Cosmogonía

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Los Orígenes

 

Hesíodo, Teogonía 116 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

 

En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. [En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro.] Por último, Eros, el más hermosos entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.

Del Caos surgieron Érebo y la negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo.

Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.

Gea alzándose de la "tierra", ca. 410 a.C. Antikenmuseen, Berlin

 

 

Descendencia de Gea y Urano: Titanes, Cíclopes, Hecatonquiros o Centímanos

 

Océano y Tethys, mosaico imperial, Gaziantep, Turkía

Hesíodo, Teogonía 133 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

Luego, acostada con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemósine, a Febe de áurea corona y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre.

O. Redon, The Cyclops, ca. 1914

 

 

 

 

 

Dio a luz además a los Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, [pero en medio de su frente había un solo ojo]. Cíclopes era su nombre por eponimia, ya que, efectivamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la fuerza y los recursos presidían sus actos.

También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.

Aproximación a los Hecatonquiros, K. Joon

 

La castración de Urano

Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los retenía a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba cínicamente con su malvada acción.

La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior y urdió una cruel artimaña. Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: "¡Hijos míos y de soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje de vuestro padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones."

Así habló y lógicamente un temor los dominó a todos y ninguno de ellos se atrevió a hablar. Mas el poderoso Cronos, de mente retorcida, armado de valor, al punto respondió con estas palabras a su prudente madre: "Madre, yo podría, lo prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones."

Mutilación de Urano por Saturno.

 

 

 

 

Giorgio Vasari y Gherardi Christofano. s. XVII.

Así habló. La monstruosa Gea se alegró mucho en su corazón y le apostó secretamente en emboscada. Puso en sus manos una hoz de agudos dientes y disimuló perfectamente la trampa.

Vino el poderoso Urano conduciendo la noche, se echó sobre la tierra ansioso de amor y se extendió por todas partes. El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados diente, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás.

No en vano escaparon aquéllos de su mano. pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que se llaman Melias sobre la tierra ilimitada.

Erinias, fresco pompeyano

 

 

 

 

 

Gea ayuda a un Gigante. Museo Arqueológico de Nápoles. ca. 425-375 a.C.

¿Una melíade? M. Baxter St. Claire "Garden fairy"

 

 

En cuanto a los genitales, desde el preciso instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la divina Citera y desde allí se dirigió a Chipre rodeada de corrientes.

 

Chipre, lugar del nacimiento de Afrodita

 

 

 

Teogonía

La prole de Rea y Crono

 

Fco. de Goya y Lucientes (1746-1828), "Saturno devorando a uno de sus hijos", Museo del Prado

 

 

Hesíodo, Teogonía 454 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

    Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos: Histia, Deméter, Hera de áureas sandalias, el poderoso Hades que reside bajo la tierra con implacable corazón, el resonante Ennosigeo y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres, por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra.
    A los primeros se los tragó el poderoso Cronos según iban viniendo a sus rodillas desde el sagrado vientre de su madre, conduciéndose así para que ningún otro de los ilustres descendientes de Urano tuviera dignidad real entre los Inmortales. Pues sabía por Gea y el estrellado Urano que era su destino sucumbir a manos de su propio hijo, por poderoso que fuera, víctima de los planes del gran Zeus.

Rea-Cibeles sobre un león. s. V a.C. Museum of Fine Arts, Boston.

                                                 S. Hurtrelle (1648-1724), "Saturno devorando uno de sus hijos"                                                                                                                                                                                                                                 

    

Ovidio, Fastos V 111-121 (Traducción Grupo Tempe)

Comience el trabajo con Júpiter. La primera noche puedo ver la estrella que tiene por misión cuidar la cuna de Júpiter; sale el astro lluvioso de la Cabra Olenia, la cual posee el cielo como premio de la leche que había dado. Cuenta que la náyade Amaltea, famosa en el Ida cretense, ocultó a Júpiter en las selvas. Poseía una cabra que llamaba la atención entre los rebaños dicteos. Dicha cabra le daba leche al dios.

 

J. Jordaens, Infancia de Zeus, ca. 1640, Museo del Louvre                                         

            

P. Julien, "Amaltea y la cabra de Júpiter", 1787, Museo del Louvre                                                    

                       P. P. Rubens, 1636-1637, "Saturno devorando a sus hijos" Museo del Prado

Apolodoro, Biblioteca I, 1, 5-7
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)

Como Gea y Urano le habían vaticinado que sería depuesto por un hijo suyo, devoraba su prole al nacer. Devoró a Hestia, la primogénita, luego a Deméter y a Hera, y tras ellas a Plutón y Posidón. Irritada por ello Rea se dirige a Creta, estando encinta de Zeus, lo da a luz en una cueva de Dicte y se lo entrega a los Curetes y a las ninfas Adrastea e Ida, hijas de Meliseo, para que lo críen. Éstas alimentaban al niño con la leche de Amaltea; los Curetes, armados, custodiaban al niño en la cueva y golpeaban los escudos con las lanzas para que Crono no oyera su voz. Rea dio a Crono una piedra envuelta en pañales para que la tragase como si fuera el recién nacido.

 


 

Hesíodo, Teogonía 497 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

"Primero [Crono] vomitó la piedra, última cosa que se tragó; y Zeus la clavó sobre la anchurosa tierra, en la sacratísima Pito, en los valles del pie del Parnaso, monumento para la posteridad, maravilla para los hombres mortales."

 

 

 

Pelike de figuras rojas, Rea entrega la piedra a Crono, ca. 475 - 425 a.C.

 

 

Zeus se enfrenta a Crono

 

 

 

Pausanias, Descripción de Grecia V 7, 10
(trad. Mª C. Herrero Ingelmo, Madrid, Gredos, 1994)
 

En relación con el origen de los Juegos Olímpicos
Unos dicen que allí (en Olimpia) combatió Zeus con el propio Crono por el trono, y otros que él organizó los juegos en honor de su triunfo.

 

 

 

"Zeus y Crono" Fragmento del Frontón del Templo de Ártemis en Corfú, ca. 590 a.C.


 

 

Hesíodo, Teogonía 501 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

Libró a sus tíos paternos de sus dolorosas cadenas, <a los Uránidas, Brontes, Estérope y el vigoroso Arges>, a los que insensatamente encadenó su padre; aquéllos le guardaron gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el llameante rayo y el relámpago; antes los tenía ocultos la enorme Gea, y con ellos seguro gobierna a mortales e inmortales.

 

 Zeus lanzando un rayo, Estatua en bronce procedente de Dodona, ca. 470 a.C.

 

Apolodoro, Biblioteca I, 2, 1
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)


Cuando Zeus se hizo adulto, pidió ayuda a Metis, hija de Océano, la cual con un bebedizo obligó a Crono a vomitar primero la piedra y luego los hijos que había devorado; Zeus, auxiliado por ellos, hizo la guerra contra Crono y los Titanes. Después de combatir diez años, Gea vaticinó a Zeus la victoria si se aliaba con los arrojados al Tártaro. Él, tras matar a Campe, la guardiana, desató sus ligaduras. Entonces los Cíclopes entregaron a Zeus el trueno, el relámpago y el rayo, a Plutón el yelmo y a Posidón el tridente.
                            

Titanomaquia

 

Cofre de Limoges, P. Courteys, 2ª mitad s. XVI,  Museo del Louvre

 

Hesíodo, Teogonía 674 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)


Aquéllos (dioses y centímanos) entonces se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de otra parte, afirmaron su filas resueltamente. Unos y otros exhibían el poder de sus brazos y de su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de los Inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, así como el sordo ruido de la indescriptible refiega y de los violentos golpes.

Anónimo, Zeus y Titán, s.XVIII

 

Hesíodo, Teogonía 687 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

Ya no contenía Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el relámpago, volaban desde su poderosa mano, girando sin parar su sagrada llama.

 

 

 

 

Júpiter fulminando a los Titanes, llamado "chenet d'Algarde", según un modelo de A. Algardi para una fuente del Palacio de Aranjuez, anterior a 1654. Museo del Louvre

                                           

Hesíodo, Teogonía 717 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

(Los centímanos) (a los titanes) los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos, aunque eran audaces, tan hondo bajo tierra como lejos está el cielo de la tierra; [esa distancia hay desde la tierra hasta el tenebroso Tártaro]. Pues un yunque de bronce que bajara desde el cielo durante nueve noches con sus días, al décimo llegaría a la tierra; e igualmente un yunque de bronce que bajara desde la tierra durante nueve noches con sus días, al décimo llegaría al Tártaro. En torno a él se extiende un muro de bronce y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada; encima además nacen las raíces de la tierra y del mar estéril. Allí los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla están ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes en una región al extremo de la monstruosa tierra; no tienen salida posible.


 

P. P. Rubens, "La caída de los Titanes" 1636-1637.

 

Tifonomaquia

 

Detalle de una hidria ateniense, ca. 540 a.C. New York, Metropolitan Museum of Art

 

Hesíodo, Teogonía 820 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez– A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)


Luego que Zeus expulsó del cielo a los Titanes, la monstruosa Gea concibió a su hijo más joven (pero Himno Homérico III a Apolo es Hera, incorporar), Tifón, en abrazo amoroso con Tártaro preparado por la dorada Afrodita. Sus brazos se ocupaban en obras de fuerza e incansables eran los pies del violento dios. De sus hombros salían cien cabezas de serpiente, de terrible dragón, adardeando con sus negras lenguas. De los ojos existentes en las prodigiosas cabezas, bajo las cejas, el fuego lanzaba destellos y de todas sus cabezas brotaba ardiente fuego cuando miraba.
Tonos de voz había en aquellas terribles cabezas que dejaban salir un lenguaje variado y fantástico. Unas veces emitían articulaciones como para entenderse con dioses, otras un sonido con la fuerza de un toro de potente mugido, bravo e indómito, otras de un león de salvaje furia, otras igual que los cachorros, maravilla oírlo, y otras silbaba y le hacían eco las altas montañas.
Y tal vez hubiera realizado una hazaña casi imposible aquel día y hubiera reinado entre mortales e inmortales, de no haber sido tan penetrante la inteligencia del padre de hombres y dioses. Tronó reciamente y con fuerza y por todas partes terriblemente resonó la tierra, el ancho cielo arriba, el ponto, las corrientes del Océano y los abismos de la tierra. Se tambaleaba el alto Olimpo bajo sus inmortales pies cuando se levantó el soberano y gemía lastimosamente la tierra.


 

Apolodoro, Biblioteca I, 6, 3.
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)


Cuando los dioses hubieron vencido a los Gigantes, Gea, aún más encolerizada, se une a Tártaro y da a luz en Cilicia a Tifón, que tenía naturaleza mixta de hombre y fiera. En talla y fuerza aventajaba a todos cuantos había parido Gea; con fuerza humana hasta los muslos y descomunal tamaño que sobrepasaba todos los montes, su cabeza, a veces, tocaba las estrellas; en cuanto a sus manos, una alcanzaba el occidente y la otra el oriente; de ellas salían cien cabezas de dragones. De los muslos, enormes anillos de víboras que, al proyectarse, llegaban hasta la cabeza emitiendo un fuerte silbido; su cuerpo estaba todo cubierto de alas; desde la cabeza y el mentón sucios cabellos ondeaban; lanzaba fuego con los ojos. Tal y tan poderoso era Tifón, que arrojando piedras ardientes alcanzaba al mismo cielo entre silbidos y gritos; de su boca brotaba un gran chorro de fuego. Cuando los dioses lo vieron abalanzarse al cielo huyeron a Egipto y, perseguidos, adoptaron forma animal. Sin embargo Zeus fulminó a Tifón desde lejos y cuando lo tuvo cerca lo derribó con una hoz de acero; al huir éste lo persiguió hasta el monte Casio, que se eleva sobre Siria, y allí viéndolo herido se enzarzó con él. Tifón, enlazando a Zeus con sus anillos, lo sujetó, le quitó la hoz y le cortó los tendones de manos y pies; luego lo transportó sobre sus hombros a través del mar hasta Cilicia y al llegar lo abandonó en la cueva Coricia. Asimismo dejó allí los tendones ocultos en la piel de un oso y puso como guardián a la dragona Delfine, medio animal, medio mujer. Pero Hermes y Egipán sin ser vistos robaron los tendones y se los aplicaron a Zeus. Éste recobró su fuerza, e inmediatamente, transportado desde el cielo en un carro de caballos alados, persiguió con sus rayos a Tifón hasta el monte llamado Nisa, donde las Moiras engañaron al fugitivo, que, persuadido de que así se fortalecería, comió los frutos efímeros. De nuevo acosado llegó a Tracia y combatiendo cerca del Hemo arrojó montes enteros, que al rebotar sobre él a causa del rayo le hicieron derramar abundante sangre en la montaña: por ello dicen que la montaña se llama Hemo. Cuando intentaba huir a través del mar Sículo, Zeus le echó encima el monte Etna, en Sicilia, que es enorme; se cree que aún hoy exhala fuego a causa de los rayos entonces arrojados. Pero de esto nada más os diré.

Gustav Klimt (1862-1918):
Beethovenfries: 'Die feindlichen Gewalten' 1902 Wien
A la izquierda las Gorgonas, el centro Tifón

 

Gigantomaquia

Hesíodo, Teogonía 182 ss.
(trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez, Madrid, Gredos, 2000)

Pues cuantas gotas de sangre (de Urano mutilado por Crono) salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que llaman Melias sobre la tierra ilimitada.

 

Gigantomaquia en un ánfora de figuras rojas, ca. 400- 390 a.C. Museo del Louvre

Apolodoro, Biblioteca I, 6, 1-2
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)


Gea irritada a causa de los Titanes, procrea con Urano a los Gigantes: insuperables por su tamaño e invencibles por su fuerza, mostraban temible aspecto, con espesa pelambre pendiente de la cabeza y el mentón, y escamas de dragón como pies. Habían nacido según unos en Flegra, según otros en Palene. Arrojaban al cielo encinas encendidas y piedras. Aventajaban a todos Porfirio y Alcioneo –que era inmortal mientras combatiera en su tierra nativa; éste expulsó de Eritía las vacas de Helios. A los dioses se les había vaticinado que no podrían aniquilar a ningún gigante a menos que un mortal combatiera a su lado. Conociendo esto Gea busca una droga para que no pudieran ser vencidos ni por un mortal. Pero Zeus prohibió aparecer a Eos, Selene y Helios y, adelantándose, él mismo destruyó la sustancia y por medio de Atenea llamó a Heracles en su ayuda. Éste primero disparó su arco contra Alcioneo, quien al caer en tierra se reanimó. Por consejo de Atenea, Heracles lo arrastró fuera de Palene y de este modo acabó con él. En la batalla Porfirio atacó a Heracles y a Hera. Zeus le inspiró deseo por Hera, y cuando Porfirio le desgarró los vestidos queriendo forzarla y ella pidió ayuda, fue fulminado por Zeus y asaeteado por Heracles.
 

 

Píndaro, Nemea I 67 ss.
(trad. E. Suárez de la Torre, Madrid, Cátedra, 2000)


(Tiresias revela el futuro de Heracles:)


“Que cuando los dioses en la llanura de Flegra con los gigantes trabasen batalla, éstos, alcanzados por sus flechas, por tierra habrían de cubrir de polvo sus luminosas cabelleras predijo”.
 

 

Detalle del centro de la imagen anterior

Apolodoro, Biblioteca I, 6, 2
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)

En cuanto a los demás gigantes, Apolo flechó a Efialtes en el ojo izquierdo y Heracles en el derecho. Dioniso mató a Éurito con el tirso, Hécate a Clitio con Teas, y Hefesto a Mimante lanzándole hierros candentes. Atenea arrojó sobre Encélado fugitivo la isla de Sicilia, y habiendo arrancado la piel a Palante, con ella protegió su propio cuerpo en el combate. Polipotes llegó a Cos perseguido a través del mar por Posidón; éste desgajó la parte de la isla llamada Nísiro y se la echó encima. Hermes, cubierto con el casco de Hades durante la lucha, mató a Hipólito, Ártemis a Gratión, las Moiras, armadas con mazas de bronce a Agrio y Toante, y a los demás los destruyó Zeus alcanzándolos con sus rayos. Heracles remató con sus flechas a todos los moribundos.

 

     Atenea se enfrenta a un gigante

Detalle del frontón del antiguo templo de Atenea en la Acrópolis, ca. 520 a.C., embellecido por los hijos de Pisístrato. Atenas, Museo de la Acrópolis

 

Atenea agarrando por el pelo al gigante Alcioneo, Gigantomaquia del Gran Altar de Pérgamo, ca 180-175 a.C.

Eurípides, Ión 205 ss.
(trad. J. L. Calvo Martínez, Madrid, Gredos, 2000)


(El coro examina la fachada del templo délfico)
-Por todas partes hago girar mis pupilas. Contempla la lucha, en los muros pequeños, de los Gigantes.
-Amigas, ya estoy mirando.
-Entonces, ¿ves a Palas contra Encélado blandiendo su escudo con la Gorgona?
-Veo a Palas, mi diosa.
-¿Y qué? ¿Ves el rayo inflamado potente en las certeras manos de Zeus?
-Lo veo, está abrasando con su fuego al cruel Mimante.
-También Bromio está matando a otro hijo de la tierra con su bastón de hidra no guerrero, Baco.


Gigantomaquia en un friso del Tesoro de los Sifnios (525 a.C.) en Delfos, Museo Arqueológico de Delfos
 

 

Eurípides, Heracles 177 ss.
(trad. J. L. Calvo Martínez, Madrid, Gredos, 2000)


(Habla Anfitrión:)
"Yo apelo al rayo de Zeus y a la cuadriga en la que subido clavó sus alados dardos en los costados de los Gigantes y celebró un hermoso himno de victoria en compañía de los dioses".

 

 

 

Zeus en la Gigantomaquia del Gran Altar de Pérgamo, ca 180-175 a.C.

 

Friso este del Gran altar de Pérgamo

 

Friso norte del Gran altar de Pérgamo

 

Visiones alegóricas de la Gigantomaquia

 

 

 

Interpretación política en clave alegórica:

Júpiter fulminando a los Gigantes

representa el triunfo de Carlos V

sobre los príncipes rebeldes

 

 

 

 

 

 

 

 

Giulio Romano (=Giulio Pippi = Giulio di Pietro De Gianuzzi), ca. 1499-1546
"Sala de los Gigantes", Palacio del Té, Mantua, 1531-1536

 

 

Antepecho de la Galería exterior del Claustro del Edificio Histórico, Universidad de Salamanca (Fotografía: S. Ua Súilleabháin)

 

A la izquierda es visible un monstruo con cuerpo humano y triple cabeza, de lobo, león y perro. La cartela dice lacerabit et conteret et irridebit "herirá, triturará y reirá".

Se trata de Crono identificado con el Tiempo, representación de pasado (el lobo ya devorado a la izquierda), presente (el león, poderoso, en el centro) y futuro (el perro, más bondadoso a la derecha). Una serpiente, que se muerde la loca, rodea a Crono. Es Serapis, divinidad egipcia que encarna los ciclos anuales y se funde con la serpiente de la prudencia, también identificada con el Tiempo.

A la derecha el águila jupiterina mantiene bajo sus garras a dos monstruos vencidos, Tipheo y Briareo. Alegoría del triunfo de Júpiter, símbolo de Carlos V a quien no faltaron gigantes rebeldes en la propia Salamanca. La divisa, tu nihil invita dices faciesve Minerva "no hagas ni digas nada contra Minerva" es polivalente, bien se entiende tanto por el papel tan destacado que tuvo Atenea en la gigantomaquia, bien en el sentido de "no hagas ni digas nada contra la razón".

P. Gabaudan, El mito imperial. Programa iconográfico de la Universidad de Salamanca, Valladolid, 1998, p. 125 ss.

 

©  Henar Velasco López

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