Alumna de Filosofía. Curso 2007/2008 Mitología Clásica
James Lovelock, La Venganza de Gaia
Sin duda alguna, los problemas debidos al cambio climático son de los mayores retos a los que nos enfrentamos hoy en día. El peligro es inminente, el daño en muchos casos es irreversible, el futuro, incierto. Algunos opinan que el principio del fin ha comenzado ya. Cada año somos testigos de nuevos e insólitos desastres naturales que auguran malos tiempos por venir. Son muchos los científicos que opinan que nuestra supervivencia como especie está en grave peligro. Durante siglos los seres humanos nos hemos creído dueños y señores de la Tierra. Hemos explotado sus recursos como si existiesen exclusivamente para satisfacer nuestras necesidades y caprichos. Ingenuamente, hemos creado una economía mundial que depende de un crecimiento infinito en un planeta cuyos recursos son cada vez más evidentemente finitos. El agua se acaba, los bosques desaparecen, la Tierra se calienta.
En su última obra, La Venganza de Gaia, James Lovelock, un científico inglés, describe a nuestro planeta como un sistema capaz de autorregularse. El mundo no funciona como un mecanismo de relojería, como la ciencia creyó desde el siglo XVII, sino que es un complejo sistema orgánico que busca el equilibrio y metafóricamente, está vivo. Lovelock bautiza a su teoría Gaia por la antigua diosa griega de la Tierra. Su diagnóstico es que Némesis, la justicia retributiva, castigará la insolencia, la hybris de los hombres.
Lovelock escribe: “ [Para añadir a las dificultades de Gaia para autorregularse y así sostener a las miríadas de formas de vida que acoge]…una de esas formas de vida, los humanos, animales tribales e inclinados a la disputa con sueños de conquista inclusive de otros planetas, han tratado de regir la Tierra solamente para su propio beneficio. Con una abrumadora insolencia, han usado las reservas de carbón que Gaia enterraba para mantener el oxígeno en el nivel adecuado y las han quemado”. (p.187) Más adelante advierte: “Ahora vemos que el gran sistema que es la Tierra, Gaia, se comporta como las otras diosas míticas, Khali y Némesis; obra como una madre que cuida de lo suyos pero que es despiadadamente cruel hacia los trasgresores, inclusive cuando éstos son de su propia descendencia.” (p.188). (traducción de la autora).
En el fragmento citado Lovelock menciona que Gaia se comporta como una diosa mítica, igual que Khali y Némesis. Khali es una diosa de la mitología hindú, que es descrita a veces como una madre cariñosa y protectora, pero en ocasiones como una vengativa, feroz y violenta guerrera. En la mitología griega Némesis es la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. En toda la mitología griega, es fundamental el concepto de hybris. Hybris es la soberbia, el orgullo excesivo que se convierte en desmesura y en ceguera (ate). La hybris hace nacer la envidia de los dioses y nunca queda sin castigo. En ocasiones, este castigo no sólo se impone sobre la generación del ofensor, sino sobre toda su descendencia. Uno de sus síntomas es la locura. Tanto Homero, como Eurípides y Sófocles, por ejemplo, suelen aludir a que los dioses vuelven locos a los hombres a quienes quieren destruir.
Los ejemplos para ilustrar la hybris de los hombres son incontables, pero quizás algunos de los más representativos son los siguientes:
Heródoto nos cuenta la historia de Polícrates, el tirano de Samos, que aparecía ante el mundo como un hombre muy afortunado. Gobernó en una isla rica que había arrebatado con fuerza a sus dos hermanos y su ejército siempre obtenía victorias. Amasis, rey de Egipto y amigo de Polícrates, atento a la enorme suerte de la que gozaba el tirano y temiendo la envidia de los dioses, le escribió una carta advirtiéndole que es bueno tener triunfos y fracasos, ya que no ha sabido de nadie que teniendo solamente triunfos haya acabado sus días de buena manera. Amasis le recomienda entonces que piense en algún bien que tenga que sea muy valioso y que se deshaga de él de manera que nunca pueda llegar a manos de otra persona. Polícrates decidió seguir su consejo y lanzó al mar un anillo de esmeraldas por el cual sentía mucho aprecio. Unos días después, un pescador había cogido un pez tan magnífico, que lo consideró digno de ser un presente para Polícrates y fue al palacio a regalárselo. Al abrir el pez en el palacio, los servidores se encontraron con el anillo de Polícrates. Cuando se lo dieron al tirano, éste consideró que lo ocurrido era obra de la providencia y dejó crecer aún más su orgullo. Cuando Amasis recibió las noticias de lo sucedido, rompió relaciones con él, pues comprendió que éste no tendría un final feliz. Polícrates terminó muriendo crucificado a manos de un sátrapa persa.
Otro ejemplo lo encontramos en la Odisea. Por boca de Proteo, el dios marino, Homero nos cuenta que Ayante Oileo, bien conocido por su comportamiento brutal y, en especial, por la violación de Casandra, en su regreso a casa desde Troya, había sucumbido con sus naves en el mar. Posidón lo rescató en un principio, y se hubiera salvado de morir si no hubiese soltado una expresión soberbia que le costó la vida: dijo que, aún a despecho de los dioses, escaparía de la furia del mar. Posidón, al escucharlo, partió la roca Girea sobre la cual descansaba Ayante con su tridente y éste volvió a caer en el ponto, en el cual se ahogó.
Un ejemplo más encontramos en la historia de Sísifo, quien tenía fama de ser el más astuto entre los hombres. Cuando Tánatos ("la Muerte") fue a buscarlo, logró encadenarlo, por lo que nadie murió hasta que Ares liberó a Tánatos y puso a Sísifo bajo su custodia. Antes de morir, Sísifo le dijo a su esposa que no le hiciera los ritos fúnebres. Cuando llegó al otro mundo, convenció a Hades para que le dejara volver para obligar a su esposa a hacerle los honores debidos. Una vez en Corinto, no quiso regresar hasta que fue obligado por Hermes. Su insolencia fue castigada con una tarea que lo mantuviera ocupado cada instante para que no pudiera volver a escapar: debía subir una pesada roca por una colina y cuando llegara a la cima, la roca se caía, teniendo que volver a subirla eternamente.
¿Son éstos ejemplos relevantes para la situación en la que nos encontramos actualmente? Como Polícrates, hoy en día esperamos que todo nos salga bien, que la economía crezca perpetuamente, que el bienestar se incremente, que la tecnología nos solucione todos los problemas, que nuestra vida se vuelva cada vez más cómoda y fácil. Y eso, sin estar dispuestos a sacrificar nada a cambio. Estamos en la era de lo que Lipovetsky llama «la ética sin dolor». Olvidamos que todo tiene un precio. Como Ayante, creemos que podemos ir contra las fuerzas implacables de las que dependemos, de la Tierra, y lo gritamos a todo pulmón con nuestro consumismo ilimitado y cada vez que contaminamos nuestro ambiente. ¿Es que los dioses nos han vuelto locos? Sólo un loco se dispondría con tanto afán como nosotros a destruir su propio hogar. Como Sísifo, pretendemos escapar de la muerte una y otra vez, ser eternamente jóvenes. De ahí la cultura de la cirugía plástica, las vitaminas, los remedios de la eterna juventud. Directa o indirectamente, estamos dispuestos a dañar a otros por alargar aunque sea un instante nuestra propia vida. Es así como superpoblamos la Tierra, que ya no soporta tantos habitantes y creamos un sistema injusto en el que la mayoría se muere de hambre para que unos pocos satisfagan sus superfluos caprichos.
En la Teogonía Hesíodo cuenta que después del Caos, nace Gea, Gaia. Su descendencia es amplia y variada, pero sigue prevaleciendo un ambiente caótico hasta que Zeus, hijo de Crono y Rea, impone el orden en el universo. Desde entonces hay episodios que cuentan varios intentos del caos de volver a prevalecer sobre el orden. El reinado de Zeus se ve amenazado, por ejemplo, por los Titanes, por Tifón, por los Gigantes y por los Alóadas. Esta vez, quienes atentamos contra el orden del mundo somos los seres humanos. Lovelock señala que en un sistema autorregulador, tal como la Tierra, que se comporta como un organismo unitario, los seres humanos nos hemos convertido en un virus. Gaia tiene fiebre. Muchos científicos aseguran que la supervivencia de la raza humana está en juego. Nuestras emisiones están haciendo que la atmósfera esté volviendo poco a poco a un estado de toxicidad similar al que había antes de que naciera la vida en la Tierra. Paremos titanes o gigantes, monstruos destructivos, en vez de ser los héroes que deberíamos ser para continuar la labor ordenadora y civilizadora de Zeus.
Como en la mitología griega, la hybris nunca escapa sin castigo. Pagaremos el precio de nuestra insolencia, orgullo, y falta de empatía para con nuestros semejantes y otros seres vivos. Es cuestión de tiempo. Es importante recordar que el castigo siempre es proporcional a la ofensa. Quizá el recuperar un poco de humildad, de cordura, de autocontención y mesura, pueda aligerar el terrible castigo que nos espera. Debemos recordar también, que el castigo se impondrá sobre las generaciones que nos sucedan, teniendo que pagar en el futuro los errores que se cometen hoy.
Sabiamente, Lovelock nos insta a reaccionar ahora, cuando aún tenemos un ligero margen para negociar. En la Ilíada, Fénix acude a Aquiles para pedirle que no ceda más a su cólera y acepte luchar con los aqueos cuando aún pueden ganar la batalla y cuando Agamenón le está ofreciendo regalos. Le recuerda el peligro de la ceguera causada por la hybris, y los posibles efectos que puede tener reaccionar cuando ya es demasiado tarde. De la misma manera, dentro de poco tiempo, es posible que sea demasiado tarde para aminorar los efectos de nuestra desmesura. Es tiempo de aceptar nuestra condición de hombres, con todo lo que ello supone. Somos mortales, sujetos a la enfermedad y la decrepitud, dependemos de nuestro ambiente natural y no vivimos solos en la Tierra. Las obras de Homero eran el fundamento de la educación en la antigua Grecia. Quizá si fuésemos más humildes, sabríamos aprender de estos maravillosos mitos nosotros también. La sabiduría no caduca. Los consejos son los mismos. Ojalá que los vaticinios de grandes científicos como Lovelock sean escuchados y sus esfuerzos tengan más éxito en convencer a la gente que lo que tuvo Fénix al tratar de convencer a Aquiles. ¡Ojalá tengamos la humildad y la visión para aprender los valiosos legados que nos ha dejado la humanidad, como son las enseñanzas de la mitología griega! De lo contrario Gaia, como ya hiciera en el pasado mítico cuando engendró a Tifón, no tendrá más remedio que desatar su fuerza y crueldad sobre unos hijos que se han convertido en orgullosos e inconscientes agresores.
Alumna de Filosofía. Curso 2007/2008 Mitología Clásica II
"El contrato de Ulises"
Puran, N., Ulysses Contracts: Bound to Treatment or Free to Choose?, The York Scholar v.2, Spring 2005, p.48
“El «contrato de Ulises» es claramente útil en muchos casos, pero debemos recordar que tiene por lo menos dos participantes responsables: la persona que lo redacta y la(s) persona(s) que deben implementarlo. Las directivas anticipadas como el contrato de Ulises, ya sea que se vean como una manera de incrementar la autonomía del paciente o de promover el trabajo en equipo y la colaboración, demandan un entendimiento mutuo de la directiva y una respuesta apropiada, ya estemos hablando de la tripulación de Odiseo o del psiquiatra de un paciente.” (Traducción de la autora)
Se le llama contrato o pacto de Ulises a la directiva anticipada basada en el consentimiento informado de parte de pacientes que sufren desordenes mentales para comprometerse a tomar ciertas reglas de acción en un futuro, habiendo riesgo de que su trastorno empeore y caiga en una incompetencia para tomar decisiones. El paciente, por ejemplo, se compromete a someterse a cierto tratamiento aun cuando en un futuro, habiendo empeorado su condición, se pueda querer negar a dicho tratamiento. Confiando en la validez de una decisión premeditada y hecha en un momento de lucidez, el paciente redacta un contrato que permite que en un futuro los especialistas puedan asegurarse de cumplir el acuerdo al que se llegue aún sin el futuro consentimiento del paciente en cuestión.
El nombre proviene del episodio en la Odisea en el que Ulises pide a sus marineros que lo aten al mástil de su barco para poder escuchar el canto de las sirenas, que según le había advertido Circe, encantan y resultan letales para los marineros. Mientras los marineros tienen tapados los oídos con cera, Ulises permanece atado al mástil, habiendo dado la orden de que no se le desatara incluso si lo pedía, sino que más bien se le atara todavía con más fuerza, si suplicaba lo contrario.
J. W. Waterhouse, "Ulises y las sirenas"
Según las leyes de ciertos países y estados, como por ejemplo el de Nueva York, un paciente adulto tiene derecho a negarse a recibir tratamiento en todo momento. El contrato de Ulises contradice esta ley, declarando que sólo los deseos competentes del paciente han de tomarse en cuenta. En el mito griego, si se le hubiera hecho caso a Ulises mientras estaba bajo el encanto de las sirenas, éste hubiera perecido a su merced.
De este episodio de la Odisea, podemos extraer los puntos más relevantes de la decisión del contrato de Ulises. En primer lugar, es importante destacar que Odiseo no toma su decisión solo, sino en colaboración con un experto en el tema, que en este caso es Circe. Circe era una diosa, hija del Sol y de la oceánide Perse, que vivía en la isla de Eea, a donde llega Ulises en su intento de volver a Ítaca. Circe, enamorada de Ulises, lo retiene con sus hombres un año en su isla, aunque finalmente accede a cumplir su promesa de dejarlo ir y ayudarle en su regreso a casa. Así, Circe le advierte sobre las sirenas y le explica lo que tiene que hacer para salvarse, luego le propone dos posibles caminos a seguir, explicándole sus respectivos peligros: o bien puede intentar pasar por las rocas Errantes, por donde sólo la nave Argo ha logrado pasar cuando el viaje de los Argonautas, o bien puede intentar pasar entre Escila, un monstruo de doce pies y seis cuellos, y el peligroso remolino de Caribdis. En el caso del contrato de Ulises, el experto en cuestión sería el médico, y su trabajo consiste en explicar claramente al paciente las consecuencias, ventajas, desventajas y peligros de las diferentes posibilidades que se le presentan. El paciente debe estar al tanto de todo lo que podría conllevar el acceder a firmar un contrato en el que, de empeorar su condición, se pide que se le imponga un tratamiento aun contra su voluntad, o bien, por el contrario, que no se le someta a ningún tratamiento y se prohíba que se le mantenga vivo artificialmente. Al final, es Odiseo quien debe decidir entre los dos caminos que tomar, al igual que la última palabra recae sobre el paciente.
Ulises y las Sirenas. Ca. 520 a.C.
En el episodio de las sirenas, uno de los detalles más relevantes es que Ulises tiene que ser atado al mástil. Siendo el líder de su tripulación, les ordena, paradójicamente, que no escuchen a sus ruegos de ser desatado en el momento de escuchar el canto de las sirenas. Las sirenas, seres mitad mujer mitad aves, instan a Odiseo a acercarse y parar la nave. Cuando Ulises efectivamente pide que lo desaten, Perimedes y Euríloco lo atan con nuevos lazos. Esto sugiere una enorme confianza de parte de Ulises en sus compañeros. Esta confianza surge, en gran parte, de que la responsabilidad y los peligros son compartidos por todos. En un caso clínico, podemos usar como ejemplo el de una escritora que sufre de esquizofrenia, y que en sus brotes, resulta ser especialmente activa escribiendo, pero se olvida de su hijo pequeño, a quien tiene que cuidar. En este caso, es la responsabilidad conjunta de la escritora como madre y del médico como profesional, lo que hace que la madre pueda ceder su voluntad y ponerla en las manos del profesional.
Cabe destacar también que en la decisión de Odiseo, tanto él como su tripulación, así como también Circe, estuvieron de acuerdo en la resolución. Es más seguro que el personal médico aplique debidamente la directiva anticipada si considera que es la mejor solución posible. En el caso de Ulises, las precauciones tomadas aseguraban la seguridad y bienestar de éste y de su tripulación. En ocasiones, el personal médico puede sentir que está dañando al paciente al seguir una directiva de no tratamiento o al mantener artificialmente vivo a un paciente por demasiado tiempo mientras sufre, y puede sentir asimismo que tal resolución resulta dañina para él mismo, tanto a nivel profesional y legal como personal. Por eso es importante que todos los involucrados se comprometan por igual y estén de acuerdo. Es importante señalar que la tripulación de Odiseo confiaba en la táctica que usarían pues el consejo provenía de una diosa. De igual manera, el personal médico muestra más confianza en los contratos de Ulises cuando están avalados por expertos en el tema y no sólo en la decisión basada en la inexperiencia del paciente. Un paciente no necesariamente es del todo consciente de lo que puede significar cierto tratamiento. Por eso es vital que alguien con experiencia lo ayude a tomar la decisión más acertada.
Mientras una directiva avanzada se acerque más al ideal del ejemplo de la decisión de Ulises, más posibilidades tiene de ser exitosa. No obstante, muchas veces los contratos de Ulises ponen en duda la autoridad del personal médico, pues los doctores pueden sentir su poder limitado al tener que respetar decisiones de pacientes que consideran inadecuadas. De nuevo, no se puede insistir demasiado en el mutuo acuerdo de las partes.
Una vez más, la sabiduría griega inscrita en su mitología prueba ser inmortal. Los dilemas más importantes de la vida son siempre los mismos, sin importar las muchas facetas en las que se puedan presentar. Las cuestiones fundamentales de nuestra condición se repiten una y otra vez. Desde este punto de vista y abusando de las palabras de Whitehead, parecería que casi todo lo que se ha escrito desde aquellos tiempos, no son más que pies de página a la invaluable herencia que hemos recibido de las culturas antiguas, tales como la griega.