Tablilla de Pilo (PY Tn 316.8s.)
(Traducción Grupo Tempe)
En Pilo: para Hermes Areias, un vaso de oro, un hombre. Se celebra una consagración en el santuario de Zeus, se portan presentes y se conducen víctimas. Para Zeus, un vaso de oro, un hombre; para Hera, un vaso de oro, una mujer.
Himno Homérico XII a Hera
(Traducción de A. Bernabé)
Canto a Hera, la de áureo trono, a la que engendró Rea, a la reina inmortal, dotada de suprema hermosura, de Zeus tonante hermana y esposa, la gloriosa, a la que honran reverentes todos los Bienaventurados por el vasto Olimpo, por igual que a Zeus, que se goza con el rayo.
Detalle de un vaso ático, ca. 440 a.C. © Antikensammlungen, Munich Licence
Hera sentada, ca. 500 a.C. - 475 a.C.
Hereon en Argos (Pausanias II 17, 1, 4-5)
(Traducción M. C. Herrero Ingelmo)
A la izquierda de Micenas, a una distancia de quince estadios, está el Hereo,
La imagen de Hera está sentada en un trono, es de gran tamaño, de oro y marfil, y obra de Policleto; encima tiene una corona con las Cárites y las Horas labradas, y en una mano lleva una granada y en la otra un cetro. Voy a dejar de lado lo relativo a la granada –pues es una historia de la que no se puede hablar–. En cuanto al cuco que está sentado en el cetro, lo explican diciendo que Zeus, estando enamorado de Hera cuando era virgen, se transformó en este pájaro, y que ella lo cazó como juguete.
Esta leyenda y todas las cosas semejantes que se dicen acerca de los dioses las refiero aunque no las acepto, pero, sin embargo, las escribo.
Se dice que la imagen que está junto a Hera es Hebe, obra de Naucides, también ésta de oro y marfil, y al lado de ella está sobre una columna una imagen antigua de Hera. La más antigua está hecha de madera de peral silvestre y fue ofrendada en Tirinte por Piraso, hijo de Argos, pero los argivos, cuando destruyeron Tirinte, se la llevaron al Hereo; yo mismo la vi: es una imagen pequeña sedente.
Hereon en Samos (Pausanias VII 4, 4)
(Traducción Grupo Tempe)
Hay quienes dicen que el santuario de Hera en Samos lo fundaron los que navegaban en la Argo, y que ellos llevaron la imagen de Argos. Pero los samios consideran que la diosa nació en la isla, junto al río Ímbraso y al pie de la mimbrera que crece todavía en mi tiempo en el Hereo. Este santuario está entre los más antiguos, sobre todo a juzgar por la imagen.
Estatua de Hera procedente de Samos, ca. 560 a.C.
Hera y Zeus. Templo de Hera en Selinunte, ca 470-460 a.C.
Homero,
Ilíada I, 560 ss. (Traducción de
Luis Segalá y Estalella)
Contestó Zeus, que amontona las nubes:
— ¡Ah desdichada! Siempre sospechas y de ti no me oculto. Nada, empero, podrás
conseguir sino alejarte de mi corazón; lo cual todavía te será más duro. Si es
cierto lo que sospechas, así debe de serme grato. Pero, siéntate en silencio;
obedece mis palabras. No sea que no te valgan cuantos dioses hay en el Olimpo,
si acercándome te pongo encima las invictas manos.
Tal dijo. Hera veneranda, la de los grandes ojos, temió; y refrenando el coraje, sentóse en silencio. Indignáronse en el palacio de Zeus los dioses celestiales. Y Hefesto, el ilustre artífice, comenzó a arengarles para consolar a su madre Hera, la de los níveos brazos:
—Funesto e insoportable será lo que ocurra, si vosotros disputáis así por los mortales y promovéis alborotos entre los dioses; ni siquiera en el banquete se hallará placer alguno, porque prevalece lo peor. Yo aconsejo a mi madre, aunque ya ella tiene juicio, que obsequie al padre querido, para que éste no vuelva a reñirla y a turbarnos el festín. Pues si el Olímpico fulminador quiere echarnos del asiento... nos aventaja mucho en poder. Pero halágale con palabras cariñosas y pronto el Olímpico nos será propicio.
De este modo habló, y tomando una copa doble,
ofrecióla a su madre, diciendo:
—Sufre, madre mía, y sopórtalo todo aunque estés afligida; que a ti, tan
querida, no te vean mis ojos apaleada, sin que pueda socorrerte, porque es
difícil contrarrestar al Olímpico. Ya otra vez que te quise defender, me asió
por el pie y me arrojó de los divinos umbrales. Todo el día fui rodando y a la
puesta del sol caí en Lemnos. Un poco de vida me quedaba y los sinties me
recogieron tan pronto como hube caído.
Juno, Rembrandt, Harmenszoon van Rijn, 1660-1665
Homero, Ilíada IV, 50 ss. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)
Contestó Hera veneranda, la de los grandes ojos:
—Tres son las ciudades que más quiero: Argos, Esparta y Micenas, la de anchas
calles; destrúyelas cuando las aborrezca tu corazón, y no las defenderé, ni me
opondré siquiera. Y si me opusiere y no te permitiere destruirlas, nada
conseguiría, porque tu poder es muy superior. Pero es preciso que mi trabajo no
resulte inútil. También yo soy una deidad, nuestro linaje es el mismo y el
artero Cronos engendróme la más venerable, por mi abolengo y por llevar el
nombre de esposa tuya de ti, que reinas sobre los inmortales todos. Transijamos,
yo contigo y tú conmigo, y los demás dioses nos seguirán. Manda presto a Atenea
que vaya al campo de la terrible batalla de los teucros y los aqueos; y procure
que los teucros empiecen a ofender, contra lo jurado, a los envanecidos aqueos.
Homero, Ilíada XIV, 214 ss. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)
(Afrodita) desató del pecho el cinto bordado, de variada labor, que encerraba todos los encantos: hallábanse allí el amor el deseo, las amorosas pláticas y el lenguaje seductor que hace perder el juicio a los más prudentes. Púsolo en las manos de Hera, y pronunció estas palabras:
—Toma y esconde en tu seno el bordado ceñidor donde todo se halla. Yo te aseguro que no volverás sin haber logrado lo que te propongas.
….Hera subió ligera al Gárgaro, la cumbre más alta del Ida; Zeus, que amontona las nubes, la vio venir; y apenas la distinguió, enseñoreóse de su prudente espíritu el mismo deseo que cuando gozaron las primicias del amor, acostándose a escondidas de sus padres. Y así que la tuvo delante, le habló diciendo:
—¡Hera! ¿A dónde vas, que tan presurosa vienes del Olimpo, sin los caballos y el carro que podrían conducirte?
Respondióle dolosamente la venerable Hera:
— Voy a los confines de la fértil tierra, a ver a Océano, padre de los dioses, y
a la madre Tetis, que me recibieron de manos de Rea y me criaron y educaron en
su palacio. Iré a visitarlos para dar fin a sus rencillas. Tiempo ha que se
privan del amor y del tálamo, porque la cólera anidó en sus corazones. Tengo al
pie del Ida los corceles que me llevarán por tierra y por mar, y vengo del
Olimpo a participártelo; no fuera que te enfadaras si me encaminase, sin
decírtelo, al palacio del Océano, de profunda corriente.
Hera seduce a Zeus en el Monte Ida (James Barry, 1741-1806)
Contestó Zeus, que amontona las nubes:
— ¡Hera! Allá se puede ir más tarde. Ea, acostémonos y gocemos del amor. Jamás
la pasión por una diosa o por una mujer se difundió por mi pecho, ni me avasalló
como ahora: nunca he amado así, ni a la esposa de Ixión, que parió a Parítoo,
consejero igual a los dioses; ni a Dánae, la de bellos talones, hija de Acrisio,
que dio a luz a Perseo, el más ilustre de los hombres, ni a la celebrada hija de
Fénix, que fue madre de Minos y de Radamantis, igual a un dios; ni a Semele, ni
a Alemena en Tebas, de la que tuve a Heracles, de ánimo valeroso, y de Semele a
Dióniso, alegría de los mortales: ni a Deméter, la soberana de hermosas trenzas,
ni a la gloriosa Leto, ni a ti misma: con tal ansia te amo en este momento y tan
dulce es el deseo que de mí se apodera.
Replicóle dolosamente la venerable Hera:
— ¡Terribilísimo Cronión! ¡Qué palabras proferiste! ¡Quieres acostarte y gozar
del amor en las cumbres del Ida, donde todo es patente! ¿Qué ocurriría si alguno
de los sempiternos dioses nos viese dormidos y lo manifestara a todas las
deidades? Yo no volvería a tu palacio al levantarme del lecho; vergonzoso fuera.
Mas si lo deseas y a tu corazón es grato, tienes la cámara que tu hijo Hefesto
labró cerrando la puerta con sólidas tablas que encajan en el marco. Vamos a
acostarnos allí, ya que folgar te place.
Respondióle Zeus, que amontona las nubes:
— ¡Hera! No temas que nos vea ningún dios ni hombre: te cubriré con una nube
dorada que ni el Sol, con su luz, que es la más penetrante de todas, podría
atravesar para mirarnos.
Dijo el Cronión, y estrechó en sus brazos a la esposa. La tierra produjo verde hierba, loto fresco, azafrán y jacinto espeso y tierno para levantarlos del suelo. Acostáronse allí y cubriéronse con una hermosa nube dorada, de la cual caían lucientes gotas de rocío.
Tan tranquilamente dormía el padre sobre el alto Gárgaro...
Correggio. The Punishment of Juno. View of the ceiling (detail). c.1519. Fresco. San Paolo Camera, Parma, Italy.
Homero, Ilíada XV, 1 ss. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)
...En aquel instante despertó Zeus en la cumbre del Ida, al lado de Hera, la de áureo trono. Levantóse y vio a los teucros perseguidos por los aqueos, que los ponían en desorden; y entre éstos, al soberano Poseidón. Vio también a Héctor tendido en la llanura y rodeado de amigos, jadeante, privado de conocimiento, vomitando sangre; que no fue el más débil de los aqueos quien le causó la herida. El padre de los hombres y de los dioses, compadeciéndose de él miró con torva y terrible faz a Hera, y así le dijo:
—Tu engaño, Hera maléfica
e incorregible, ha hecho que Héctor dejara de combatir y que sus tropas se
dieran a la fuga. No sé si castigarte con azotes, para que seas la primera en
gozar de tu funesta astucia. ¿Por ventura no te acuerdas de cuando estuviste
colgada en lo alto y puse en tus pies sendos yunques, y en tus manos áureas e
irrompibles esposas? Te hallabas suspendida en medio del éter y de las nubes,
los dioses del vasto Olimpo te rodeaban indignados, pero no podían desatarte —si
entonces llego a coger a alguno, le arrojo de estos umbrales y llega a la tierra
casi sin vida—, y yo no lograba echar del corazón el continuo pesar que sentía
por el divino Heracles, a quien tú, produciendo una tempestad con el auxilio del
Bóreas arrojaste con perversa intención al mar estéril y llevaste luego a la
populosa Cos, allí le libré de los peligros y le conduje nuevamente a la Argólide, criadora de caballos, después que hubo padecido muchas fatigas. Te lo
recuerdo para que pongas fin a tus engaños y sepas si te será provechoso haber
venido de la mansión de los dioses a burlarme con los goces del amor.
Hera con un caballito, s. VI a.C.
Pausanias IX 2, 7 – 3, 1-8 (Traducción de M. C. Herrero Ingelmo)
...Dicen que Hera, irritada con Zeus por el motivo que fuera, se retiró a Eubea, y que Zeus, como no podía persuadirla, fue a ver a Citerón, que era señor entonces de Platea y no era inferior en sabiduría a nadie. Citerón aconsejó a Zeus que hiciera una imagen de madera y la llevara cubierta sobre una yunta de bueyes, y que dijera que se casaba con Platea, hija de Asopo. Él actuó siguiendo el consejo de Citerón. Hera en seguida se enteró y llegó en seguida; y en cuanto se acercó al carro y rompió el vestido de la imagen, se puso contenta con el engaño al encontrar una imagen de madera en lugar de una novia, e hizo las paces con Zeus. Por esta reconciliación celebraron las fiestas Dédalas, porque antiguamente llamaban a las imágenes de madera “dédalas” y las llamaban así, según creo, antes incluso de que Dédalo, hijo de Palamón, naciese en Atenas, y después creo que éste tomó su nombre de las “dédalas”, pero no le fue puesto desde su nacimiento.
Pues bien, los plateenses celebran las fiestas Dédalas cada siete años... Hay dispuestas catorce imágenes de madera... (que son repartidas a sorteo entre las distintas ciudades). Llevan la imagen al Asopo y la ponen sobre un carro, colocando sobre él una novia. De nuevo sortean en qué disposición harán volver la procesión, Después conducen los carros desde el río hasta la cumbre del Citerón. Tienen preparado en la cima del monte un altar, que hacen de la siguiente manera: uniendo leños cuadrados los colocan juntos de la misma manera que si hicieran una construcción de piedras, y elevándolos hasta una altura, ponen leña encima.
Las ciudades y sus magistrados sacrifican cada una una vaca a Hera y un toro a Zeus y queman las víctimas empapadas de vino e incienso y las “dédalas” al mismo tiempo sobre el altar y los que sacrifican los ricos como los particulares. Los menos pudientes acostumbran a sacrificar los ganados más pequeños, y queman todas las víctimas de la misma manera, y con ellas el fuego alcanza el propio altar y lo consume totalmente. Sé que este fuego se eleva muchísimo y se ve desde muy lejos.
G. Moreau, El pavo real acompañando a Juno, 1881
Escolios a Teócrito, Idilios XV 64 (Traducción Grupo Tempe)
Aristóteles en su escrito sobre los templos de Hermíone cuenta una historia que le es propia sobre la boda de Zeus y Hera. Cuenta que Zeus planeó unirse a Hera cuando la vio alejada de los demás dioses y que en su afán de ser invisible y que ella no lo viera cambió su figura por la de un cuclillo y fue a posarse en un monte que se llamaba primero Trónax y luego Cuclillo; que Zeus aquel día hizo que hubiera una terrible lluvia y que Hera que caminaba solitaria llegó junto al monte y se sentó en él en el lugar donde ahora está el santuario de Hera que preside los matrimonios. El cuclillo tenía frío y temblaba y descendió volando al monte y fue a posarse en las rodillas de aquélla, Hera lo vio, se compadeció de él y lo cubrió con el vestido y Zeus inmediatamente cambió de forma y se apoderó de Hera. Esa unión fue criticada a Hera por su madre y Zeus prometió hacerla su esposa; y los de Argos, que son los más poderosos helenos, honran a esa diosa, y la estatua de Hera en su templo está sentada en su trono y lleva en su mano un cetro en el que hay un cuclillo.
Mural con Júpiter, Juno y danzante. Fco. Hayez
Hesíodo, Teogonía 922 s. (Trad. Grupo Tempe)
Por último, (Zeus) tomó por esposa a la floreciente Hera, y ésta alumbró a Hebe, a Ares y a Ilitía, uniéndose al rey de los dioses y hombres.
Ilitías presiden el nacimiento de Atenea, s. VI a.C.
Ilíada XIX, 106 ss. (Traducción de L. Segalá y Estalella)
Respondióle (a Zeus) con astucia la venerable
Hera:
—Mientes, y no cumplirás lo que dices. Y si no ea, Zeus Olímpico, jura
solemnemente que reinará sobre todos sus vecinos el niño que, perteneciendo a la
familia de los hombres engendrados de tu sangre, caiga hoy a los pies de una
mujer.
—Tal dijo: Zeus, no sospechando el dolo, prestó el gran juramento que tan funesto le había de ser. Hera dejó en raudo vuelo la cima del Olimpo, y pronto llegó a Argos de Acaya, donde vivía la esposa ilustre de Esténelo Perseida. Y como ésta se hallara encinta de siete meses cumplidos, la diosa sacó a luz el niño, aunque era prematuro, y retardó el parto de Alcmena, deteniendo a las Ilitias. Y en seguida participóselo a Jove Cronión, diciendo:
—¡Padre Zeus, fulminador! Una noticia tengo que darte. Ya nació el noble varón que reinará sobre los argivos: Euristeo, hijo de Esténelo Perseida, descendiente tuyo. No es indigno de reinar sobre aquéllos.
Tales fueron sus palabras y un agudo dolor penetró el alma del dios, que, irritado en su corazón, cogió a Ate por los nítidos cabellos y prestó solemne juramento de que Ate, tan funesta a todos, jamás volvería al Olimpo y al cielo estrellado. Y volteándola con la mano, la arrojó del cielo. En seguida llegó Ate a los campos cultivados por los hombres. Y Zeus gemía por causa de ella, siempre que contemplaba a su hijo realizando los penosos trabajos que Euristeo le impusiera.
Hera dando de mamar a Heracles. Lecito. Ca. 360 a.C. British Museum, Londres.
Eratóstenes de Cirene, Catasterismos 34 Galaxia
(trad. M. Sanz Morales)
"Ésta, a la que, dícese, llaman Galaxia, forma parte de los círculos visibles. No les era posible a los hijos de Zeus ser partícipes del honor del cielo a no ser que alguno de ellos mamase del pecho de Hera. Y dicen que por eso Hermes tomó a Heracles recién nacido, lo acercó al pecho de Hera, y Heracles mamó. Mas Hera, cuando se dio cuenta, lo echó de un empellón y, al derramarse así la leche sobrante, se formó el círculo llamado Galaxia (Vía Láctea)".
J. Reynolds (1723-1792), Heracles niño estrangula las serpientes enviadas por Hera
Píndaro, Nemeas I, 33-47 (trad. Grupo Tempe)
Pero yo me siento compenetrado con Heracles, al avivar una vieja leyenda entre las excelsas cimas de sus proezas; cómo el hijo de Zeus, en el instante en que de las entrañas de su madre llegó a la asombrosa luz del día, escapado del dolor del parto con su hermano gemelo, no le ocultó a Hera de áureo trono. Cuando acostaron a Heracles de azafranados pañales, la reina de los dioses, a impulsos de su cólera, le envió de inmediato unas serpientes. Éstas, a través de las puertas que se habían abierto, penetraron en el interior espacioso de la alcoba, ávidas de enroscar sus fauces ansiosas en los niños. Pero Heracles alzó bien derecha su cabeza y se aventuró por primera vez al combate, tras de agarrar ambas serpientes por el cuello con sus dos manos de las que no había escapatoria, y el tiempo hizo que ahogadas exhalaran de sus cuerpos monstruosos su último aliento.
Hebe escancia néctar para Hera, pelike, ca. 450 -400 a.C.
Ilíada IV, 1 ss. (Traducción de L. Segalá y Estalella)
Sentados en el áureo pavimento a la vera de Zeus, los dioses celebraban consejo. La venerable Hebe escanciaba néctar, y ellos recibían sucesivamente la copa de oro y contemplaban la ciudad de Troya.
Zeus, Hera y Hebe, ánfora, ca. 500 a.C.
Homero, Ilíada V 719 ss. (Traducción L. Segalá)
Dijo, y Atenea, la diosa de los brillantes ojos, no desobedeció. Hera, deidad veneranda, hija del gran Cronos, aparejó los corceles con sus áureas bridas, y Hebe puso diligentemente en el férreo eje, a ambos lados del carro, las corvas ruedas de bronce que tenían ocho rayos. Era de oro la indestructible pina, de bronce las ajustadas admirables llantas, y de plata los torneados cubos. El asiento descansaba sobre tiras de oro y de plata, y un doble barandal circundaba el carro. Por delante salía argéntea lanza, en cuya punta ató la diosa un yugo de oro con bridas de oro también; y Hera, que anhelaba el combate y la pelea, unció los corceles de pies ligeros.
Detalle de las Bodas de Hebe y Heracles, vid. vasija completa infra.
Homero, Odisea XI, 269 -272 (trad. Grupo Tempe)
Después de ellos vi a Heracles el fuerte, mas sólo en su sombra, ya que él de los dioses al lado se goza en festines con su Heba de lindos tobillos, que el máximo Zeus engendrara con Hera inmortal de doradas sandalias.
Bodas de Hebe, hija de Hera, y Heracles, ca. 350 a.C.
Apolodoro, Biblioteca II 7, 7,
(Traducción Grupo Tempe)
Mientras la pira ardía, una nube se situó a sus pies y entre los truenos lo alzó [a Hércules] hasta el cielo. Desde ese momento obtuvo la inmortalidad y, reconciliándose con Hera, se casó con su hija Hebe, de la que tuvo dos hijos, Alexiares y Aniceto.
Dos Ilitías, diosas del alumbramiento, frente y tras del trono de Zeus, presiden el Nacimiento de Atenea, ca. 570 a.C.
Ilíada XI, 264-272
(Traducción de L. Segalá y Estalella)
Entróse luego Agamemnón por las filas de otros guerreros, y combatió con la lanza, la espada y grandes piedras mientras la sangre caliente brotaba de la herida; mas así que ésta se secó y la sangre dejó de correr, agudos dolores debilitaron sus fuerzas. Como los dolores agudos y acerbos que a la parturiente envían las Ilitías, hijas de Zeus, las cuales presiden los alumbramientos y disponen de los terribles dolores del parto; tales eran los agudos dolores que debilitaron las fuerzas del Atrida.
Océano y Tetys acuden a las bodas de Tetis y Peleo, tras ellos Hefesto e Ilitía, Dinos por Sófilos ca. 580 a.C.
Himno Homérico III a Apolo 91ss (Traducción de A. Bernabé)
Durante nueve días y nueve noches estuvo Leto traspasada por indecibles dolores de parto. En la isla se hallaban todas las diosas... salvo Hera de níveos brazos...
La única que no se había enterado era Ilitía, provocadora de las angustias del parto, pues se hallaba sentada en la cima del Olimpo, bajo nubes de oro, por las artimañas de Hera de níveos brazos. Ésta la mantenía alejada por envidia, porque Leto, la de hermosos bucles, iba a parir entonces un hijo irreprochable y poderoso.
Pero ellas enviaron a Iris desde la isla de hermosas edificaciones, para que trajera a Ilitía, prometiéndole una gran guirnalda entretejida con hijos de oro, de nueve codos. Y la exhortaban a que la llamara a espaldas de Hera de níveos brazos, no fuera que aquella, con sus palabras, la disuadiera de venir.
Así pues, cuando hubo oído tal ruego, la rauda Iris de pies como el viento echó a correr y rápidamente recorrió todo el trayecto. Y cuando llegó a la excelsa sede de los dioses, el Olimpo, llamó en seguida a Ilitía de la sala a puertas afuera y le dijo en aladas palabras todo exactamente como se lo habían ordenado las poseedoras de olímpicas moradas. Naturalmente le convenció el ánimo en el pecho, así que se pusieron en camino a pie, semejantes en sus andares a palomas temerosas.
Fue entonces, en cuanto llegó a Delos Ilitía, provocadora de las angustias del parto, cuando a Leto le sobrevivno el parto y sintió deseos de dar a luz. En torno a la palmera echó ambos brazos y apoyó las rodillas en el blando prado. Sonreía la tierra bajo ella. Salió él fuera a la luz y las diosas gritaron todas a una.
Davies, Arthur Bowen (1862-1928)
Juno and the Three Graces 1902
Ovidio, Fastos III 243-247, 251, 253-258
(Traducción Grupo Tempe)
Con razón las madres del Lacio celebran la estación de la fecundidad. Las mujeres latinas erigieron ese día un templo en honor de Juno. Mi madre ama a las mujeres casadas. Llevadle flores a la diosa; es una divinidad a la que le gustan las plantas floridas; ceñíos de tiernas flores la cabeza y decid: “Tú, Lucina, nos has dado la luz”. Decid también: “Escucha la súplica de las parturientas”. Si alguna se encuentra encinta, que eleve sus plegarias después de soltarse blandamente el cabello, para que Juno-Lucina le suelte también el fruto de sus entrañas.
Otras facetas de Hera
Juno recibe la cabeza de Argos, J. Amigoni, 1730-1732. Moor Park, Rickmansworth, Hertfordshire
Ovidio, Metamorfosis I, 713-723
Tales cosas cuando iba a decir ve el Cilenio (Hermes) que todos los ojos (de Argos) se habían postrado, y cubiertas sus luces por el sueño.
Mercurio y Argos. Diego de Velázquez, 1659
Apaga al instante su voz y afirma su sopor, sus lánguidas luces acariciando con la ungüentada vara. Y, sin demora, con su falcada espada mientras cabeceaba le hiere por donde al cuello es confín la cabeza, y de su roca, cruento, abajo lo lanza, y mancha con su sangre la acantilada peña.
Argos, yaces, y la que para tantas luces luz tenías extinguido se ha, y cien ojos una noche ocupa sola. Los recoge, y del ave suya la Saturnia (Juno) en sus plumas los coloca, y de gemas consteladas su cola llena.
Venus, Ceres y Juno. Detalle de la Loggia de Psique de Rafael
Ovidio, Fastos VI, 11-64 (trad. Grupo Tempe)
Meditaba yo sobre su nombre (mes de junio), cuando de pronto he aquí que aparecen ante mis ojos unas diosas, aunque no aquellas que viera el preceptor de la labranza cuando seguía a las ovejas de Ascra; ni tampoco aquellas cuya belleza comparó el hijo de Príamo en los valles del Ida abundante en agua. Allí se encontraba una de ellas, la que es hermana de su propio marido... me dijo: "Poeta, cantor del calendario romano, para que no continúes ignorándolo y no te dejes arrastrar por el error vulgar, debes saber que junio deriva su nombre del mío. Algún beneficio habrá de reportar estar casada con Júpiter y de Júpiter ser hermana: no sé si me enorgullece más tenerlo por hermano o por esposo. Si se tiene en cuenta mi ascendencia, yo fue la primera a quien Saturno debió su nombre de padre; fui yo el primer hijo que el destino le concedió a Saturno. En otros tiempos Roma fue denominada Saturnia, nombre derivado del de mi padre.... El propio Marte me dijo: "Bajo tu protección pongo estas murallas. Tú llegarás a ser poderosa en la ciudad de mi nieto"... Roma sí que era obra de mi nieto.
© Henar Velasco López