Ángel Saiz González

 Alumno de Historia del Arte. Curso 2006/2007 Mitología Clásica

 

El tormento de Ixión (de la serie de los cuatro condenados)

Jusepe Ribera

 

El tormento de Ixión.

1632. José de Ribera “el Españoleto”. Museo del Prado.

 

He elegido este mito porque me produjo gran impacto la primera vez que lo ví en el museo del Prado en una de mis visitas. Esta asignatura me ha permitido valorar el cuadro más allá de la interpretación estilística profundizando en la iconografía del mismo. Antes de describir la escena haré una presentación del mito y de los personajes que aparecen en él, ya que apenas han sido tratados en clase.

            El personaje principal es Ixión, lapita y rey de Tesalia. Hay varias teorías acerca de su genealogía. No hay dudas de que su madre fue Perimele, hija de Amitaón. Mayores dificultades existen para conocer su paternidad ya que son diversas las interpretaciones. Higino dice que es Leonte, Esquilo que se trata de Antión, siendo también frecuente que se le considere hijo de Ares, de Aetón o de Pisión, pero la más frecuente y acertada es la versión de Eurípides, que cree que se trata de Flegias. Yo creo que es la interpretación más creíble porque Flegias, según Virgilio, lo presenta en los infiernos como castigo por su impiedad, al intentar vengar a su hija Corónide o Coronis, hermana de Ixión. Coronis, casada con Apolo y esperando un hijo suyo llamado Asclepio, tiene miedo a envejecer y dejar de gustar a éste, por tanto decide serle infiel con Isquis. A modo de venganza, Diana, la diosa virgen y hermana de Apolo, la asesina, lo que desatará las iras del padre de Coronis, que quemará el templo del Apolo e intentará su muerte, pero al final será Apolo quien le de muerte a él, yendo a los infiernos.

            Conociendo su infancia violenta es normal que actúe también de manera violenta, vengativa y arrogante con todo aquel que le rodea, sea dios o mortal. Es muy pretencioso que Flegias intentara dar muerte a un dios y se verá reflejado en la vida de Ixión cuando intente poseer a la esposa oficial del dios principal.

            Pretendió casarse con Día, prometiendo a su padre Deyoneo, como era costumbre, un valioso regalo por entregarle la mano de su hija. Nunca cumplió su promesa y su suegro tras reclamárselo y no ser contestado optó por robarle los caballos. Deyoneo invitó a Ixión a una fiesta en Larissa, ciudad de Tesalia, a la que acudió a pesar de su resentimiento por el robo, pero a la mínima oportunidad aprovecha para arrojarle  a un foso lleno de carbones ardiendo. De esta manera al igual que su padre vulneró las leyes sagradas de la hospitalidad. Del mismo modo que se padre intentó matar a su yerno, éste lo lleva a cabo con su suegro. Por ello hemos de deducir que lleva el afán de matar en su sangre.

Este crimen que vulneraba las leyes sagradas de la hospitalidad horrorizó tanto a los reyes vecinos que ninguno quiso purificarle, obligando a Ixión a vivir escondido y huyendo del trato de los demás. Nadie antes que él había cometido un crimen de este calibre, ya que suponía un doble sacrilegio: el de perjurio y además asesinato de una persona de la misma familia. Imploró perdón al dios Zeus, que fue el único que se apiadó de él acordándose de que hasta los mismos dioses hacían locuras por amor y, purificándole, le invitó a la mesa de los dioses, dándole de beber la ambrosía que le conferirá la inmortalidad, pasándole factura más tarde. En lugar de mostrar agradecimiento Ixión intentó seducir a Hera y ésta se lo contó a su marido Zeus. A modo de prueba Néfele, diosa de las nubes se transfigura en una nube con la forma de Hera (también se sostiene la versión de que fue la propia Hera la que la formó) que puso ante Ixión y engañado éste abrazó al fantasma, naciendo de esta unión Centauro, padre de los centauros. Zeus al principio únicamente lo desterró pensando que el haber bebido néctar le trastocó la cabeza, pero Ixión fue presumiendo de haber seducido a Hera y por ello lo mató con un rayo, la única forma de morir que tenían los que habían probado la ambrosía, y que era el arma de Zeus regalada por los titanes. Es probable que Zeus lo perdonara en un principio porque él mismo ya había utilizado la argucia de transformarse en nube para seducir a Ío y a Dánae.

Una vez muerto por el rayo, lo envió al Tártaro y le impuso el castigo por el nuevo sacrilegio de intentar yacer con su propia esposa y lo que ello conllevaba claro. Es lo que más nos interesa al tratarse del tema del cuadro. Decidió atarlo a una rueda encendida en llamas y lo lanzó por los aires. Cuando Zeus fue el único en purificarle tras su primer sacrilegio le ofreció a probar la ambrosía, transmitiéndole de esta manera de inmortalidad, por ello Ixión deberá sufrir su castigo sin la esperanza de que tenga fin. Debido a su ingratitud, la misma bondad del bienhechor que fue el único en ponerse de su parte se convirtió en una agravación de su pena que duraría toda la eternidad. Realmente esto no es del todo cierto, ya que según nos cuenta Ovidio en sus Metamorfosis, cuando Orfeo bajó a buscar a Eurídice y cantó con su lira todos los condenados pararon en sus castigos para escuchar su dulce voz, siendo el único caso que se conoce en el que su tormento parase en algún momento.

En la mitología clásica podemos distinguir entre el Hades, que es tan sólo el hogar de los muertos y el Tártaro, que es el lugar donde van los castigados a pagar por sus crímenes. Muchos son los autores que han hablado del Tártaro. Hesíodo en su Teogonía lo sitúa a la distancia que recorrería un yunque de bronce durante nueve días en caída libre desde la Tierra. En La Ilíada, Homero sitúa el Tártaro tan lejano del Hades como el cielo lo está de la Tierra. En la mitología romana Virgilio lo describe en la Eneida como un lugar gigantesco rodeado por el río Flegetonte con triples murallas y guardado por una hidra con cincuenta fauces. El Tártaro está incluso citado en La Biblia, en la segunda epístola de San Pedro, allí estarían guardados los ángeles que pecaron, en hoyos de densa oscuridad esperando el Juicio Final.

Mientras otros autores simplemente le sitúan en el Hades o en el Tártaro, Ovidio especifica un poco más y nos habla de la existencia de la Mansión de los Impíos, llamada así por ser el lugar donde están los condenados por sus impías acciones y sufren eternos suplicios[1]. Son los grandes criminales que cumplen con sus castigos eternamente para que la gente los vea y siempre tengan presente lo que les puede pasar en caso de seguir su ejemplo. Son castigos ejemplares por acciones ejemplares, ya que no era normal que se sufrieran este tipo de condenas, lo habitual en la mitología clásica era simplemente que los fantasmas de los muertos acudieran a descansar al Hades siguiendo su modo de vida habitual, y sólo eran enviados al Tártaro los culpables de crímenes contra las leyes sagradas y que pudieran dañar la estructura del Olimpo, siendo este caso un claro ejemplo del daño que puede suponer acostarse con la esposa, que no con una de las amantes del mismísimo Zeus. Además de ser su esposa hay que tener en cuenta que Hera es una de las diosas del panteón principal, del hogar y sobretodo del matrimonio.

Junto a Ixión aparecen en el Tártaro los otros tres condenados, que forman el grupo de los cuatro condenados, habitual en las representaciones pictóricas, aunque junto a ellos aparecen más castigados como por ejemplo las Danaides. Los tres condenados son los siguientes:

- Ticio (también conservado en el Museo del Prado, obra de José de Ribera), que ofrecía su hígado para ser despedazado por buitres por haber intentado forzar a Latona. (Esta iconografía se puede confundir con la de Prometeo, por recibir ambos el mismo castigo, aunque su contenido simbólico es completamente diferente).

- Tántalo, que ofreció a su hijo como manjar de los dioses para probar su omniscencia (una de las opciones y la más común) o por robar el néctar y la ambrosía de la que sólo podían disfrutar los dioses, consiguiendo de esta manera equipararse a ellos. Fue condenado a alcanzar la huidiza agua.

- Sísifo, que reveló a Asopo que Zeus había raptado a su hija Egina y fue castigado por ello, aunque no faltaban otras razones cuya discusión nos apartaría del objetivo de este comentario, a empujar hasta la cima de una montaña una roca que continuamente desciende.

  

            José de Ribera elige el momento en el que Ixión aparece encadenado a la rueda y trata de escapar del eterno castigo que se ve en la tensión que presenta su musculatura, habitual en la pintura de este autor. Está situado en el Tártaro, pero el fondo no se aprecia debido a la pintura claroscurista, que potencia la idea de los lugares infernales según el cristianismo, siendo oscuros, rodeados de fuego (en este caso en la rueda), y con un pequeño demonio. La rueda puede girar por sí misma, pero también se da la posibilidad de que sea impulsada por una figura diabólica, un sátiro, que inspira terror por mirar al espectador directamente con un rostro congelado en una terrible expresión. Bajo la rueda se ve el rostro de una figura humana que lanza un grito desgarrado. No sólo estos cuatro condenados se encontraban en el Tártaro, y puede tratarse del alma atormentada de cualquiera de ellos, pero es posible que sea su hijo Piritoo que quedó atrapado en los infiernos cuando acudió junto a su amigo Teseo para liberar a Perséfone. Heracles en su duodécimo trabajo, matar al Cancerbero, consigue liberar a Teseo, pero Piritoo quedó encerrado para siempre.

            Hay algunas diferencias entre la representación pictórica y el mito, como es la sustitución de las serpientes con las que Hermes los sujetó a la rueda por cadenas de hierro. Tradicionalmente Hermes es el que conduce a los muertos y las serpientes son unos de sus atributos, como puede verse en el caduceo. Otra diferencia notable es que la rueda no aparece ardiendo.

José de Ribera elige este tema porque es el que más se adecua al tipo de pintura que practica, siendo conocido por su pintura de martirios, pero en este caso sustituye un tema cristiano por uno mitológico, que además era muy utilizado como advertencia a los monarcas que gobernaban por derecho divino. Con esta misma finalidad también Tiziano elaboró esta serie de los cuatro condenados para María de Hungría, en la que Ribera tuvo su principal inspiración, pero resultando menos tétrico en este pintor veneciano. Con la pintura claroscurista y los fuertes contrastes lumínicos que ésta genera que practica José de Ribera se acentúa el dramatismo y el patetismo de la escena, potenciado también por la postura fuertemente escorzada en la que nos lo presenta, y que ha hecho que se dude en ocasiones de la oportuna colocación del cuadro, si en vertical o apaisado, pero siendo la primera opción por la que más se decantan los especialistas, ya que la composición se muestra así más equilibrada. Este tipo de pintura de fuertes contrastes hace más plausible la oscuridad y el terror del infierno y supone un óptimo resultado de lo que el pintor pretende transmitir. 

Hay una clara relación entre la mitología y el cristianismo, porque es un tema que se presta a ello, Ixión es conocido como el Caín griego, ya que fue el primer hombre que mató a un individuo de su misma sangre. Ribera lo presenta igual que sus pinturas de martirios cristianos, ya que los paralelismos entre ambos temas son evidentes, ya que se trata de representar el sufrimiento de un ser humano que está siendo castigado. Además es símbolo de castigo divino, del que nadie se libra, ni siquiera los reyes, ya que Ixión era rey de Tesalia y fue castigado por sus malas acciones ante el poder divino. Por ello se utilizaba también para advertir a los reyes cristianos, que ante sus errores también serían castigados por Dios a pesar de su condición regia. Por ello los cuadros con estos temas solían pertenecer a monarcas, como los de Tiziano de María de Hungría y los de Ribera que adquirió la corte española para la decoración del Palacio del Buen Retiro, por ello se encuentran en el Museo del Prado.

            Toda la biografía de Ixión, y también su genealogía está repleta de actos violentos. Por eso es de esperar que sus hijos hereden su carácter impulsivo, malvado y vengativo. Centauro, hijo de él y Néfele, será un claro ejemplo de ello. Adquirió de sus antepasados el mal carácter y la falta de respeto hacia el género femenino que se verá incrementado por sus descendientes los centauros, fruto de sus amores con unas yeguas magnesias, llamadas también ixiónadas de forma poética.

Centauro llevándose a una mujer lapita, metopa sur 29. Metopas del Partenón sobre la Centauromaquia   Centauro enfrentado a un lapita, metopa sur 26

           

La relación con los caballos y los actos violentos es una constante en el desarrollo de la vida de Ixión. Recordemos que el robo de sus caballos por parte de su suegro fue el primer hecho que despertó su ira. Por ello no es de extrañar que su hijo Centauro sea el precursor de la raza de los hombres-caballo, violentos y misóginos hasta límites insospechados. Uno de los ejemplos más conocidos es el combate que tuvieron lapitas y centauros (que aparecen representados en el friso del Partenón bajo el nombre de centauromaquia) en la boda de Piritoo con Hipodamia.

Los centauros fueron invitados por el parentesco que les unía con el novio. Allí se emborracharon e intentaron secuestrar y violar a la novia y las invitadas, hecho que desencadenó la lucha y el odio a su raza.

Laodamía atacada por un centauro, ca. 350 a.C.

Bibliografía

-          Grimal, Pierre.- Diccionario de mitología griega y romana. Paidós, 1981.

-          López Torrijos, Rosa. La mitología en la pintura española del Siglo de Oro. Cátedra. 1985.

-          Manzini, Georgia.- Ribera. Los grandes genios del arte, 2004.

-          Ovidio. Metamorfosis. Cátedra, 1995. Edición de Consuelo Álvarez y Rosa Mª Iglesias.

-          VV.AA.: Diccionario de la mitología clásica. Alianza Editorial 1994. 

Otras Fuentes 

-          Wikipedia: http://www.wikipedia.com


 

[1] Ovidio, Metamorfosis Libro IV 457.

 

Ángel Saiz González

 Alumno de 4º Historia del Arte. Curso 2006/2007 Mitología Clásica II

 

Los trabajos de Heracles "La Hidra de Lerna"

Francisco de Zurbarán

Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro

 

 

He elegido esta imagen porque me ha parecido muy interesante la relación existente entre Heracles y la Península Ibérica. Cuentan las leyendas que Heracles fue el encargado de separar con la fuerza de sus piernas la península de África, creando el estrecho de Gibraltar, cuando fue a buscar los rebaños de Gerión, mítico rey Tartesso, en uno de sus trabajos.

            Muchas ciudades lo establecieron como su fundador y la monarquía española buscó una relación de parentesco con el héroe de los héroes, por ello es muy habitual que aparezca en representaciones artísticas vinculadas con obras regias, siendo un claro ejemplo la fachada de nuestra Universidad. Quizá el más claro ejemplo que establece la monarquía con este célebre héroe es que se haga notar su presencia en el escudo de la nación, flanqueado por las columnas de Hércules, que simulan las piernas de héroe que quedaron a ambos lados del Estrecho de Gibraltar.

            Dentro de los numerosos episodios de la vida de nuestro héroe he decidido centrarme en los doce trabajos, sus más famosas hazañas. Estos trabajos fueron encargados por Euristeo, rey de Tirinto al que tuvo que servir por orden del oráculo de Delfos tras el siguiente trágico suceso que nos relata Eurípides (si bien otras fuentes difieren a la hora de relatar las circunstancias): Mégara, primera esposa de Heracles e hija de Creonte, rey de Tebas, fue atacada por un tal Lico, que había llegado a Eubea para destronar a Creonte, al que ya había conseguido dar muerte. Cuando se disponía a matar también a Mégara y a sus hijos, Heracles llegó y preso de la ira que Hera le suscitó, mató a Lico pero también a su propia esposa e hijos. Otros mitógrafos salvan a Mégara a la que Heracles da en matrimonio a su sobrino Yolao, ya que no soportaba ver el dolor de su rostro y le recordaba a la muerte de sus hijos continuamente.

            Euristeo fue el encargado de imponerle el castigo de los doce trabajos. Siempre sintió temor hacia Heracles, y tal era su miedo, que le transmitía la órdenes por mediación de Copreo para no tener contacto con él. Incluso mandó construirse una jarra de bronce como refugió en caso de que éste decidiera agredirle. Como prueba de cada trabajo, Heracles debía dejar a las puertas de la ciudad una muestra que certificase su victoria. Los doce trabajos a los que tuvo que hacer frente fueron: matar al león de Nemea, matar a la hidra del lago de Lerna, alcanzar a la cierva de Cerinia, capturar al jabalí de Erimanto, limpiar los establos de Augias, acabar con los pájaros del lago Estínfalo, domar al toro salvaje de Creta, robar las yeguas del rey Diómedes de Tracia, vencer a las amazonas y tomar el cinturón de Hipólita, matar a Gerión y robarle sus rebaños, robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides y finalmente ir a buscar a Cerbero a los infiernos.

           

Como Heracles desde tiempo atrás había estado vinculado mitológicamente  con la corona española, durante el reinado de Felipe IV se decidió incluir estos doce trabajos dentro del programa iconográfico de Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, que tendría la función de exaltar la monarquía española con retratos de la familia real, grandes hechos históricos, victorias heroicas y por supuesto las hazañas más conocidas de su más famoso representante mítico: Heracles. Esta estancia era la de mayor importancia del palacio puesto que en ella se recibirían las visitas de más trascendencia política. Por ello era fundamental dar una idea enaltecedora de la monarquía, que no atravesaba uno de los mejores momentos. Con la figura de Heracles se subrayaban la virtud y fuerza que debían de tener los soberanos. Estas escenas iban colocadas sobre las ventanas, pero hubo un gran inconveniente, ya que sólo había diez vanos, y la realidad física del Salón se hizo necesaria una modificación del programa, eligiendo las escenas que mejor se acomodasen a la finalidad del programa iconográfico, omitiendo dos de los trabajos e introduciendo ligeros cambios.

            Los diez asuntos representados fueron seleccionados según los intereses de la corona, resaltando los episodios que más les convenían para su exaltación política, es decir, se centra fundamentalmente en aquellas hazañas más vinculadas a la Península. Se eligen: Heracles y el león de Nemea, la hidra de Lerna, el Cancerbero, lucha con el toro de Creta, luchas con el Jabalí de Erimanto, Heracles separando las montañas de Calpe y Abila (estrecho de Gibraltar), Heracles cambiando el curso del río Alfeo, Heracles contra Anteo, Heracles vence a Gerión, y Muerte de Heracles. Es curioso como incluye como un trabajo la separación del estrecho de Gibraltar, que sucedió durante el episodio del robo de los bueyes a Gerión pero se opta por darle un carácter independiente.

 

            Después de esta larga pero necesaria introducción general, me centraré en el Trabajo que he seleccionado. Comenzaré por la presentación de los personajes. Heracles, como es lógico, es el personaje principal. Zurbarán nos lo presenta con la clava y la piel de león como atributos.

Esta piel, según nos cuentan las versiones más antiguas, fue conseguida en el primero de sus trabajos, cuando dio muerte al León de Nemea, siendo a partir de entonces un atuendo que nunca le abandonará. Lo habitual es que la cabeza del león esté colocada sobre la suya, pero en esta representación aparece a modo de taparrabos, anudada a la cintura, puesto que un desnudo sería demasiado osado para la España contrarreformista de la época. Sin embargo, demostrando un claro dominio de las fuentes, Zurbarán, en el primero de los trabajos, coloca a Heracles de espaldas y desnudo dando muerte al león de Nemea, en una postura pudorosa aún dentro de la necesidad iconográfica del desnudo. Es la única escena en la que aparece de esta manera puesto que en el resto ya nos lo presenta con la piel anudada a modo de paño de pureza. Respecto a su segundo atributo fundamental, la clava, Teócrito nos cuenta cómo el héroe la consigue del tronco de un olivo salvaje que arranca con sus propias manos, también durante su primer trabajo. Por ello, tampoco aparece en la representación de esta primera escena, ya que según cuenta la tradición Heracles le dio muerte ahogándolo entre sus brazos y no golpeándole con la clava, que a partir de entonces será su arma fundamental, por lo que aparecerá en el resto de escenas del Salón. Éstos son los atributos más corrientes y los que él mismo se fabricó, puesto que el resto de sus atributos son de procedencia divina: Espada recibida de Hermes, arco y flechas de Apolo, coraza dorada de Hefesto y el peplo añadido por Atenea. Sin embargo Zurbarán nunca refleja estos atributos, ya que al hacer de Heracles un símil de la monarquía española, es posible que optase por reflejar las armas que con sus propias manos construyó y no las que otras personas le regalaron, al igual que los ejércitos españoles ganaron las batallas por sus propios méritos y nunca por los regalos recibidos de otros.

            A la izquierda de la escena podemos ver a la Hidra de Lerna, antiguo monstruo acuático y ctónico, es decir, que pertenece al interior de la tierra, al inframundo. Es característico de los dioses y de los ciudadanos nacidos de la tierra tener características serpentiformes, ya que así el contacto con la tierra sería constante. Un ejemplo destacado sería el de Erictonio, hijo de Hefesto y Gea adoptado por Atenea, cuyo rasgo principal era tener cuerpo de serpiente. Como en el resto de los trabajos, Heracles ha de enfrentarse a un ser monstruoso, pero quizá este caso sea el más extremo por la monstruosidad de la hidra. Como ya he indicado tenía forma serpentina y siete cabezas que renacían a medida que se iban cortando. El número de cabezas varían según los autores. Lo más habitual es que se hable de cinco o seis cabezas, pero algunos llegan a contar hasta la centena. También se recoge en las fuentes que sus cabezas tenían forma humana, pero no es lo habitual. Causaba la muerte por su hálito, que surtía efecto al que se acercase, aunque la Hidra permaneciese dormida.

            Es hija de Tifón y Equidna. Su madre, hija de Tártaro y Gea, es una temible dragona descrita por Hesíodo en su Teogonía. Tifón, padre de la criatura, era una divinidad primitiva y temible, un monstruo alado con un centenar de serpientes repartidas por sus muslos que lanzaban llamaradas de fuego por su boca. Ambos están relacionados con el inframundo, Equidna por su padre, dios de la Muerte y Tifón porque es castigado por Zeus en el Tártaro donde se encarga de despertar con su furia las erupciones del volcán Etna. No es de extrañar que de este particular matrimonio surgieran las más horribles y violentas criaturas como son el León de Nemea, Cerbero, la Quimera, la Esfinge, el dragón Ladón, el Águila de Prometeo, el Dragón de la Cólquida, la Cerda de Cromio y Ortro. Los hijos de esa peculiar pareja dieron más de un quebradero de cabeza a nuestro héroe.

            Zurbarán es fiel a las descripciones más comunes del monstruo y nos lo presenta de forma serpentiforme, con cinco cabezas amenazantes, alas y larga cola de reptil. Toma también como fuente las representaciones medievales y renacentistas de dragones legendarios de los que las caballeros debían deshacerse, estableciendo también un paralelismo entre el héroe griego y los caballeros medievales, al fin y al cabo también héroes, pero que resultan más próximos a la cultura española de aquella época.

            La Hidra causaba el pánico en la región de Lerna,  que era una región de manantiales y un antiguo lago cerca de la costa oriental del Peloponeso, al sur de Argos, conocida sobre todo por ser la morada de la Hidra. Allí se situaba una de las entradas al inframundo, pero era un lugar muy peligroso para los mortales, aunque el geógrafo Estrabón consideró que sus aguas poseían poderes beneficiosos y curativos. Zurbarán no se centra en el paisaje, y apenas se ve reflejado por el uso del claroscuro, necesario para la perfecta contemplación de la obra al situarse en un contraluz, por estar encima de la ventana.

            El otro personaje fundamental es Yolao, su sobrino y fiel amigo, hijo de Ificles (hermanastro de Heracles) y Automedusa. Durante toda su vida acompañó a su tío en sus trabajos y resto de aventuras, siendo el conductor de su carro. Incluso después de la muerte de Heracles aportó su ayuda a los heraclidas esforzándose en darles un lugar donde asentarse. Se dice que incluso después de muerto castigó a Euristeo, el que encargó los trabajos a Hércules y cruel perseguidor de los heraclidas. De esta manera se demuestra la increíble fidelidad y ayuda que aportó a Heracles, que se prolongó incluso después de su muerte. Es un personaje fundamental en el Trabajo y Zurbarán lo representa con un tizón incandescente en la mano. Estos tizones los recogía de un bosque vecino que había incendiado y con ellos cerraba las heridas de las cabezas que cortaba Heracles, impidiendo de esta manera que se reprodujeran. La cabeza del centro era inmortal pero Heracles la consiguió cortar y finalmente dio muerte al monstruo tras envenenar las flechas con la sangre de la propia hidra causándole así la muerte.

            Tan importante resulta el trabajo realizado por Yolao, que incluso Apolodoro nos cuenta cómo Euristeo se negó a contar este trabajo cómo válido por la importante ayuda recibida por el héroe. Realmente de los doce trabajos, sólo diez se cuentan cómo realizados por el héroe, ya que en los otros dos, tanta fue la ayuda que recibió que no se puede considerar como victorias propios. Esto nos hace ver que incluso los héroes más poderosos necesitan de la ayuda y fraternidad de la persona que tienen al lado.

Los Trabajos adquieren un significado social de lucha del Bien contra el Mal, venciendo siempre el primero, encarnado en Heracles, que no sólo es símbolo de la fuerza bruta y el coraje, sino también de la virtud. Los héroes griegos al enfrentarse a monstruos y endriagos no hacen, sino culminar la labor iniciada por Zeus de poner fin al caos y establecer las reglas que rigen el cosmos. Por ello a Heracles  se le consideró el fundador de la Universidad de Salamanca, casa de la sabiduría, y ocupa un lugar destacado en la iconografía de la fachada. Además, en el caso del Palacio del Buen Retiro estos significados de victoria sobre el Mal, se ven potenciados por el resto del programa iconográfico del Salón de Reinos, sobre todo los cuadros de batallas, en los que la Armada Española, que por supuesto encarna al Bien, siempre sale victoriosa ante las adversidades. De esta manera se pone en relación a Heracles con los monarcas españoles, en su intento de liberar al mundo de los peligros que los acechan, con un claro papel de bienhechores. Esto formaba parte de las necesidades de propaganda política tan necesarias en ese momento, puesto que las victorias cada vez eran más escasas en un imperio ya muy debilitado.

También cabe señalar la relación que tiene Heracles con el sentido de conquista, puesto que viajaba a los diferentes lugares y libraba a las gentes de los peligros que les acechaban, siendo a partir de entonces su liberador. Por ello se le considera el único héroe panhelénico, por la relación que tiene con prácticamente todas las regiones griegas. Todo esto encaja muy bien con los afanes colonialistas griegos. A pesar de lograr todo esto de manera violenta y autoritaria contra sus legítimos dueños fue premiado con la mejor de las recompensas, ya que tras su muerte fue ascendido a dios, se casó con Hebe, la hija de Hera y gozaría siempre de una vida de placeres. También es perfectamente relacionable con los afanes colonialistas y la idea que la monarquía española nos quería hacer ver de esta política. 

 

BIBLIOGRAFÍA

-          Grimal, Pierre. Diccionario de Mitología Griega y Romana. Paidós.

-          Impelluso, Lucía. Héroes y dioses de la antigüedad. Electa.

-          López Torrijos, Rosa. La mitología en la pintura española de los siglos XVI y XVII. Fundación Juan March.

-          Ovidio. Metamorfosis. Cátedra.

-          Pérez Sánchez, Alfonso. Francisco de Zurbarán. El arte y sus creadores. Historia 16.