Mapa de la Edad del Bronce en el Egeo
G. Assereto, Castigo de Tántalo, fundador de la casa de Atreo
Píndaro, Olímpica I, 54 ss. (trad. E. Suárez de la Torre)
En verdad que si hubo un mortal honrado por los vigías del Olimpo, ése fue Tántalo, mas no pudo digerir su gran fortuna, y por causa del hartazgo se ganó un castigo espantoso, la pesada piedra de sobre él colgó el Padre: el continuo deseo de apartarla de su cabeza le hace perder el rumbo de la felicidad.
Ésa es la clase de vida, sin remedio, que lleva en continuo suplicio, cuarto castigo, junto a otros tres, porque robó a los inmortales y dio a sus congéneres convidados el néctar y la ambrosía, que fueron instrumento de su inmortalidad. Mas si alguien espera ocultar sus obras a los dioses, yerra. Por ello los inmortales arrojaron a su hijo de nuevo a la búsqueda de la efímera raza humana; y cuando, al alcanzar la flor de su edad, el vello cubrió de sombra su barbilla, brotó en él la inquietud por un oportuno matrimonio:
De su padre el de Pisa a la gloriosa Hipodamía conseguir. Acercóse solo al mar gris en la oscuridad. Llamó a voces al de profundo estruendo, el del poderoso tridente. Éste se le apareció cerca, junto a los pies. Díjole: “¡Vamos! ¡Si es que los amables dones de la Cipria, Posidón, producen algún efecto maravilloso, traba la lanza broncínea de Enómao, encamíname sobre tu velocísimo carro hasta la Élide y acércame a la victoria, pues ya ha matado a trece pretendientes para aplazar el matrimonio
Templo de Zeus en Olimpia: Enómao a la izquierda, Pélope a la derecha, Hipodamía, palafrenero con el caballo
De su hija! El peligro grande no admite a un hombre cobarde. Si hemos de morir, ¿por qué preparar en vano una vejez sin gloria sentados en la oscuridad, privados de todo lo bello?
A mí me corresponderá esta hazaña. Y tú concédeme su realización según quiero”. Así dijo; y no quedaron sin cumplimiento las palabras con que le conmovió. El dios le honró con el don de un carro áureo y de caballos de infatigables alas.
Sojuzgó la violencia de Enómao y a la doncella como cónyuge, engendró seis hijos, caudillos esforzados en sus virtudes, y ahora comparte espléndidas ofrendas cruentas, yacente cabe el curso del Alfeo, en tumba que culto recibe junto a un altar por muchos visitantes frecuentado. La gloria de Pélope desde lejos nos contempla, en los certámenes de las Olimpíadas, donde se dirime la velocidad de las piernas y la madurez valiente de la fuerza.
Apolodoro, Epítome 2, 3 ss. (trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Pélope, después de haber sido degollado y cocido en el banquete de los dioses, renació aún más hermoso; como sobresalía por su belleza, llegó a ser amado por Posidón, quien le regaló un carro alado que incluso cuando atravesaba el mar no se mojaba los ejes. El rey de Pisa, Enómao, tenía una hija, Hipodamía, y, bien porque él estuviese enamorado de ella, como dicen algunos, bien porque según un oráculo hubiera de morir a manos de su yerno, nadie la tomaba por esposa, pues el padre, al no haber podido convencerla para que se uniese a él, mataba a los pretendientes. Enómao, que tenía armas y caballos recibidos de Ares, ofrecía a su hija como premio a cada pretendiente: éste debía huir en su carro con Hipodamía hasta el istmo de Corinto. Enómao, armado, al punto lo perseguía y, si lo alcanzaba, le daba muerte; quien consiguiera escapar obtendría a Hipodamía por esposa. De este modo había matado a muchos candidatos, según algunos a doce; sus cabezas cortadas las tenía colgadas en su casa.
Hipodamia llevada por una mujer, Pélope y Enómao a ambos lados del pilar, Mírtilo, Eros, Afrodita
También Pélope acudió a pretenderla; Hipodamía al contemplar su belleza se enamoró de él, y persuadió a Mírtilo, hijo de Hermes, para que le ayudase.
Mírtilo era el auriga de Enómao y, como amaba a Hipodamía, deseoso de complacerla, no puso pernos en los ejes de las ruedas e hizo así perder la carrera a Enómao, que enredado en las riendas fue arrastrado y murió; otros dicen que lo mató Pélope. Enómao, moribundo, enterado de la maquinación de Mírtilo, lo maldijo rogando que pereciera a manos de Pélope.
Pélope consiguió pues a Hipodamía; al pasar por cierto lugar en compañía de Mírtilo, se alejó un poco para traer agua a su mujer sedienta, y entre tanto Mírtilo intentó violarla. Pélope, informado por ella de lo ocurrido, arrojó a Mírtilo al mar luego por él denominado Mirtoo, cerca del cabo Geresto. Mírtilo durane la caída maldijo al linaje de Pélope. Cuando Pélope llegó al océano fue purificado por Hefesto, regresó a Pisa, en Élide, y obtuvo el reino de Enómao, tras haber sometido la región llamada primero Apia y Pelasgiótide, y luego Peloponeso a partir de su nombre.
Apolodoro, Epítome 2, 10 ss.(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Los hijos de Pélope fueron: Piteo, Atreo, Tiestes y otros. La mujer de Atreo, Aérope, hija de Catreo, se enamoró de Tiestes. Una vez Atreo había prometido sacrificar a Ártemis lo más hermoso que hubiera en sus rebaños, pero dicen que cuando apareció una oveja de oro no cumplió su promesa, y después de haberla ahogado la depositó en un cofre y la guardó. Pero Aérope, corrompida por Tiestes, se la entregó. Un oráculo había ordenado a los de Micenas que eligiesen por rey a un Pelópida y éstos llamaron a Atreo y Tiestes. Suscitada una disputa por el reino, Tiestes declarón ante la multitud que debería corresponder al que poseyera la oveja de oro. Atreo se mostró de acuerdo y Tiestes, exhibiéndola, fue rey. Pero Zeus envió a Hermes en ayuda de Atreo y le dijo que conviniera con Tiestes que Atreo reinaría si Helios retrocedía en su curso. Tiestes consintió, y el sol se puso por oriente. Con ello la divinidad manifestó la usurpación de Tiestes.
Atreo ocupó el treono y expulsó a Tiestes. Más tarde, enterado del adulterio, le envió un heraldo para una reconciliación. Después de atraerlo con amistad fingida, degolló a los hijos que Tiestes había tenido de una ninfa náyade, Áglao, Calileonte y Orcómeno, a pesar de que se habían sentado como suplicantes en el altar de Zeus; habiéndolos desmembrado y cocido se los sirvió a Tiestes, excepto las extremidades; cuando éste se hubo saciado le mostró las extremidades y lo desterró. Tiestes, que procuraba por todos los medios vengarse de Atreo, consultó al oráculo sobre ello y se le respondió que lo lograría si se unía con su hija y engendraba un hijo. Tiestes así lo hizo, y tuvo en ella a Egisto, que al hacerse adulto y enterarse de quién era hijo, mató a Atreo y restituyó el trono a su padre.
Vista de Micenas
Esquilo, Agamenón 1576 ss. (trad. B. Perea Morales)
Egisto. -¡Oh luz gozosa del día de la venganza! ¡Ahora sí que puedo decir que desde arriba, vengadores de los mortales, los dioses ven los dolores que hay en la tierra!
Sí, porque de manera grata para mí he llegado a ver a ese hombre yacente en el manto tejido por las Erinis, pagando con ello los crímenes del brazo paterno.
Micenas. Puerta de los Leones
Sí, Atreo, el soberano de este país, el padre de ése, a Tiestes, mi padre, y, para decirlo, con claridad, hermano suyo, con el que estaba disputando el poder lo desterró de la ciudad y del palacio. Y, al haber regresado al hogar como suplicante el infeliz Tiestes, halló seguridad en lo que a él se refería: no ensangrentar con su muerte el suelo patrio. Pero, como presente de hospitalidad, el impío padre de éste ofreció a mi padre con más interés que amistad, aparentando que celebraba en demostración de buena voluntad un día dedicado a los sacrificios, un festín con las carnes de sus propios hijos. Los pies y los dedos de las manos los fue cortando de la parte de arriba donde se asienta con aspecto humano, y como sus carnes no los delataban, en su ignorancia, tomólas al punto y comió un manjar funesto, como estás viendo, para la estirpe. Luego, cuando advirtió su acción impía, dio un grito y al suelo cayó vomitando la carne de aquellos niños degollados y un destino insufrible imprecó para los Pelópidas, y le dio un puntapié a la mesa del festín, acompañándolo de una maldición: que así pereciera toda la estirpe de Plístenes. Por eso es posible ver a éste caído, y soy yo quien, con justicia, ha urdido su asesinato.
En efecto, yo que era el tercer hijo, fui desterrado en unión de mi tan desgraciado padre, cuando yo era niño pequeño aún en mantillas; pero, ya criado, Justicia me trajo de nuevo, y me apoderé de este hombre, estando yo aún fuera de su casa, porque tramé en su totalidad el proyecto de mi vengativa resolución, de modo que incluso morir es para mí bello, porque ya he visto a ése preso en las redes de Justicia.
Apolodoro, Epítome 2, 15 ss.(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
La nodriza condujo a Agamenón y a Menelao hasta Polifides, señor de Sición, quien a su vez se los envió a Eneo, el etolio; poco después Tindáreo los restituyó a su patria. Éstos expulsaron a Tiestes, refugiado en el altar de Hera, tras hacerle jurar que se iría a vivir a Citeria. Se convirtieron en yernos de Tindáreo casándose con sus hijas: Agamenón tomó por esposa a Clitemestra después de haber dado muerte a su marido, Tántalo, hijo de Tiestes, y al niño recién nacido; Menelao se casó con Helena.
Agamenón reinó en Micenas y se casó con Clitemesra, hija de Tindáreo, después de matar a su primer marido Tántalo, hijo de Tiestes, junto con su niño; tuvo un hijo, Orestes, e hijas, Crisótemis, Electa e Ifigenia. Menelao se casó con Helena y reinó en Esparta, pues Tindáreo le había cedido el trono.
© Henar Velasco López