Vicente Jesús Díaz Burillo  

Alumno de Filosofía. Curso 2006/2007 Mitología Clásica

Hera y Leto charlan sobre sus hijos

 

Texto propuesto en el examen de Enero de 2007

Luciano, Diálogos de los dioses 18 (16)

Hera. –¡Muy guapos son también, Leto, los hijos que diste a Zeus!                                                                                                             Leto

Leto. – No todos podemos engendrarlos tal cual es Hefesto.                      

Hera                                                                                 

Hera. –Pues éste, aunque cojo, es un artista excelente, sumamente útil, y nos ha adornado el cielo, se ha casado con Afrodita y es correspondido por ella. Tus hijos en cambio, la una es hombruna por encima de los límites de lo razonable, y montaraz, y para colmo, al marchar hacia Escitia todos saben qué clase de comida comía, matando a los extranjeros e imitando a los mismísimo escitas que son antropófagos. Apolo, a su vez, pasa por saberlo todo, disparar el arco, tocar la cítara, practicar la medicina y ejercer el arte adivinatoria, e instalando tenderetes de arte adivinatoria, uno en Delfos, otro en Claros, y en Colofón y en Dídima anda engañando a quienes le consultan con respuestas retorcidas y ambiguas a cada pregunta, con lo que no hay riesgo de fallo; y de resultas de esa actividad se está enriqueciendo. Que son muchos los estúpidos que se prestan a que los timen. Ahora que por parte de los más inteligentes no se ignora que en la mayoría de los casos se trata de puras fantasías. Así él, el adivino, no sabía que iba a dar muerte a su amado con el disco, ni fue capaz de profetizar que Dafne lo rehuiría, y todo eso siendo como es guapo y de hermosa cabellera. Así que no veo por qué motivo opinas que tus hijos son más guapos que los de Níobe.

Leto. – Pues esos hijos míos, la que mata extranjeros y el falso adivino, ya sé yo cómo te molesta verlos entre los dioses, en especial cuando la una recibe elogios por su belleza en tanto que él toca la cítara en el banquete en medio de la admiración general.

Hera. –¡Que me muero de risa, Leto! Objeto de admiración general Apolo, aquel a quien Marsias, si las Musas hubieran querido administrar recta justicia, habría despellejado personalmente luego de derrotarlo en el certamen musical. Y en cambio el desdichado Marsias víctima de palabrerías engañosas, ha perecido injustamente apresado. Y tu guapa doncella, sí, es tan guapa que en cuanto supo que era vista por Acteón fue y le soltó los perros temerosa de que el jovencito pregonara a los cuatro vientos su fealdad. Y paso por alto decir que siendo ella virgen difícilmente podría ayudar en el parto a las mujeres embarazadas.

Leto. – Mucho presumes, Hera, porque convives con Zeus y compartes con él el reino, y por ello me insultas con una arrogancia inconveniente. Ahora que dentro de poco te voy a ver llorando otra vez cuando él te abandone y baje a la tierra convertido en toro o cisne.

 

El texto muestra una discusión, que incluso podría parecer humorística (quizá se deba esto a que el autor es ya tardío, y el respeto hacia los dioses ya no se guardaba como en tiempos pasados), entre Leto, amante de Zeus, y Hera, esposa de éste. El autor marca la ironía y el desprecio con que Hera trataba a aquéllas que mantenían relaciones con su marido, así como el odio a su descendencia. En estas relaciones entre Zeus y su esposa se aprecia cómo muy bien podrían los griegos verse representados, ya que marcan la típica relación que mantiene una pareja en un estrato social como podría ser el ateniense, que ya en época clásica tenía claros rasgos de aburguesamiento.

            Así, en palabras de Hera, aparecen descritos los dos dioses que Leto engendró en su unión con Zeus, Ártemis y Apolo (seguiré para comentar el texto el orden que marca el diálogo). En un primer momento, en tono irónico, Leto hace referencia a Hefesto, hijo de Hera (en algunas versiones del mito se considera hijo de Hera y de Zeus), hijo que tuvo en respuesta a una relación extramatrimonial de Zeus. En este caso se cuenta que pudo ser engendrado dando un golpe en el suelo (gesto que escondería una gran simbología entre los griegos).

El hijo, al contrario de lo que sucedería con lo de Zeus, no fue muy agraciado físicamente, razón esta por la que incluso Hera, su madre, le arrojó del Olimpo (hecho que explicaría la cojera del dios). Éste, Hefesto, para vengarse, construyó para su madre un trono en el que al sentarse ésta quedaría atada. El hecho de que fuese él quien la desató, hizo que se le ofreciera a Afrodita como esposa.

            Hefesto, sin embargo, como la propia Hera cuenta respondiendo a Leto, contaba con un gran número de habilidades: “artista excelente, sumamente útil, y nos ha adornado el cielo…”. De Hefesto los mitos cuentan que era capaz de construir autómatas que realizaran las tareas domésticas (así se puede apreciar en el episodio en que Tetis, madre de Aquiles, acude a su palacio para pedirle ayuda. También se aprecia en este episodio cómo no solo ayudaba a los dioses, sino que en este caso se ofrece a ayudar a Aquiles, un mortal, construyendo armas para él, armas en las que es capaz de representar grandes historias, como, por ejemplo, la “cosmovisión” que aparece en el escudo que realiza para el héroe). Famoso es también el episodio en que ayuda a nacer a Atenea, mostrando sus habilidades ante los demás dioses.

                      Leto, Apolo y Ártemis                                             

A continuación, pasa Hera a describir a los hijos de Leto, a Ártemis en primer lugar. La llama “hombruna”, haciendo referencia probablemente a sus habilidades con la caza, tipo de acciones que estaban reservadas a los hombres. La llama también “montaraz”, refiriéndose así a su carácter de diosa de los bosques. Aparecen así en el texto los rasgos que definen a la diosa como diosa de la caza y habitante de los bosques, siendo además protectora de algunos de ellos. Frente a la visión dulce de la diosa que se podría tener, la referencia que hace Hera a su carácter antropófago da cuenta de cómo era considerada vengativa y mortal cuando se infringían sus normas o no se le rendía culto.

            Siguiendo con esta visión violenta de la diosa, hace referencia Hera al episodio en que Acteón, un cazador, la contempló desnuda. Ártemis convirtió a este en un  cervatillo, haciendo que sus propios perros se lo comieran. En este sentido, en alusión al animal en que queda convertido Acteón, los animales predilectos de la diosa eran el cervatillo y el oso. En alguna ciudad griega se celebraban fiestas en su honor, disfrazándose las muchachas de osos (estas fiestas se explicaban con un mito, que narraba cómo una joven había matado a un oso mientras jugaba con él. Aparece así marcada la relación entre “mito” y “rito”, y cómo a través de los mitos los griegos explicaban muchas de sus actividades; éstos serían mitos “etiológicos”). En otras ciudades se celebraban fiestas parecidas disfrazándose de ciervos.

            Otra característica que aparece de la diosa, es su estatuto de diosa virgen (entre las que se encontraban también Hestia y Atenea). Juega Hera (o el autor) con esa característica de la diosa, y el hecho de que ayudara a su madre a dar a luz a Apolo, su hermano.

            En cuanto a éste también en sus palabras muestra Hera su desprecio hacia él. Y nos lo describe: “pasa por saberlo todo”, y es que Apolo era considerado un dios sabio, el dios de la razón; “dispara el arco”, como dios con habilidades, en este caso, como su hermana, en cuanto al uso del arco, con el que Apolo podía causar enfermedades, podía curarlas etc.; “toca la cítara”, dios con habilidades musicales; “practica la medicina”, se consideraba a Apolo padre de Asclepio, dios de la medicina, dios al que adoraban los primeros médicos; “ejerce el arte adivinatoria”, en este sentido era adorado en Delfos. Es famoso, por ejemplo, el “conócete a ti mismo”, que tanta importancia tuvo para Sócrates. Se utilizaba también el oráculo para consultar cuándo se podrían colonizar tierras nuevas, y, en este sentido, se podría relacionar a este dios con Posidón, ya que si Apolo aconsejaba cuando realizar las colonizaciones, Posidón favorecía en los trayectos por el mar. Relación entre ambos dioses que también aparece marcada en el hecho de que el templo de Delfos, antes de la llegada de Apolo, pudiese haber estado consagrado a Posidón.

            En cuanto a la referencia de Hera a su escasa capacidad adivinatoria, remite al episodio en que pudo Apolo haber dado muerte accidentalmente a Jacinto, amante suyo (relación homosexual que aparece aquí, algo que podía ser bastante común entre lo griegos).  Se muestra también cómo Apolo, pese a ser atractivo, no era capaz de mantener una relación seria, probablemente debido a su comportamiento inmaduro. En el caso de Dafne, aparece algo parecido; mito este etiológico también, por el que los griegos encontraban la explicación del uso privilegiado de esta planta en los cultos apolíneos. Dafne fue herida con la flecha de Eros, (a quien Apolo había retado con el arco), con una flecha de plomo; a Apolo le hiere con la del amor. Así, Apolo perseguiría a Dafne, y esta le huiría, prefiriendo convertirse en laurel, antes que convertirse en  amante de Apolo.

            Hace referencia también Hera al episodio de Marsias. Éste se creyó mejor músico que Apolo. Al demostrarse que no era así, Apolo lo castigó despellejándolo. Algunos mitos cuentan que Apolo retó a Marsias a tocar el instrumento al revés, algo que no conseguiría al impedírselo su instrumento. Aparecen las musas también como representantes de las artes en esta disputa entre Apolo y Marsias.

            Por su parte, Leto hace referencia a los amoríos de Zeus. En un caso hace referencia a su episodio con Europa y en otro con Ganímedes. Estos mitos, por los que Zeus se unía a diosas extranjeras, podrían tener la función de incluir a aquellos dioses en la familia olímpica, creando así descendencia relacionada con Grecia, acto claro de colonización. En cuanto a su unión con Europa en forma de toro, el hecho de que aparezca relacionado con este animal, esconde la simbología, relacionada con aquel animal, del poder fecundador. Los antiguos dioses uránicos, gran parte de ellos, comparten esta característica. En cuanto al rapto de Ganímedes, los autores antiguos veían en este acto un ejemplo de relación homosexual. Más tarde, con la interpretación cristiana, este acto simbolizaría la elevación de la parte espiritual del hombre.

            El texto en general, por la referencia que se hace a Níobe, podría pertenecer al contexto en el que ésta, una mortal, presume de tener unos hijos más atractivos que los de Leto. Los hijos de Níobe serían asesinados por Apolo y Ártemis, mostrándose con esto la hybris ("orgullo, desmesura") aquel acto por el que los mortales, al sentirse superiores a los dioses, eran castigados por éstos.