La cacería del jabalí de Calidón

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Vaso François, ca. 570 a.C. y detalle del mismo con los protagonistas de la cacería del jabalí de Calidón, la primera pareja frente al jabalí está compuesta por Peleo y Meleagro, la segunda por Melanión y Atalanta

 

 

 

A. La versión de Fénix: el mito de Meleagro como paradigma ante el colérico Aquiles

 

Alma Tadema, "Escuchando a Homero"

Homero, Ilíada IX, 434-605 (Traducción de Luis Segalá y Estalella)

(Habla Fénix) —Si piensas en el regreso, preclaro Aquileo, y te niegas en absoluto a defender del voraz fuego las veleras naves, porque la ira anidó en tu corazón, ¿cómo podría quedarme solo y sin ti, hijo querido? El anciano jinete Peleo quiso que yo te acompañase cuando te envió desde Ptía a Agamemnón, todavía niño y sin experiencia de la funesta guerra ni de las juntas donde los varones se hacen ilustres: y me mandó que te enseñara a hablar bien y a realizar grandes hechos.

Por esto, hijo querido, no querría verme abandonado de ti, aunque un dios en persona me prometiera rasparme la vejez y dejarme tan joven como cuando salí de la Hélade, de lindas mujeres, huyendo de las imprecaciones de Amíntor Orménida, mi padre, que se irritó conmigo por una concubina de hermosa cabellera, a quien amaba con ofensa de su esposa y madre mía. Esta me suplicaba continuamente, abrazando mis rodillas, que yaciera con la concubina para que aborreciese al anciano. Quise obedecerla y lo hice; mi padre, que no tardó en conocerlo, me maldijo repetidas veces, pidió a las horrendas Erinies que jamás pudiera sentarse en sus rodillas un hijo mío, y el Zeus del infierno y la terrible Perséfone ratificaron sus imprecaciones. Estuve por matar a mi padre con el agudo bronce; mas algún inmortal calmó mi cólera, haciéndome pensar en la fama y en los reproches de los hombres, a fin de que no fuese llamado parricida por los aqueos. Pero ya no tenía ánimo para vivir en el palacio con mi padre enojado. Amigos y deudos querían retenerme allí y me dirigían insistentes: degollaron gran copia de pingües ovejas y de bueyes de tornátiles pies y curvas astas; pusieron a asar muchos puercos grasos sobre la llama de Hefesto; bebióse buena parte del vino que las tinajas del anciano contenían; y nueve noches seguidas durmieron aquéllos a mi lado, vigilándome por turno y teniendo encendidas dos hogueras, una en el pórtico del bien cercado patio y otra en el vestíbulo ante la puerta de la habitación. Al llegar por décima vez la tenebrosa noche, salí del aposento rompiendo las tablas fuertemente unidas de la puerta; salté con facilidad el muro del patio, sin que mis guardianes ni las sirvientas lo advirtieran, y huyendo por la espaciosa Hélade, llegué a la fértil Ptía, madre de ovejas.

Achilleus LIMC 445: Hidria, ca. 480-470 a.C.: Fénix, Odiseo, Aquiles y un joven, quizás Patroclo

El rey Peleo me acogió benévolo, me amó como debe de amar un padre al hijo unigénito que tenga en la vejez, viviendo en la opulencia; enriquecióme y púsome al frente de numeroso pueblo, y desde entonces viví en un confín de la Ptía reinando sobre los dólopes. Y te crié hasta hacerte cual eres, oh Aquileo semejante a los dioses, con cordial cariño; y tú ni querías ir con otro al banquete, ni comer en el palacio, hasta que, sentándote en mis rodillas, te saciaba de carne cortada en pedacitos y te acercaba el vino. ¡Cuántas veces durante la molesta infancia me manchaste la túnica en el pecho con el vino que devolvías! Mucho padecí y trabajé por tu causa, y considerando que los dioses no me habían dado descendencia, te adopté por hijo para que un día me librases del cruel infortunio.

 

Achilleus LIMC 443: Aríbalos, ca. 480-470 a.C. Presbeia: Odiseo, Aquiles, Ayante, Fénix, Diomedes

Pero Aquileo, refrena tu ánimo fogoso, no conviene que tengas un corazón despiadado, cuando los dioses mismos se dejan aplacar, no obstante su mayor virtud, dignidad y poder. Con sacrificios, votos agradables, libaciones y vapor de grasa quemada, los desenojan cuantos infringieron su ley y pecaron. Pues las Litaí son hijas del gran Zeus y aunque cojas, arrugadas y bizcas, cuidan de ir tras de Ate: ésta es robusta, de pies ligeros, y por lo mismo se adelanta, y recorriendo la tierra, ofende a los hombres: y aquéllas reparan luego el daño causado. Quien acata a las hijas de Zeus cuando se le presentan, consigue gran provecho y es por ellas atendido si alguna vez tiene que invocarlas. Mas si alguien las desatiende y se obstina en rechazarlas, se dirigen a Zeus y le piden que Ate acompañe siempre a aquél para que con el daño sufra la pena. Concede tú también a las hijas de Zeus, oh Aquileo, la debida consideración por la cual el espíritu de otros valientes se aplacó. Si el Atrida no te brindara esos presentes, ni te hiciera otros ofrecimientos para lo futuro, y conservara pertinazmente su cólera, no te exhortaría a que, deponiendo la ira, socorrieras a los argivos, aunque es grande la necesidad en que se hallan. Pero te da muchas cosas, le promete más y te envía, para que por él rueguen, varones excelentes, escogiendo en el ejército aqueo los argivos que te son más caros. No desprecies las palabras de éstos, ni dejes sin efecto su venida, ya que no se te puede reprochar que antes estuvieras irritado. Todos hemos oído contar hazañas de los héroes de antaño, y sabemos que cuando estaban poseídos de feroz cólera eran placables con dones y exorables a los ruegos. Recuerdo lo que pasó en cierto caso no reciente, sino antiguo, y os lo voy a referir, amigos míos.

 

Curetes y bravos etolos combatían en torno de Calidón y unos a otros se mataban, defendiendo aquéllos su hermosa ciudad y deseando éstos asolarla por medio de las armas. Había promovido esta contienda Artemis, la de áureo trono, enojada porque Eneo no le dedicó los sacrificios de la siega en el fértil campo: los otros dioses regaláronse con las hecatombes, y sólo a la hija del gran Zeus dejó aquél de ofrecerlas, por olvido o por inadvertencia, cometiendo una gran falta. Airada la deidad que se complace en tirar flechas, hizo aparecer un jabalí de albos dientes, que causó gran destrozo en el campo de Eneo, desarraigando altísimos árboles y echándolos por tierra cuando ya con la flor prometían el fruto. Al fin lo mató Meleagro, hijo de Eneo, ayudado por cazadores y perros de muchas ciudades —pues no era posible vencerle con poca gente, ¡tan corpulento era!, y ya a muchos los había hecho subir a la triste pira—, y la diosa suscitó entonces una clamorosa contienda entre los curetes y los magnánimos aqueos por la cabeza y la hirsuta piel del jabalí. Mientras Meleagro, caro a Ares, combatió, les fue mal a los curetes que no podían, a pesar de ser tantos, acercarse a los muros. Pero el héroe, irritado con su madre Altea, se dejó dominar por la cólera que perturba la mente de los más cuerdos y se quedó en el palacio con su linda esposa Cleopatra, hija de Marpesa Evenina, la de hermosos pies, y de Idas, el más fuerte de los hombres que entonces poblaban la tierra. (Atrevióse Idas a armar el arco contra Febo Apolo, para recobrar la esposa que el dios le robara; y desde entonces pusiéronle a Cleopatra sus padres el sobrenombre de Alcione, porque la venerable madre, sufriendo la triste suerte de Alción, deshacíase en lágrimas mientras el flechador Febo Apolo se la llevaba).

Localización de Calidon. Mapa de Carlos Parada

Retirado pues, con su esposa, devoraba Meleagro la acerba cólera que le causaran las imprecaciones de su madre; la cual, acongojada por la muerte violenta de un hermano, oraba a los dioses, y puesta de rodillas y con el seno bañado en lágrimas, golpeaba el fértil suelo invocando a Hades y a la terrible Perséfone para que dieran muerte a su hijo. La Erinies, que vaga en las tinieblas y tiene un corazón inexorable, la oyó desde el Erebo, y en seguida creció el tumulto y la gritería ante las puertas de la ciudad, las torres fueron atacadas y los etolos ancianos enviaron a los eximios sacerdotes de los dioses para que suplicaran a Meleagro que saliera a defenderlos, ofreciéndole un rico presente: donde el suelo de la amena Calidón fuera más fértil, escogería él mismo un hermoso campo de cincuenta yugadas, mitad viña y mitad tierra labrantía. Presentóse también en el umbral del alto aposento el anciano jinete Eneo; y llamando a la puerta, dirigió a su hijo muchas súplicas. Rogáronle asimismo sus hermanas y su venerable madre. Pero él se negaba cada vez más. Acudieron sus mejores y más caros amigos, y tampoco consiguieron mover su corazón, ni persuadirle a que no aguardara, para salir del cuarto, a que llegaran hasta él los enemigos. Y los curetes escalaron las torres y empezaron a pegar fuego a la gran ciudad. Entonces la esposa, de bella cintura, instó a Meleagro llorando y refiriéndole las desgracias que padecen los hombres, cuya ciudad sucumbe: Matan a los varones, le decía; el fuego destruye la ciudad, y son reducidos a la esclavitud los niños y las mujeres de estrecha cintura. Meleagro, al oír estas palabras sintió que se le conmovía el corazón; y dejándose llevar por su ánimo, vistió las lucientes armas y libró del funesto día a los etolos; pero ya no le dieron los muchos y hermosos presentes, a pesar de haberlos salvado de la ruina.

 

Y ahora tú, amigo mío, no pienses de igual manera, ni un dios te induzca a obrar así; será peor que difieras el socorro para cuando las naves sean incendiadas; ve, pues, por los presentes, y los aqueos te venerarán como a un dios, porque si intervinieres en la homicida guerra cuando ya no te ofrezcan dones, no alcanzarás tanta honra aunque rechaces a los enemigos.

 

 

 

 

Montañas de Calidón. Foto de P. Olalla, Atlas Mitológico de Grecia

 

 

B. Las versiones de la muerte de Meleagro

 

 

 

I. Muerte a manos de Apolo.

Papiro Ibscher, col. 1

“(Ninguno de los hombres pudo) hacerme perecer con su violencia y con su larga lanza, (pero la Moira funesta) y (el hijo) de Leto (me) hicieron perecer”.

Hesíodo, Eeas, Fgto. 25

“Ninguno de los héroes en la lacrimosa guerra matadora de hombres se atrevió a mirar de frente y atacar al violento Meleagro cuando se aprestaba a luchar cara a cara. Pero a manos de Apolo... luchando contra los curetes junto a la elevada Pleurón”.

 

 

II. El Tizón.

 

Althaia LIMC 3: Detalle de un sarcófago ca. 180-190 d.C. Altea arroja el tizón al fuego, mientras la Moira toma nota en su tablilla.

 

Esquilo, Coéforas, 602-611

“Sépalo todo aquel que no deja que vuele su mente. Que conozca la maquinación que meditó una mujer que mató a su hijo, la miserable hija de Testio: quemó, prendiéndole fuego, el rojo tizón que tenía la misma edad que su hijo desde que lloró, cuando hubo salido de su madre y con él compartía la duración de la vida hasta el día fijado por la Moira”

 

        Baquílides, Epinicio V, 69 ss. (trad. F. García Romero)

 -Encuentro en el Hades de Meleagro y Heracles-

Descollaba la sombra del osado guerrero agitador de la lanza, del descendiente de Portaón (Meleagro).

 

Meleagro LIMC 44: Crátera, ca. 450-425 a.C. Meleagro es la segunda figura de la izquierda, el primero es Hermes y a su derecha Heracles con su maza

Cuando lo vio el hijo de Alcmena (Heracles)... dijo: “¿Quién de entre los inmortales o de entre los hombres tal vástago crió y en qué tierra? ¿Y quién lo mató?...” A él respondió Meleagro entre lágrimas: “Duro es hacer cambiar el pensamiento de los dioses para los hombres de la tierra. Pues, si no, Eneo fustigador de caballos habría hecho cesar la cólera de la venerable diosa coronada de capullos, de Ártemis... Pero invencible la diosa mantuvo su cólera; y una fiera de gran violencia lanzó la doncella, un jabalí despiadado en el combate, hacia Calidón de hermosos campos, donde, desbordando fuerza, las viñas cortaba con sus dientes y destrozaba ovejas y cualquier hombres que se interpusiera en su camino.

 

 

"La caza de Meleagro", Ch. Le Brun, ca. 1658. Museo del Louvre

 

 

Contra él odiosa batalla los mejores de los griegos sostuvimos encarnizadamente seis días seguidos; y cuando la divinidad nos otorgó la victoria a los etolos, rendimos honras fúnebres a quienes había matado el jabalí de potente mugido en su violenta acometida, a Anceo y a Agelao, el mejor de mis fieles hermanos, <a los cuales> dio a luz Altea en los palacios... muy ilustres de Eneo.

<Los > destruyó hado destructor <a todos (?)>, pues aún la despiadada no <había hecho cesar> su cólera, la cazadora hija de Leto; y por su flava piel luchamos encarnizadamente con los curetes firmes en la guerra. Allí yo, entre otros muchos, maté a Íficlo y al valeroso Afarete, mis impetuosos tíos maternos; pues Ares de violento ánimo no distingue al amigo en el combate, sino que ciegos salen de sus manos los dardos contra las vidas de los enemigos y llevan la muerte a quienes la divinidad quiera.

 

 

 

 

Althaia, LIMC 4. Crátera de volutas con la muerte de Meleagro. 2ª mitad s. IV a.C. Altea es quizás la figura femenina de la izquierda

Esto no tuvo presente la despiadada hija de Testio, madre malhadada, y planeó mi destrucción, intrépida mujer. Quemó fuera del artístico cofre, entre sollozos, el leño de pronta muerte, el cual precisamente la diosa del destino había decretado que fuera entonces límite de nuestra vida. Me hallaba yo despojando el irreprochable cuerpo de Clímeno, valeroso hijo de Daípilo, tras haberlo alcanzado delante de las murallas –ellos huían hacia la bien construida antigua ciudad de Pleurón–, cuando comenzó a debilitarse mi dulce vida; me di cuenta de que se me iban las fuerzas, ¡ay!, y exhalando el postrer aliento rompí a llorar, desgraciado, por la radiante juventud que dejaba tras de mí.”

Dicen que el impávido ante el grito de combate, el hijo de Anfitrión, sólo entonces humedeció sus párpados, compadeciendo la suerte del desdichado héroe. Y respondiéndole dijo así: “Para los mortales no haber nacido es lo mejor y no haber visto la luz del sol. Pero, ya que en nada aprovecha lamentarse por ello, es preciso hablar de lo que realmente ha de cumplirse. ¿Hay acaso en los palacios de Eneo, caro a Ares, alguna de sus hijas aún no casada, a ti en su porte semejante? De buen grado la haría mi esposa”. Y a él contestó el alma de Meleagro firme en la guerra: “En casa dejé a Deyanira de fresco cuello, ignorante aún de la áurea Cipris que encanta a los mortales”.

 

 

 

 

Apolodoro, Biblioteca I, 8, 1-3  (trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)

“Eneo, rey de Calidon, fue el primero que cultivó la vid, recibida de Dioniso. Casado con Altea, hija de Testio, engendró a Toxeo… Altea tuvo otro hijo de Eneo, Meleagro, que algunos creen engendrado por Ares. Cuentan que al cumplir siete días se presentaron las Moiras y declararon que Meleagro moriría cuando el tizón que ardía en el hogar se consumiese. Altea al oír esto, retiró el tizón y lo guardó en un arca. Meleagro, que creció invulnerable y valeroso, murió por la siguiente causa: habiendo ofrendado Eneo las primicias de los frutos anuales de la región a todos los dioses, se olvidó únicamente de Ártemis, y ella, irritada, envió un jabalí de fuerza y tamaño extraordinarios que arrasaba los sembrados y destruía los rebaños y las gentes que se encontraba. Para atacarlo, Eneo convocó a los más valerosos de la Hélade y prometió la piel como premio a quien le diera muerte.

 

Vaso François, ca. 570 a.C. y detalle del mismo con los protagonistas de la cacería del jabalí de Calidón, la primera pareja son Peleo y Meleagro, la segunda Melanión y Atalanta

Los que acudieron a cazar el jabalí fueron éstos: Meleagro, hijo de Eneo, y Driante, hijo de Ares, ambos de Calidón; Idas y Linceo, hijos de Afareo, de Mesenia; Cástor y Pólux, hijos de Zeus y Leda, de Lacedemonia; Teseo, hijo de Egeo, de Atenas; Admeto, hijo de Feres, de Feras; Anceo y Cefeo, hijos de Licurgo, de Arcadia; Jasón, hijo de Esón, de Yolco; Ificles, hijo de Anfitrión, de Tebas; Pirítoo, hijo de Ixión, de Larisa; Peleo, hijo de Éaco, de Ftía; Telamón, hijo de Éaco, de Salamina; Euritión, hijo de Áctor, de Ftía; Atalanta, hija de Esqueneo, de Arcadia; Anfiarao, hijo de Oícles, de Argos; con éstos llegaron también los hijos de Testio.

Cuando estuvieron reunidos, Eneo los agasajó durante nueve días, al décimo, Cefeo y Anceo y algunos otros desdeñaron salir con una mujer en busca del animal, pero Meleagro, que, a pesar de estar casado con Cleopatra, hija de Idas y Marpesa, quería tener hijos de Atalanta, los obligó a ir con ella. Cuando tuvieron rodeado al jabalí, éste mató a Hileo y a Anceo, mientras que Peleo involuntariamente atravesó con un venablo a Euritión.

 

Atalanta LIMC 27: Ánfora apulia, ca. 330 a.C. Meleagro entrega la piel a Atalanta, Eros entre ellos y detrás Afrodita

 

Atalanta fue la primera en flechar al jabalí en el lomo, luego Anfiarao en un ojo; Meleagro alcanzándolo en el flanco lo remató, y entregó la piel a Atalanta. Los hijos de Testio no aceptaron que habiendo varones recibiera el premio una mujer, y se lo arrebataron con el pretexto de que les pertenecía por parentesco si Meleagro determinaba no cogerlo. Meleagro, encolerizado, mató a los hijos de Testio y devolvió la piel a Atalanta. Altea, entristecida por la pérdida de sus hermanos, encendió el tizón y Meleagro inmediatamente murió.

Otros dicen que Meleagro no murió de esta manera, sino que cuando los hijos de Testio se disputaban la piel porque Ificlo había sido el primero en herir al jabalí, estalló una guerra entre los Curetes y los calidonios; al salir Meleagro y dar muerte a algunos hijos de Testio, Altea lo maldijo y aquél, despechado, se quedó en casa; pero como los enemigos se acercaban ya a los muros y los ciudadanos imploraban su ayuda. Meleagro, convencido a duras penas por su esposa, salió y, después de matar al resto de los hijos de Testio, pereció en el combate; tras la muerte de Meleagro Altea y Cleopatra se ahorcaron y las mujeres que lloraban el cadáver fueron convertidas en aves.

 

 

 

 

C. El papel de Atalanta

 

A propósito de Atalanta y Melanión o Hipómenes, véase

Pausanias, Descripción de Grecia VIII, 45, 6
(trad. Mª C. Herrero Ingelmo, Madrid, Gredos, 1994)

Ruinas del Templo de Atenea Alea en Tegea (Arcadia). Fuente: www.culture.gr

El antiguo santuario de Atenea Alea lo hizo Aleo para los tegeatas. Algún tiempo después, los tegeatas construyeron para la diosa un gran templo digno de ver, que fue destruido por el fuego... El templo actual aventaja en mucho a todos los templos que tienen los peloponesios en equipamiento y tamaño... Me he enterado allí de que su arquitecto fue Escopas de Paros...

Reconstrucción del templo por Caudance Smith. Fuente: Proyecto Perseus.

En el frontón de delante está la caza del jabalí de Calidón. El jabalí está exactamente en el centro, y a su lado están Atalanta, Meleagro, Teseo, Telamón, Peleo, Polideuces y Yolao, que ayudó a Heracles en la mayoría de los trabajos, y también los hijos de Testio, hermanos de Altea, Prótoo y Cometes.

En el otro lado está Époco sosteniendo a Anceo, que tiene ya heridas y que ha dejado caer su hacha, y junto a él Cástor y Anfiarao, hijo de Oícles, y después Hipótoo, hijo de Cerción, hijo de Agamedes, hijo de Estinfalo. El último que está representado es Pirítoo. En el frontón de detrás está la batalla de Télefo y Aquiles en la llanura del Caico.

La antigua imagen de Atenea Alea, y con ella los colmillos del jabalí de Calidón, se los llevó consigo el emperador Augusto, después de vencer a Antonio y a sus aliados, entre los que estaban todos los arcadios excepto los de Mantinea. Parece que no fue Augusto quien comenzó a llevarse ofrendas e imágenes de dioses de los vencidos, sino que se hacía uso común de una antigua costumbre.

 

Meleagro LIMC 17: Hidria ca. 550-540 a.C. A la derecha, destaca Atalanta con el arco

 Calímaco, Himno a Ártemis 216 ss.

 

“No la censuran (a Atalanta) los famosos cazadores del jabalí de Calidón: hasta Arcadia llegaron, en efecto, los signos de ese triunfo, y todavía guarda los colmillos de la fiera. Ni siquiera me creo que en el Hades dirijan a la arquera reproche alguno Hileo y el insensato Reco, por más que la aborrezcan; no se habrán de sumar, de cierto, a la mentira sus costados, cuya sangre vertía la cúspide Menalia”

 

 

Ovidio, Metamorfosis VIII, 260-525 (trad. E. Leonetti Jungl, Madrid, Espasa Calpe, 199417)

...Cuentan que Eneo, en agradecimiento por la abundancia de un año próspero, había ofrecido en sacrificio a Ceres las primicias de las mieses, a Lieco su vino y a la rubia Minerva el jugo de la oliva. El codiciado honor, tras empezar por los dioses agrícolas, llegó luego a todos los demás: dicen que sólo los altares de la hija de Latona, olvidada, se quedaron sin incienso.

La ira alcanzó también a los dioses. “¡Pero no toleraremos que quede impune, y podrán decir que me he visto privada de honores, pero no de venganza!”, dice, y mandó a un jabalí a los campos de Eneo para que vengara su ofensa: no hay toros más grandes en el herboso Epiro, y también son más pequeños los de los campos de Sicilia. Sus ojos centellean inyectados en sangre, su cuello se yergue hirsuto, sus cerdas se erizan semejantes a rígidas astas, la espuma cae burbujeante por sus anchos miembros con ronco estridor, y sus dientes igualan a los de un elefante de la India; de su hocico sale el rayo, su aliento abrasa la hierba. Tan pronto pisotea los brotes de las mieses todavía verdes, como arrasa plantas ya maduras, esperanza que llorarán los campesinos, a quienes quita el pan cuando aún es espiga. Inútilmente esperan las eras la prometida cosecha, inútilmente esperan los graneros; son tendidos al suelo los cargados racimos y los largos sarmientos, y junto con las ramas también los frutos del olivo siempre cubierto de hojas. También se ensaña con los rebaños: no hay perros ni pastores que puedan defender a las ovejas, ni fieros toros que puedan defender al ganado.

La población huye, y no se siente segura si no es entre las murallas de la ciudad, hasta que Meleagro y un escogido tropel de jóvenes se reúnen deseosos de gloria: los gemelos Tindáridas, uno admirable boxeador, el otro admirable jinete; Jasón, inventor de la primera nave; Teseo con Pirítoo, en feliz concordia; los dos Testíadas, los hijos de Afareo, Linceo y el veloz Idas, y Ceneo, que ya no era mujer; el feroz Leucipo y Acasto, de insigne habilidad con la jabalina; Hipótoo, Dríade, y Fénix, hijo de Amíntor; los gemelos Actóridas, y Fileo, llegado desde la Élide. Tampoco faltaban Telamón y el progenitor del gran Aquiles, y junto con el hijo de Feretes y el beocio Iolao, el arrojado Euritón, y Equión, invicto en la carrera, y Lélex de Naricia, y Panope. Hileo y el feroz Hípaso, Néstor, todavía en sus años jóvenes, y los que Hipocoonte mandó desde la antigua Amiclas, y el suegro de Penélope, con Anceo de Parrasia y el sagaz hijo de Ampix; el hijo de Ecleo, todavía asalvo de su esposa, y la de Tegea, decoro de los bosques del Liceo.

N. Poussin (1594-1665), "Meleager's Hunt". Museo del Prado

Una fíbula de bruñido metal mordía el borde superior de su túnica, y su peinado era sencillo, recogido en un solo moño; de su hombro izquierdo colgaba tintineando una aljaba de marfil para las flechas, y también en la izquierda llevaba un arco. Tal era su atavío: de su aspecto, habrías podido decir que era virginal en un muchacho, masculino en una virgen. Tan pronto como la vio el héroe de Calidón la deseó, un fuego oculto le abrasó por dentro, contra la voluntad de los dioses, y exclamó: “¡Feliz aquel a quien ésta considere digno de ser su esposo!” Pero ni el tiempo ni el recato le permitieron decir más: una labor más importante, el gran enfrentamiento apremiaba.

 

Una selva de espesa arboleda, que nunca había sido talada, empezaba en la llanura y dominaba los campos en declive. Una vez llegados allí, algunos de los hombres tienden las redes, otros les quitan las correas a los perros, otros siguen las huellas de las patas grabadas en el terreno, ansiosos por encontrarse con su propio peligro. Había un profundo valle en el que solían confluir los riachuelos de agua de lluvia: el pantanoso fondo estaba poblado de sauces flexibles, tiernas algas, juncos palustres y mimbres, y cañas pequeñas a la sombra de otras más largas. Ahuyentado de allí, el jabalí arremete impetuosamente contra sus enemigos, como el relámpago que se desprende cuando chocan las nubes. Los árboles quedan aplastados bajo su acometida, y el bosque arrasado resuena fragorosamente: los jóvenes gritan y aguantan con mano firme las armas vibrantes que tienden ante sí, dotadas de anchas puntas de hierro. Él embiste y dispersa a los perros a medida que hacen frente a su furia, y desbarata a la ladradora jauría con golpes de costado.

 

 

Copa laconia con una escena de caza del jabalí, es posible que el segundo cazador sin barba sea una mujer. Ca. 560 a.C. Fuente: Th. H. Carpenter, Arte y mito en la antigua Grecia, ilustración 285.

 

 

 

Dos caras de la misma copa con escena de "Cacería del jabalí". Ca. 560-550 a.C. Fuente: www.perseus.tufs

La primera lanza, arrojada por el brazo de Equión, no alcanzó su objetivo y rozó levemente el tronco de un arce; la siguiente... fue más lejos... el dios (Apolo) favoreció su ruego: el jabalí recibió el golpe, pero sin herida; Diana había hecho caer el hierro mientras la jabalina volaba, y la madera llegó sin punta. Esto provocó la ira del animal, que se encendió con la violencia de un rayo: sus ojos echan chispas, y también su pecho exhala fuego... el mortífero jabalí se abalanza sobre los jóvenes con tremendo ímpetu, y arrolla a Eupálamo y a Pelagón... Tampoco Enésimo... pudo huir... Tal vez también Néstor de Pilos habría muerto antes de los años de Troya si no se hubiera impulsado clavando la lanza en el suelo para saltar las ramas de un árbol cercano, observando luego desde allí, una vez en lugar seguro, al enemigo al que acababa de escapar.

 

 

 

 

 

Éste, enfurecido, frota sus colmillos contra el tronco de una encina amenazando muerte, y envalentonado por sus armas recién afiladas desgarra con el corvo hocico el fémur del gran Eurítida. Mientras tanto los dos gemelos... montaban ambos sendos caballos más blancos que la nieve... le habrían herido, si no fuera porque el erizado jabalí se metió por donde la selva era más espesa, por lugares inalcanzables para las lanzas y los caballos. Telamón se lanzó tras él, pero el ardor le hizo avanzar sin cautela y cayó de bruces al tropezar con la raíz de un árbol; mientras Peleo le ayudaba a levantarse, la de Tegea colocó una flecha en la cuerda y plegando el arco la disparó: la flecha, clavándose bajo la oreja de la fiera, arañó la piel y tiñó las cerdas con unas gotas de sangre. Sin embargo, no se alegra ella del éxito de su tiro más de lo que se alegra Meleagro: se cree que él fue el primero en verlo y el primero en señalar a sus compañeros la sangre que había visto, y que dijo: “¡Por tu valentía, tú te llevarás merecidamente todo el honor!”

 

 

Los hombres se sonrojaron, se exhortaban mutuamente y añadían a la algarabía gritos de ánimo, y tiraban sus flechas sin orden: la confusión obstaculizaba sus tiros... el Arcadio (Anceo)... alzó con las dos manos el hacha de doble filo: el jabalí se adelanta al osado Anceo y clava sus dos colmillos en la parte alta de la ingle... (Teseo) arrojó una pesada lanza de cornejo con la punta de bronce... una frondosa rama de encina se interpuso en su camino. También el Esónida (Jasón) arrojó su jabalina, que la casualidad desvió hacia un inocente perro... En cambio, la mano del Enida (Meleagro) tira con suerte cambiante, y de dos astas que arroja, la primera se clava en la tierra y la segunda en medio del lomo del animal. Inmediatamente, mientras el jabalí se enfurece, mientras se revuelca por el suelo y con un bramido estridente derrama espuma mezclada con sangre fresca, el autor de la herida se le echa encima, azuza su cólera, y le hunde entre los omoplatos un resplandeciente venablo.

Los compañeros manifiestan su alegría con gritos de felicidad, tratan de estrechar con su diestra la diestra del vencedor, y observan con admiración la terrible fiera y el gran espacio de tierra que recubre su cuerpo; y todavía les parece que es peligroso tocarla, pero todos tiñen sus armas en la sangre.

 

 

Atalanta y Meleagro, Rubens, ca. 1635-1637

Él apoyó el pie sobre la tremenda cabeza y dijo así: “¡Toma, Nonacria (Atalanta), los trofeos que por derecho me corresponden a mí, y que recaiga sobre ti una parte de mi gloria!”, y seguidamente le entregó los despojos: la piel del lomo, hirsuta de duras cerdas, y el hocico, en el que sobresalían los colmillos. Ella se alegró tanto del autor del regalo como del regalo mismo. Los demás, en cambio, sintieron envidia, y un murmullo recorrió a todos los presentes; entre ellos los Testíadas, tendiendo los brazos, exclamaron con grandes voces: “¡Suéltalo, mujer, aléjate y no te apoderes de la gloria que nos corresponde! ¡Y no te engañes confiando en tu belleza: de nada te servirá tu enamorado defensor!” Y le quitan a ella el regado y a él sus derechos sobre el mismo. El protegido de Marte no pudo soportarlo, y rugiendo con creciente ira, dijo: “¡Ahora aprenderéis, ladrones de triunfos ajenos, cuánto se diferencian las amenazas de los hechos!”, y atravesó con hierro impío el pecho de Plexipo, que no se lo esperaba en absoluto. A Toxeo, que dudaba cómo reaccionar, pues a la vez deseaba vengar a su hermano y temía correr la misma suerte, no le dejó dudar mucho, y volvió a calentar con la sangre del hermano la lanza aún caliente por el primer asesinato.

Altea estaba llevando ofrendas a los templos de los dioses por la victoria de su hijo, cuando vio que traían a sus hermanos muertos. Entonces, tras golpearse el pecho llena la ciudad con sus tristes lamentos, y cambia sus ropas doradas por otras negras; pero cuando se dio a conocer quién había sido el responsable de sus muertes, todo el luto desapareció, y el llanto se convirtió en deseo de venganza.

Había un trozo de madera que las tres hermanas habían echado al fuego cuando la hija de Testio yacía en el lecho tras haber dado a luz a su hijo, y mientras tejían los hilos del destino presionando con el pulgar, habían dicho: “La misma vida le concedemos al leño, o recién nacido, y a ti.” Cuando tras pronunciar su responso las diosas desaparecieron, la madre sacó de entre las llamas el tizón que ardía y lo roció con agua. Luego, durante mucho tiempo había permanecido oculto en las habitaciones más recónditas, y así conservado había conservado, oh joven, tus años.

Altea lo sacó fuera, ordenó que prepararan una pila de ramas y pedazos de madera y se dirigió hacia la funesta hoguera. Entonces, cuatro veces intentó poner el leño sobre las llamas, y cuatro veces se detuvo a medio camino: luchan la madre y la hermana, y dos nombres distintos tiran de un mismo pecho. Unas veces su rostro palidecía de miedo ante el crimen inminente, otras un arrebato de ira inyectaba en sus ojos su color rojo, y tan pronto su rostro parecía amenazar no sé qué crueldades como habrías creído que sentía compasión, y cuando ya el fiero ardor de su espíritu habías secado sus lágrimas, las lágrimas de todas formas volvían a aparecer. Como un navío que, arrastrado por el viento y por una corriente contraria al viento, siente las dos fuerzas y parece fluctuar incierto entre ambas, la hija de Testio vacila entre sentimientos indecisos, y una y otra vez depone su ira y luego la retoma tras haberla depuesto. Pero empieza a ser mejor hermana que madre, y para vengar con sangre las almas de sus consanguíneos se hace piadosa en su impiedad... “Funestamente vencéis, hermanos, pero venced, siempre que yo misma os siga a vosotros, y a éste os entrego para vuestro consuelo!” Así dijo, y volviendo el rostro, con mano temblorosa dejó caer el tizón en medio de la hoguera. El leño profirió un gemido, o pareció que lo profería, y ardió consumido por las renuentes llamas.

"Muerte de Meleagro", Ch. Le Brun, ca. 1658. Museo del Louvre

 

 

 

Sin saberlo, lejos de allí, Meleagro se abrasa en esa llama y siente arder sus entrañas con un fuego oculto, pero soporta con coraje el dolor... Crecen el fuego y el dolor, y luego vuelven a apagarse: uno y otro se entinguen a la vez: poco a poco se pierde su espíritu en el aire ligero, poco a poco un velo de blanca ceniza recubre las brasas.

La noble Calidón yace postrada: lloran jóvenes y ancianos, gimen el pueblo y la nobleza, y las madres calidonias, mujeres del Eveno, se golpean y desgarran sus cabellos. El padre, tendido en el suelo, ensucia de polvo sus canas y su rostro senil, y maldice su larga vida; por lo que respecta a su madre, consciente de su crimen, con su propia mano se inflige el castigo, clavándose una espada en las entrañas.

 

 

 

 

"Meleagrides" o Gallinas de Guinea"

Aunque un dios me hubiese dado cien bocas que resonaran con otras tantas lenguas y un ingenio tan vasto como todo el Helicón, no podría enumerar las tristes palabras de sus desdichadas hermanas. Olvidando el decoro, golpean su pecho amoratándolo, y mientras el cadáver está aún allí lo abrazan y lo vuelven a abrazar dándole el calor de sus cuerpos, lo besan y besan el lecho sobre el que reposa; tras la incineración, oprimen contra sus pechos puñados de cenizas y yacen tendidas sobre el túmulo, y abrazadas al nombre esculpido en la lápida vierten lágrimas sobre él. Entonces la hija de Latona, saciada por fin tras haber destruido a los descendientes de Partaón, hace nacer plumas en sus cuerpos y las eleva, excluyendo a Gorges y a la nuera de la noble Alcmena, extiende alas sobre sus largos brazos, hace córneas de sus bocas, y así transformadas las manda por el cielo.

 

 

 

 

      D. El trasfondo ritual del mito

 

Calímaco, Himno a Ártemis 216 ss. y 260

“Nadie deje de honrar a Ártemis, porque no honró tu altar a la ciudad de Eneo no llegaron certámenes magníficos”

 

Reconstrucción del templo de Ártemis en Calidón (E. Dyggve, Das Laphrion. Der Tempelbezirk von Kalydon, 1948, lámina XXXV)

 

Pausanias, Descripción de Grecia VII, 18, 8 ss.
(trad. Mª C. Herrero Ingelmo, Madrid, Gredos, 1994)
 

Los de Patras tienen en la acrópolis un santuario de Ártemis Lafria. El nombre de la diosa es extranjero, y también la imagen fue traída de otro lugar. Pues cuando Calidón y el resto de Etolia fueron devastados por el emperador Augusto para que pudieran ser incorporados al establecimiento de Nicópolis sobre el Actio, entonces obtuvieron los de Patras la imagen de Lafria.

...Augusto, entre otros despojos de los de Calidón, les dio precisamente a los de Patras la imagen de Lafria, que todavía en mi tiempo recibe culto en la acrópolis de Patras. Dicen que el sobrenombre de Lafria de la diosa se debea un focidio, Lafrio, hijo de Castalio, hijo de Delfo, que erigió en Calidón la antigua imagen de Ártemis. Otros dicen que la cólera de Ártemis contra Eneo con el tiempo se hizo más suave paralos calidonios, y pretenden que ésta sea la causa del sobrenombre de la diosa. La imagen está en actitud de cazadora y es de marfil...

Vista de Patras

Los de Patras celebran una fiesta de Lafria en honor de Ártemis todos los años en la que emplean una forma de sacrificio peculiar del lugar. Alrededor del altar colocan en círculo leños todavía verdes, cada uno de hasta dieciséis codos. Dentro, sobre el altar están los leños más secos. Con ocasión de la fiesta preparan una subida al altar más suave echando tierra encima de sus escalones. En primer lugar hacen una magnífica procesión en honor de Ártemis, y la doncella que sirve de sacerdotisa va la última en la procesión sobre un carro tirado por ciervos uncidos. Al día siguiente acostumbran a celebrar el sacrificio, y la ciudad públicamente y no menos los particulares se afanan en esta fiesta. En efecto, echan sobre el altar aves vivas comestibles y todo tipo de víctimas igualmente, y además jabalíes, ciervos y gacelas, y algunos echan lobeznos y oseznos y otros animales ya crecidos. Depositan también sobre el altar frutos de árboles cultivados, y después de esto prenden fuego a los leños. Entonces ví un oso y otros animales presionando con fuerza hacia fuera bajo el primer ataque del fuego, otros que se escapaban gracias a su fuerza; pero los que los habían echado los llevaban de nuevo a la pira, y no recuerdan que nadie fuera herido por los animales.

 

E. El tizón y el concepto de alma externada

 

Véase Mª del Henar Velasco López, "Lecturas del mito de Meleagro" Minerva 17, 2004, 32-83

I. En Grecia

 

Mapa con la localización de Tafos

Pterelao

Apolodoro, Biblioteca II, 4, 5

Posidón raptó a ésta (Hipótoe, nieta de Pélope) y, llevándola a las islas Equínades, se unió a ella y engendró a Tafio, quien colonizó Tafos… de Tafio nació un hijo, Pterelao, a quien hizo inmortal Posidón insertándole un cabello de oro en la cabeza.

Apolodoro, Biblioteca II, 4, 7

Anfitrión… asoló las islas de los zafios. Mientras vivió Pterelao no pudo conquistar Tafos; pero Cometo, hija de Pterelao, que se había enamorado de Anfitrión, arrancó el cabello dorado de la cabeza de su padre, y así, al morir Pterelao, Anfitrión se apoderó de todas las islas; luego dio muerte a Cometo, regresó con el botín … 

 

 

Grabado del s. XVII. Escila de Mégara y Minos

 

Niso

 

Esquilo, Coéforas 615 ss.

“Se dejó persuadir -¡impúdica perra!- por los cretenses collares de  oro, regalos de Minos y privó a Niso del cabello que lo hacía inmortal, mientras él respiraba plácidamente en el sueño, y Hermes se apoderó de él”  

 

Apolodoro, Biblioteca III 15, 8

“Poco después Minos, dueño del mar, atacó Atenas con su escuadra y se apoderó de Mégara, donde reinaba Niso, hijo de Pandión, y mató a Megareo, hijo de Hipómenes, que había venido a Onquesto en ayuda de Niso. Este Niso murió por la traición de su hija: tenía en medio de la cabeza un cabello purpúreo y según un oráculo si se le arrancaba moriría; su hija Escila, enamorada de Minos, se lo arrancó. Minos, después de dominar Mégara, ató a la muchacha por los pies a la popa de una nave y la sumergió.

 

 

            II. En India. Medhavi

 

Resumen de la historia de Medhavi relatada en el Mahabharata (Vana Parva 135-136)

Lomasa, un vidente, refiere al mayor de los Pandavas, Yudhishthira, encarnación de la soberanía y de la justicia, la historia de un asceta, Yavakri, cuyo deseo de profundizar en el conocimiento de los Vedas es tan grande que llega a importunar a Indra en persona. Consigue por fin que éste le asegure la revelación y marcha contento a comunicárselo a su padre, también célebre asceta. Mas éste le advierte de que su orgullo ha sido tan grande que será destruido. Le recuerda entonces una historia muy antigua que cuentan los dioses: una vez un sabio estaba tan empeñado en tener un hijo inmortal que logró tal favor de los dioses, con una condición, la vida de su hijo dependería de una causa instrumental. El sabio eligió unas montañas, confiado en la supuesta eternidad e indestructibilidad de las mismas. El niño nació. De nombre Medhavi, su temperamento era muy irritable y aún más cuando supo las circunstancias de su nacimiento. Cometía toda suerte de travesuras e insultaba a los sabios hasta que un día uno le maldijo. "Serás reducido a cenizas", le dijo. Y no sucedió tal cosa inmediatamente, pero el sabio hizo que la montaña de la que dependía la vida de Medhavi fuera hecha añicos por los búfalos y entonces murió. El padre de Yavakri recuerda a su hijo que los mortales no pueden superar lo ordenado por el Destino. "Los ascetas jóvenes hinchados de orgullo por haber obtenido beneficio, mueren en poco tiempo, no seas tú uno de ellos"....

 

III. En Irlanda. Cú Rói

 

Resumen de la historia de Cú Rói, héroe del Munster, según la versión más antigua escrita en antiguo irlandés (vid. R.I. Best, Ériu 2, 1905, 18-35)

 

Cú Rói se ha llevado a su fortaleza de Slíab Mis, Cathair Con Rói (en inglés Caherconree, literalmente "La fortaleza de Cú Rói) un suculento botín fruto de una expedición organizada por Cú Chulainn, el héroe del Ulster por excelencia y sus guerreros. Dicho botín consiste en un caldero, unas vacas maravillosas y una muchacha, Bláthnait.

Al cabo de siete años, aprovechando una ausencia de Cú Rói, Cú Chulainn visita a la muchacha y ésta traiciona el secreto que un día le confesara Cú Rói para consolar su tristeza, a saber, que "había una fuente en la ladera de Slíab Mis, al oeste, un salmón se aparece allí cada siete años, en su centro había una manzana de oro. Esa manzana podría cortarse con su propia espada, es allí donde estaba su alma".

 

 

Otros siete años han de transcurrir desde ese encuentro hasta que vuelva a aparecer el salmón. Hasta entonces esperan los hombres del Ulster para presentarse ante la fortaleza. Cuando llegan Cú Rói se defiende arrojándoles piedras para impedir que se acerquen. Cú Chulainn mata al salmón y Cú Rói pierde toda su fuerza, no sin pronunciar antes unas frase advirtiendo del peligro de confiar un secreto a una mujer. Cú Chulainn se alza con la victoria. Pero Bláthnait terminará atravesada por un venablo lanzado por el poeta de Cú Rói que así venga a su patrón y después se da muerte.

 

 

Slíab Mis, Cathair Con Rói (en inglés Caherconree, literalmente "La fortaleza de Cú Rói")

 

 

 

IV. Entre los nórdicos. Nornagest

 

"Muerte de Nornagest" por Gunar Vidar Forsell

 

Resumen de la Historia de Nornagest

Un personaje que dice llamarse Gest, "Huésped", se presenta ante la corte del rey Olaf Tryggvason. Es muy anciano y, por tanto, conoce muchísimos relatos con los que deleitar a la concurrencia, muchos sólo los conoce él y están relacionados con Sigurd, el héroe nórdico por antonomasia.

 

 

 

 

 

Pero, también contará su propia historia: su verdadero nombre es Nornagest, "Huésped de las Nornas", diosas del Destino, equivalentes a las Moiras griegas.

Las Nornas fueron invitadas por su padre el día de su nacimiento, las dos primeras se mostraron muy amables, pero la tercera, enfadada porque no se le prestaba suficiente atención, dispuso que el niño no viviera más de lo que ardiera una de las lámparas que colgaban sobre él. La madre de Nornagest le hizo entrega de dicha lámpara cuando creció y siempre la ha llevado consigo. El rey Olaf invita a Nornagest a bautizarse al término de su relato y así lo hace y vive durante un tiempo como buen cristiano. Un día, preguntado por el rey, confiesa que de estar en su mano elegiría vivir poco, enciende entonces su lámpara, confiesa que tiene trescientos años, el rey Olaf le hace ungir y el espíritu de Nornagest se apaga en el momento en que la lámpara se extingue.

 

 

 

Véase: las pervivencias del concepto de alma externada en los libros de Harry Potter

 

©  Henar Velasco López

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