Ares

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Marte por Diego de Velázquez

Ovidio, Fastos V, 230-259 (trad. Grupo Tempe)

(Habla Flora)

"Marte, si no lo sabes, nació gracias a mi arte. Ruego a Júpiter siga sin saberlo, como hasta ahora. La sagrada Juno sintió que Júpiter no hubiese precisado su colaboración cuando Minerva nació sin madre. Quise prometerle ayuda tres veces, tres veces quedó agarrotada mi lengua; la razón de mi gran miedo era la cólera de Júpiter. "Préstame auxilio, por favor -dijo-, no descubriré al autor y pondré por testigo a la divinidad del agua estigia." "Lo que deseas -le dije- te lo proporcionará una flor que te enviaré de los huertos olenios: es flor única en mi jardín". Inmediatamente, corté con mis dedos la flor resistente. Toqué a Juno y ella se quedó en estado cuando le toqué el vientre. Y ya embarazada entró por Tracia y las costas de la izquierda de la Propóntide; sus deseos se hicieron realidad y había nacido Marte".

 

 

Estatua en bronce, Gaziantep Museum, Gaziantep, Turkey
 

Ofrenda a Ares

(Tablillas de Cnoso, KN Fp 14+27+28+fragmentos. Traducción Grupo Tempe)

 

Una medida de aceite... a todos los dioses, a Ares.

 

 

Virgilio, Eneida VIII 700-703 (Traducción A. Espinosa Pólit)

 

Descripción del escudo de Eneas

Marte, esculpido en hierro, es viva furia en medio de la lucha; por los aires revuelan las hoscas Erinas; pasan gozosa la Discordia, roto el manto, y con sangriento látigo Belona.

 

 

Ares. Fresco procedente de Pompeya

Himno Homérico VIII a Ares,

(Traducción A. Bernabé)

 

“Ares más que poderoso, abrumadora carga del carro de guerra, el de áureo yelmo, de intrépido corazón, portador de escudo, salvador de ciudades, revestido de bronce, brazo poderoso, infatigable, ardida lanza, valladar del Olimpo, padre de la Victoria , que concluye con bien la guerra, auxiliador de la Justicia, dictador para tus adversarios, guía de los varones más justos. Poseedor del cetro de la hombría, haces girar tu esfera de ígneo resplandor entre los prodigios de los siete caminos del éter, donde los potros flamígeros te conducen por siempre más allá de la tercera órbita.

...¡Que pueda yo rechazar de mi cabeza la amarga cobardía, doblegar en mi interior la pasión que engaña el alma y contener la penetrante fuerza del bélico ardor, que me instiga a caminar por la batalla glacial! Concédeme en cambio, bienaventurado, el valor para permanecer dentro de las normas inviolables de la paz, huyendo del fragor de los enemigos y de violentos destinos de muerte.

 

 

Ares se enfrenta al gigante Mimon, ca. 410-400 a.C.

Homero Ilíada V, 846 ss. (Traducción de L. Segalá y Estalella).

Cuando Ares, funesto a los mortales, los vio venir, dejando al gigantesco Perifante tendido donde le matara, se encaminó hacia el divino Diomedes, domador de caballos. Al hallarse a corta distancia, Ares, que deseaba acabar con Diomedes, le dirigió la broncínea lanza por cima del yugo y las riendas; pero Atenea, cogiéndola y alejándola del carro, hizo que aquél diera el golpe en vano. A su vez Diomedes, valiente en el combate, atacó a Ares con la broncínea pica, y Palas Atenea, apuntándola a la ijada del Dios, donde el cinturón le ceñía, hirióle, desgarró el hermoso cutis y retiró el arma. El férreo Ares clamó como gritarían nueve o diez mil hombres que en la guerra llegaran a las manos; y temblaron, amedrentados, aquivos y teucros. ¡Tan fuerte bramó Ares, insaciable de combate!

Cual vapor sombrío que se desprende de las nubes por la acción de un impetuoso viento abrasador, tal le parecía a Diomedes Tidida el férreo Ares cuando, cubierto de niebla, se dirigía al anchuroso cielo. El dios llegó en seguida al alto Olimpo, mansión de las deidades; se sentó, con el corazón afligido, a la vera del Cronión Jove; mostró la sangre inmortal que manaba de la herida, y suspirando dijo estas aladas palabras:

—¡Padre Zeus! ¿No te indignas al presenciar tan atroces hechos? Siempre los dioses hemos padecido males horribles que recíprocamente nos causamos para complacer a los hombres; pero todos estamos airados contigo, porque engendraste una hija loca, funesta, que sólo se ocupa en acciones inicuas. Cuantos dioses hay en el Olimpo te obedecen y acatan; pero a ella no la sujetas con palabras ni con obras, sino que la instigas, por ser tú el padre de esa hija perniciosa que ha movido al insolente Diomedes, hijo de Tideo, a combatir, en su furia, con los inmortales dioses. Primero hirió a Ciprina en el puño, y después, cual si fuese un dios, arremetió contra mí. Si no llegan a salvarme mis ligeros pies, hubiera tenido que sufrir horrores entre espantosos montones de cadáveres, o quedar inválido, aunque vivo, a causa de las heridas que me hiciera el bronce.

 

Ares o Marte Ludovisi 

Photo. Anderson 1942 © Museo Nazionale Romano

 

Homero, Ilíada V, 888 ss. (Traducción de L. Segalá y Estalella)

Mirándole con torva faz, respondió Zeus, que amontona las nubes:
— ¡Inconstante! No te lamentes, sentado a mi vera, pues me eres más odioso que ningún otro de los dioses del Olimpo. Siempre te han gustado las riñas, luchas y peleas y tienes el espíritu soberbio, que nunca cede, de tu madre Hera, a quien apenas puedo dominar con mis palabras. Creo que cuanto te ha ocurrido lo debes a sus consejos. Pero no permitiré que los dolores te atormenten, porque eres de mi linaje y para mí te parió tu madre. Si, siendo tan perverso, hubieses nacido de algún otro dios, tiempo ha que estarías en un abismo más profundo que el de los hijos de Urano.

Dijo, y mandó a Peón que lo curara. Este le sanó, aplicándole drogas calmantes; que nada mortal en él había. Como el jugo cuaja la blanca y líquida leche cuando se le mueve rápidamente con ella; con igual presteza curó aquél al furibundo Ares, a quien Hebe lavó y puso magníficas vestiduras. Y el dios se sentó al lado del Cronión Jove, ufano de su gloria.                                      

 

 

Ares. Leagros Group, ca 515-500 a.C.

Homero, Ilíada XIII, 295-303 (Traducción E. Crespo Güemes)

 

Así habló, y Meríones, émulo del impetuoso Ares, con presteza cogió de la tienda una broncínea pica y fue tras Idomenio sin otro interés que el del combate.

Como Ares, estrago para los mortales, va en busca de combate, y le acompaña la Huida, su esforzada e intrépida hija, que pone en fuga incluso al guerrero más contumaz; los dos parten de Tracia armados... y he aquí que sin atender ni a unos ni a otros dan la gloria a uno de los dos bandos.

 

Detalle de un vaso ático, ca.  570 a.C.  © Museo Archeologico Etrusco, Florence Licence Plate 11 UK 1007 116

 Fragmento de lírica arcaica (Tradución Grupo Tempe)

¡Oh Bromio armado de lanza, Enialio del grito de guerra!

Cf. epítetos más usuales: ‘homicida’, ‘asesino’, ‘sanguinario’, ‘funesto para los mortales’, ‘impetuoso’, ‘violento’, ‘vigoroso’, ‘poderoso en la guerra’, ‘broncíneo’.

 

Homero, Ilíada V, 29-37 (Traducción E. Crespo Güemes)

...Entonces la ojizarca Atenea cogió de la mano y dijo estas palabras al impetuoso Ares:

“Ares, Ares, estrago de mortales, manchado de crímenes, salteador de murallas! ¿No sería mejor dejar a troyanos y aqueos batirse, sean unos u otros a quienes Zeus padre tienda la gloria, y que nosotros nos repleguemos y evitemos la cólera de Zeus?”

Tras hablar así, sacó de la lucha al impetuoso Ares. Y lo hizo sentarse sobre el Escamandro, de elevadas orillas, y los dánaos hicieron replegarse a los troyanos.

 

Ares se enfrenta a Atenea, ánfora arcaica, ca. 410-500 a.C.

 

Homero Ilíada XXI, 385-427 (Traducción de Luis Segalá y Estalella).

 

Pero una reñida y espantosa pelea se suscitó entonces entre los demás dioses: divididos en dos bandos, vinieron a las manos con fuerte estrépito; bramó la vasta tierra, y el gran cielo resonó como una trompeta....  el primero, Ares, que horada los escudos, acometiendo a Atenea con la broncínea lanza, estas injuriosas palabras le decía:

—¿Por qué de nuevo, oh desvergonzada, promueves la contienda entre los dioses con insaciable audacia? ¿Qué poderoso afecto te mueve? ¿Acaso no te acuerdas de cuando incitabas a Diomedes Tidida a que me hiriese, y cogiendo tú misma la reluciente pica la enderezaste contra mí y me desgarraste el hermoso cutis? Pues me figuro que ahora pagarás cuanto me hiciste.

Apenas acabó de hablar, dio un bote en el escudo floqueado, horrendo, que ni el rayo de Zeus rompería; allí acertó a dar Ares, manchado de homicidios, con la ingente lanza. Pero la diosa, volviéndose, aferró con su robusta mano una gran piedra negra y erizada de puntas que estaba en la llanura y había sido puesta por los antiguos como linde de un campo; e hiriendo con ella al furibundo Ares, dejóle sin vigor los miembros. Vino a tierra el dios y ocupó siete yugadas, el polvo manchó su cabellera y las armas resonaron.

Rióse Palas Atenea; y gloriándose de la victoria, profirió estas aladas palabras:

—¡Necio! Aún no has comprendido que me jacto de ser mucho más fuerte y osas oponer tu furor al mío. Así padecerás cumpliéndose las imprecaciones de tu airada madre, que maquina males contra ti porque abandonaste a los aqueos y favoreces a los orgullosos teucros.

Cuando esto hubo dicho, volvió a otra parte los ojos refulgentes. Afrodita, hija de Zeus, asió por la mano a Ares y le acompañaba; mientras el dios daba muchos suspiros y apenas podía recobrar el aliento. Pero la vio Hera, la diosa de los níveos brazos, y al punto dijo a Atenea estas aladas palabras:

—¡Oh dioses! ¡Hija de Zeus que lleva la égida! ¡Indómita deidad! Aquella desvergonzada vuelve a sacar del dañoso combate, por entre el tumulto, a Ares, funesto a los mortales. ¡Anda tras ella!

De tal modo habló. Alegrósele el alma a Atenea, que corrió hacia Afrodita, y alzando la robusta mano descargóle un golpe sobre el pecho. Desfallecieron las rodillas y el corazón de la diosa, y ella y Ares quedaron tendidos en la fértil tierra.

 

 

Ares y Afrodita con un pequeño Eros, ánfora procedente del Louvre, ca. 400-390 a.C.

 

Hesíodo, Teogonía 933-937

(Traducción A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez)

 

A su vez, con Ares, perforador de escudos, Citerea  concibió a los terribles Miedo y Terror, que ponen en confusión las compactas falanges de varones en la guerra sangrienta junto con Ares destructor de ciudades; y también a Harmonía, a quien el muy esforzado Cadmo hizo su esposa.

 

 

 

 

 

Fobos, "Terror", en un mosaico procedente de Halicarnaso, s. IV d.C.

 

Amazonas. Detalle de un vaso ático, ca. 550 a.C. © Boston, Museum of Fine Arts, Licence Plate 11 UK 1007 108

 

Apolonio Rodio, Argonáuticas II 990-994 (Traducción M. Valverde Sánchez)

Las Amazonas... no eran muy acogedoras ni respetuosas de las leyes, sino que las ocupaba la deplorable violencia y las obras de Ares; pues en efecto eran de la estirpe de Ares y de la ninfa Harmonía, la cual le alumbró a Ares unas hijas belicosas.

 

Hipólita entrega el cinturón a Heracles. LIMC V 2461 © LIMC

Apolodoro, Biblioteca II, 5, 9 (Traducción M. Rodríguez de Sepúlveda)

Como noveno trabajo (Euristeo) ordenó a Heracles conseguir el cinturón de Hipólita. Ésta era la reina de las amazonas, que habitaban cerca del río Termodonte, pueblo sobresaliente en la guerra, pues practicaban las costumbres viriles; y cada vez que, a causa de relaciones sexuales, tenían hijos, criaban sólo a las hembras y les comprimían el pecho derecho para que no les estorbara al lanzar la jabalina, mientras que les dejaban el izquierdo para amamantar. Hipólita ostentaba el cinturón de Ares, símbolo de su soberanía.

 

Vista de la Colina del Areópago desde la Acrópolis.

Apolodoro, Biblioteca  III, 14, 2 (Trad. M. Rodríguez de Sepúlveda)

…De Agraulo y Ares, nació Alcipe. A ésta trató de violarla Halirrotio, hijo de Posidón y de la ninfa Éurite, pero fue descubierto y muerto por Ares. Posidón lo acusó, y Ares, juzgado en el Areópago por los doce dioses, fue absuelto.

 

Pausanias I, 28, 5 (Trad. M. C. Herrero Ingelmo)

Está también una colina llamada Areópago porque Ates fue juzgado allí por primera vez, y ya he expuesto la leyenda de que mató a Halirrotio y por qué; dicen que después fue juzgado Orestes por el asesinato de su madre. Hay un altar de Atenea Area, que consagró cuando fue absuelto. A las piedras no labradas sobre las que están en pie los acusados y los acusadores, a una la llaman Hibris (‘Ultraje’) y a la otra Anedea (‘Resentimiento’).

 

 

P. P. Rubens, Marte y Rea Silvia, 1620

Ovidio, Fastos III 11-25, 73-80 (Traducción Grupo Tempe)

Silvia, la vestal, fue una mañana en busca de agua con que lavar los objetos sagrados. Se sentó cansada en el suelo y se puso a tomar el aire con el pecho descubierto, y se arregló el pelo alborotado. Sentada como estaba, le produjeron sueño los sauces sombríos y los pájaros cantores y el murmullo ligero del agua. Marte la vio, sintió deseos de ella y la poseyó como la había deseado, y con sus divinos recursos disimuló su ultraje. Desapareció el sueño y ella quedó embarazada; es de saber que a partir de entonces estaba en sus entrañas el fundador de la ciudad de Roma.

 

 

Dijo el padre de la ciudad eterna: “Árbitro de las armas, de cuya sangre se me tiene por nacido, a partir de ti damos comienzo al año romano; el primer mes llevará el nombre de mi padre”. Confirmó sus palabras llamando al mes por el nombre del padre. Cuentan que este detalle de amor filial fue del agrado del dios.

 

 

Mosaico con Marte como Martes, segundo día de la semana. Villa at Orbe-Bosceaz, Orbe, Switzerland. s. III d.C.

 

Templo de Marte en el Foro de Augusto. Roma

 

Ovidio, Fastos V 550-578 (Traducción Grupo Tempe)

 

Había llegado Marte y al llegar había dado señales de guerra. El propio Vengador había descendido del cielo a recibir sus honores y el templo que se divisa en el foro de Augusto. El dios es grande y su monumento también: no de otro modo debía habitar Marte en la ciudad de su hijo. [Augusto] extendiendo las manos, dijo las siguientes palabras: “Ven, Marte, y sacia de sangre criminal la espada, y que tu favor se incline por la causa mejor. Tendrás un templo, y si venzo yo, serás llamado el Vengador”. Lo había prometido y regresó contento de derrotar al enemigo.

 

Fresco romano con representación de una suovetaurilia

Catón, Agricultura CXLI 109

(Traducción Grupo Tempe)

Padre Marte, te suplico y te ruego que seas benevolente y propicio para mí, para mi casa y mi familia; con esta intención he mandado que un suouetaurilia [cerdo, oveja y toro] desfile en torno a mi campo, mi tierra, mi heredad, para que tú apartes las enfermadades visibles e invisibles, la esterilidad y la destrucción, las calamidades y las inclemencias del tiempo; que permitas que mis cosechas y mis trigos, mis viñas y mis plantaciones florezcan y lleguen a la sazón; que guardes a mis pastores y que des salud y fortaleza a mí, a mi casa y a mi familia; con esta intención, para purificar y hacer un sacrificio expiatorio en favor de mi heredad, mi tierra y mi campo, dígnate aceptar la inmolación de este suouetaurilia de crías lechales.

 

Ares y Afrodita, vaso arcaico. Museo Nazionale Tarquiniese, Tarquinia, Italy

Homero, Odisea VIII, 256-327 (Traducción de Luis Segalá y Estalella)

Así dijo el deiforme Alcínoo. Levantóse el heraldo y fue a traer del palacio del rey la hueca cítara. Alzáronse también nueve jueces, que habían sido elegidos entre los ciudadanos y cuidaban de todo lo relativo a los juegos; y al instante allanaron el piso y formaron un ancho y hermoso corro. Volvió el heraldo y trajo la melodiosa cítara a Demódoco; éste se puso en medio, y los adolescentes hábiles en la danza, habiéndose colocado a su alrededor, hirieron con los pies el divinal circo. Y Odiseo contemplaba con gran admiración los rápidos y deslumbradores movimientos que con los pies hacían.

Mas el aedo, pulsando la cítara, empezó a cantar hermosamente los amores de Ares y Afrodita, la de bella corona: cómo se unieron a hurto y por vez primera en casa de Hefesto, y cómo aquel hizo muchos regalos e infamó el lecho marital del soberano dios.

 

D. Velázquez, La Fragua de Vulcano. 1630

Helios, que vio el amoroso acceso, fue en seguida a contárselo a Hefesto; y éste, al oír la punzante nueva, se encaminó a su fragua, agitando en lo íntimo de su alma ardides siniestros, puso encima del tajo el enorme yunque, y fabricó unos hilos inquebrantables para que permanecieran firmes donde los dejara. Después que, poseído de cólera contra Ares, construyó esta trampa, fuese a la habitación en que tenía el lecho y extendió los hilos en círculo y por todas partes alrededor de los pies de la cama y colgando de las vigas; como tenues hilos de araña que nadie hubiese podido ver, aunque fuera alguno de los bienaventurados dioses, por haberlos labrado aquél con gran artificio. Y no bien acabó de sujetar la trampa en torno de la cama, fingió que se encaminaba a Lemnos, ciudad bien construida, que es para él la más agradable de todas las tierras.

 

Marte, Venus y pequeño Eros por Paris Bordon

 

 

No en balde estaba al acecho Ares, que usa áureas riendas; y cuando vio que Hefesto, el ilustre artífice, se alejaba, fuese al palacio de este ínclito dios, ávido del amor de Citerea, la de hermosa corona. Afrodita, recién venida de junto a su padre, el prepotente Cronión, se hallaba sentada; y Ares, entrando en la casa, tomóla de la mano y así le dijo:

"Ven al lecho, amada mía, y acostémonos; que ya Hefesto no está entre nosotros, pues partió sin duda hacia Lemnos y los sinties de bárbaro lenguaje"

Afrodita y Ares. Fresco pompeyano

 

 

 

Así se expresó; y a ella parecióle grato acostarse. Metiéronse ambos en la cama, y se extendieron a su alrededor los lazos artificiosos del prudente Hefesto, de tal suerte que aquéllos no podían mover ni levantar ninguno de sus miembros; y entonces comprendieron que no había medio de escapar. No tardó en presentárseles el ínclito Cojo de ambos pies, que se volvió antes de llegar a la tierra de Lemnos, porque Helios estaba en acecho y fue a avisarle. Encaminóse a su casa con el corazón triste, detúvose en el umbral y, poseído de feroz cólera, gritó de un modo tan horrible que le oyeron todos los dioses:

 

 

 

Venus y Marte aprisionados por Vulcano, L. Giordano, 1670

 

"¡Padre Zeus, bienaventurados y sempiternos dioses! Venid a presenciar estas cosas ridículas e intolerables: Afrodita, hija de Zeus, me infama de continuo, a mi, que soy cojo, queriendo al pernicioso Ares porque es gallardo y tiene los pies sanos, mientras que yo nací débil; mas de ello nadie tiene la culpa sino mis padres, que no debieron haberme engendrado. Veréis cómo se han acostado, en mi lecho y duermen, amorosamente unidos, y yo me angustio al contemplarlo. Mas no espero que les dure el yacer de este modo, ni siquiera breves instantes, aunque mucho se amen: pronto querrán entrambos no dormir, pero los engañosos lazos los sujetarán hasta que el padre me restituya íntegra la dote que le entregué por su hija desvergonzada. Que ésta es hermosa, pero no sabe contenerse." Así dijo; y los dioses se juntaron en la morada de pavimento de bronce. Compareció Poseidón, que ciñe la tierra; presentóse también el benéfico Hermes; llegó asimismo el soberano Apolo, que hiere de lejos. Las diosas quedáronse, por pudor, cada una en su casa. Detuviéronse los dioses, dadores de los bienes, en el umbral; y una risa inextinguible se alzó entre los bienaventurados númenes al ver el artificio del ingenioso Hefesto.

 

 

La lectura alegórica: Afrodita, "El Amor", vence a Ares, encarnación de la violencia y la guerra.

Sandro Botticelli, Venus y Marte, ca. 1485

 

©  Henar Velasco López

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