar, y enarena otra vez la espaciosa playa para que
desaparezca la gran muralla aquiva.
Neptuno a caballo, Werner Jacobsz. Van Den Valckert
Homero,
Ilíada
12, 10-33
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
Mientras vivió Héctor, estuvo Aquileo irritado y la ciudad del rey Príamo no fue expugnada, la gran muralla de los aqueos se mantuvo firme. Pero cuando hubieron muerto los más valientes teucros, de los argivos, unos perecieron y otros se salvaron, la ciudad de Príamo fue destruida en el décimo año, y los argivos se embarcaron para regresar a su patria; Poseidón y Apolo decidieron arruinar el muro con la fuerza de los ríos que corren de los montes ideos al mar: el Reso, el Heptáporo, el Careso, el Rodio, el Gránico, el Esepo, el divino Escamandro y el Simois, en cuya ribera cayeron al polvo muchos cascos, escudos de boyuno cuero y la generación de los hombres semidioses.—Febo Apolo desvió el curso de los ríos y dirigió sus corrientes a la muralla por espacio de nueve días, y Zeus no cesó de llover para que más presto se sumergiese en el mar. Iba al frente de aquellos el mismo Poseidón que bate la tierra, con el tridente en la mano, y tiró a las olas los cimientos de troncos y piedras que con tanta fatiga echaron los aquivos, arrasó la orilla del Helesponto de rápida corriente, enarenó la gran playa en que estuvo el destruido muro, y volvió los ríos a los cauces por donde discurrían sus cristalinas aguas.
Stamnos
Ático, atribuido al pintor Troilo, ca. 500-475 a.C.
Homero, Odisea IV 495 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
Ayante sucumbió con sus naves de largos remos: primeramente acercóle Poseidón a las grandes rocas Giras, sacándole incólume del mar; y se librara de la muerte, aunque aborrecido de Atenea, si no hubiese soltado una expresión soberbia que le ocasionó gran daño: dijo que, aun a despecho de los dioses, escaparía del gran abismo del mar. Poseidón oyó sus jactanciosas palabras, y, al instante, agarrando con las robustas manos el tridente, golpeó la roca Girea y partióla en dos: uno de los pedazos quedó allí, y el otro, en el cual hubo de sentarse Ayante anteriormente para recibir gran daño, cayó en el piélago y llevóse al héroe al inmenso y undoso ponto. Y allí murió, después de engullir la salobre agua del mar.
J.-Ch. J. Rémond, Neptune's Grotto, Tivoli. 1833
Pausanias VII 24,
5-6
(Trad. Grupo Tempe)
Allí estuvo situada la ciudad de Hélice y los jonios tienen un santuario muy sagrado de Posidón Heliconio. Algún tiempo después, los aqueos arrancaron del santuario a unos suplicantes y les dieron muerte, pero no se demoró la cólera de Posidón, sino que inmediatamente un seísmo destruyó la región e hizo desaparecer los edificios y con ellos los cimientos mismos de la ciudad para la posteridad.
Muerte de Hipólito por Sir Lawrence Alma Tadema, 1860
Eurípides, Hipólito 887-898 (Trad. Grupo Tempe)
Teseo.-¡Oh padre Posidón, mata a mi hijo y que no escape a este día, si las maldiciones que me concediste eran claras!
Corifeo.-¡Señor, por los dioses, retira esa maldición!
Teseo.-Imposible. Y además le expulsará de esta tierra y recibirá el golpe de uno de estos dos destinos: o Posidón le enviará muerto a las moradas de Hades, por consideración a mis súplicas o, errante por un país extranjero, soportará una vida miserable.
Apolodoro, Epítome I, 19 (Trad. M. Rodríguez de Sepúlveda)
Así, cuando éste (Hipólito) corría guiando su carro cerca del mar. Posidón hizo surgir del oleaje un toro y al espantarse los caballos el carro se estrelló. Hipólito, enredado con las riendas, murió arrastrado.
Noël HALL,
Disputa
entre Minerve y Neptune,1748.
Museo del Louvre. París
Apolodoro, Biblioteca III, 14, 1 (Trad. Grupo Tempe)
Los dioses decidieron ocupar las ciudades en las que cada cual iba a recibir un culto especial. Así Posidón fue el primero en llegar al Ática y de un golpe de su tridente hizo aparecer en medio de la acrópolis el mar. Tras él llegó Atenea y plantó el olivo. Al producirse una disputa entre ambos a propósito de la región, Zeus los separó y les puso como árbitros a los dioses. De acuerdo con su veredicto, se adjudicó la región a Atenea, la primera en plantar el olivo. Posidón, lleno de cólera en su corazón, inundó la llanura Triasia y sumergió el Ática bajo el mar.
Véanse otras versiones de la disputa y el comentario pertinente
Atenea y Posidón
Detalle de un ánfora, ca 540 - 530 a.C.
Portada del reciente libro de P. Vidal-Naquel, La Atlántida (Madrid, Akal, 2006)
Platón, Critias 113 b-113e (Trad. Grupo Tempe)
Tal como se ha dicho, los dioses se distribuyeron la tierra en lotes mayores o más pequeños. Posidón, que obtuvo en sorteo la isla de la Atlántida, estableció en ella a los descendientes suyos que había engendrado en una mujer mortal. Cerca del mar había una llanura, la más hermosa por su excelencia y suficiente por su fertilidad. A su vez cerca de la llanura había un monte de altitud media, su habitante era uno de los hombres que nacieron de la tierra llamado Evénor y vivía con una mujer llamada Leucipe. Los dos engendraron únicamente a Clío. Cuando ya estaba en edad de recibir a varón, murieron su madre y su padre y entonces Posidón entró en deseo de ella y se le unió. Entonces la colina en que vivía el dios la convirtió n un cercado que la rodeaba por completo, un lugar inaccesible para los hombres porque todavía no había barcos ni navegación; él lo arregló en el centro de la isa sin esfuerzo como dios que era e hizo venir de debajo de la tierra dos fuentes, una de agua caliente y otra fría, y él ofreció de esa manera alimento de toda clase en cantidad suficiente.
Teseo en el Palacio de Posidón ca 480 - 470 a.C.
Dóride, Nereo, Posidón, Teseo y Anfitrite.
Eurípides, Hipólito 887-898 (Traducción: Grupo Tempe)
Teseo.-¡Oh padre Posidón, mata a mi hijo y que no escape a este día, si las maldiciones que me concediste eran claras!
Corifeo.-¡Señor, por los dioses, retira esa maldición!
Teseo.-Imposible. Y además le expulsará de esta tierra y recibirá el golpe de uno de estos dos destinos: o Posidón le enviará muerto a las moradas de Hades, por consideración a mis súplicas o, errante por un país extranjero, soportará una vida miserable.
Hebe o Iris en el centro, a la derecha Posidón con un pescado, Kýlix, ca. 500 a.C.
Homero, Ilíada XV 158 ss.
(Traducción
de Luis Segalá y Estalella)
(Habla Zeus)
—¡Anda, ve, rápida Iris! Anuncia esto al soberano Poseidón y no seas mensajera falaz. Mándale que, cesando de pelear y combatir, se vaya a la mansión de los dioses o al mar divino. Y si no quiere obedecer mis palabras y las desprecia, reflexione en su mente y en su corazón si, aunque sea poderoso, se atreverá a esperarme cuando me dirija contra él; pues le aventajo mucho en fuerza y edad, por más que en su ánimo se crea igual a mí, a quien todos temen.
De este modo habló. La veloz Iris, de pies veloces como el viento, no desobedeció; y bajó de los montes ideos a la sagrada Ilión... Así le dijo:
—Vengo, oh Poseidón, el de cerúlea cabellera, a traerte un mensaje de parte de Zeus, que lleva la égida. Te manda que, cesando de pelear y combatir, te vayas a la mansión de los dioses o al mar divino. Y si no quieres obedecer sus palabras y las desprecias, te amenaza con venir a luchar contigo y te aconseja que evites sus manos; porque dice que te supera mucho en fuerza y edad, por más que en tu ánimo te creas igual a él, a quien todos temen.
Respondióle muy indignado el ínclito Poseidón, que bate la tierra:
—¡Oh dioses! Con soberbia habla, aunque sea valiente, si dice, que me sujetará
por fuerza y contra mi querer, a mí, que disfruto de sus mismos honores. Tres
somos los hermanos nacidos de Rea y de Cronos: Zeus, yo y el tercero Hades, que
reina en los infiernos. El universo se dividió en tres partes para que cada cual
imperase en la suya. Yo obtuve por suerte habitar siempre en el espumoso y
agitado mar, tocáronle a Hades las tinieblas sombrías, correspondió a Zeus el
anchuroso cielo en medio del éter y las nubes; pero la tierra y el alto Olimpo
son de todos. Por tanto, no obraré según lo decida Zeus; y éste, aunque sea
poderoso, permanezca tranquilo en la tercia parte que le pertenece. No pretenda
asustarme con sus manos como si tratase con un cobarde. Mejor fuera que con esas
vehementes palabras riñese a los hijos e hijas que engendró, pues éstos tendrían
que obedecer necesariamente lo que les ordenare.
Replicó la veloz Iris, de pies veloces como el viento:
—¿He de llevar a Zeus, oh Poseidón, el de cerúlea cabellera, una respuesta tan
dura y fuerte? ¿No querrías modificarla? La mente de los sensatos es flexible.
Ya sabes que las Erinies se declaran siempre por los de más edad.
Contestó Poseidón, que sacude la tierra:
—¡Diosa Iris! Muy oportuno es cuanto acabas de decir. Bueno es que el mensajero
comprenda lo que es conveniente. Pero el pesar me llega al corazón y al alma,
cuando aquél quiere increpar con iracundas voces a quien el hado hiciera su
igual en suerte y destino. Ahora cederé, aunque estoy irritado. Mas te diré otra
cosa y haré una amenaza: si a despecho de mí, de Atenea, que impera en las
batallas, de Hera, de Hermes y del rey Hefesto, conservare la excelsa Ilión e
impidiere que, destruyéndola, alcancen los argivos una gran victoria, sepa que
nuestra ira será implacable.
Posidón e Iris, ca. 475 a.C.
Cuando esto hubo dicho, el dios que bate la tierra desamparó a los aqueos y se sumergió en el mar; pronto los héroes aquivos le echaron de menos.
© Henar Velasco López